En efecto, toda persona al servicio del público, ya sea camarero o mecánico, hombre o mujer, responde a la llamada "¡JEFE!".
El contrapunto para tanto inepto lo pone el que probablemente fue y será el mejor camarero de todos los tiempos: Manolo,
el del bar de al lao de la farmacia. Con veinte mesas a reventar de gentuza a tope de cervezas y tapas, bastaba con tumbar con elegante gracejo el casco vacío de una botella de cerveza sobre la mesa; Manolo era capaz de discriminar aquel "clinc" de entre los bramidos, muahajeos y regueldos de la chusma,
y de espaldas y sin mirar quién había sido, cargar la bandeja con una nueva ronda de cervezas heladas y su tapa de cortezas de rigor.
Experiencia sobrenatural:
Sábado pasado por la noche, me siento en la terraza de un restaurante a tomar un café.
Media hora después, tras mi decepción al ver que el único camarero pasaba por mi lado frecuentemente sin siquiera mirarme (me hice una foto con el teléfono para verificar que no me había volatilizado), decido interceptarlo cortándole el paso.
M: Buenas noches, quería tomar algo.
I: Sí, un segundo, es que estoy solo y... -saca una libretilla y un bolígrafo del bolsillo del pantalón- a ver, dígame.
M: Un cortado descafeinado de sobre.
I: Uuuuun coorrttt....................... -estupefacto le veo tomar nota en aquella libretilla del descomunal pedido que le acabo de hacer, y por los trazos observo que se está esmerando en hacer buena caligrafía.
Un minuto escribiendo, señores, UN MINUTO

- vale, ahora se lo traigo.
M: :Bat (durante
otros veinte minutos)
I: Disculpe, pero del pedido que me ha hecho no me queda café descafeinado.
M:

121

121:121
Brutal, lejos de sentarme mal aquella situación surrealista, me partí el nurzo allí mismo a la vez que buscaba por los rincones alguna cámara oculta porque, claramente, tenía que estar siendo víctima de un owned.
Pero no, el inútil era 100% real, y
mi paciencia aquella noche, infinita.