Ha sido mi primera incursión en Chéjov, y desde luego no será la última. Lo primero que me ha sorprendido, que no sé si será cosa de la traducción, es la forma de contar la historia, introduciendo al lector en el relato, como invitándole a pasar y guiándole por el relato.
Luego destacaría la sensibilidad -creo que abuso mucho de este adjetivo, por falta de vocabulario-, la delicadeza, la dulzura, con la que relata sus historias y describe a sus personajes. Hasta Nikita me ha parecido menos malo -como persona- de lo que podría haberlo sido a través de la pluma de otro autor.
Y de la mano de esta sensibilidad, hay un pesimismo, con la muerte como protagonista, que en algunos momentos me dejaba mal cuerpo, ¿Para qué hacer nada si todos vamos a acabar muertos?
Tiene un estilo muy sencillo para abordar preguntas complejas.
También he de decir que en mi edición, la de alianza, el relato iba acompañado de tres relatos más, que me han parecido fantásticos, sobre todo el segundo y el último (el de la grosella quizá sea el que menos me ha gustado del libro, y parece que el propio autor tampoco acabó demasiado contento con él, por lo que comentan sus propios personajes), que si se diera el caso, más adelante comentaré.
Mi primera incursión en Chéjov yo creo que ha sido de sobresaliente, y la verdad es que salvo porque tengo una lista inmensa de pendientes ya comprados y estoy en época de apretarse el cinturón, tengo ganas de hacerme con las ediciones que recomienda Rubén.
Por cierto, aunque sea simplemente anecdótico, acabo de leer recientemente Dublineses, y me llama la atención como tanto en ese libro como en esta serie de relatos de Chéjov, el alcohol tiene tanto protagonismo. Creo que en todos los relatos del libro de Joyce, hay algún borrachín, y también hay fans del vodka en los de Chéjov. Y en ambos, me parece que también está muy presente la nación -casi siempre para mal-.