Lo mejor de esta temporada no es la línea argumental ni sus personajes (aunque hay alguno grandioso), es el tempo, el ritmo, la sustancia y empaque que dan a cada capítulo.
Esa partida de póker eterna e inmortal, todo tiene su tiempo y su lugar sin estorbar ni solaparse bruscamente con otras tramas de mayor o menor trascendencia: todo importa, todo ayuda a componer un gran mosaico.
La noche en blanco del finado sr. Kessler, qué bien contada, lo poco a poco que se va entrelazando hasta que se revela lo importante que será esa fatídica noche en el conjunto de la historia. En la era de la prisa, un recuerdo del pasado, de la importancia del momento: eso es esta temporada.