Una de las clásicas de Granada, granadina como la única seña que voy a dar, me comentó que tenía un novio que empezó siendo su cliente.
No lo toméis como apoyo para que intentar una relación con una prostituta, porque no es mi intención en absoluto.
Esta chica en concreto lo ve como un pardillo-funcionario, que aguanta que su novia se dedique a lo que se dedica, y cuya única alternativa a ese oficio es que la retire con una seguridad económica considerable (casa en pueblo y coche, me dijo -y de momento el enamorado no puede/quiere complacer sus pretensiones).
De modo que tened claro que ser pareja de una prostituta es mucho más caro que ser su cliente, y que como tal no hay que soportar sus bajones emocionales propios de mujeres, y demás locuras e inestabilidades, caprichos, inseguridades, envidia a todo el mundo, etc etc.
Disfrutad y aprended, hijos de puta, que para eso estamos en el mundo.
Como pagadores puntuales de un servicio estáis en la cúspide de la cadena trófica de este ecosistema particular, no tan diferente al resto, por mucho drama, propaganda, historias que emocionan a Spielberg y demás contaminaciones de un hecho tan simple como pagar por sexo