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ilovegintonic rebuznó:rusas-macizas rebuznó:Estoy de acuerdo en que eso sólo puede suceder una vez en la vida, al menos, en la misma vida. Después eres, lo quieras o no, una persona totalmente distinta. Ya no en el plano emocional, sino en tus intereses, aficiones, vocación profesional, etc. Cuando te enamoras mucho de una chica con 18 o 19 años crees que no habrá nada igual. En tales casos, lo mejor que puede suceder es seguramente que no pase nada, que no cuaje el rollo. Porque si cuaja se romperá indefectiblemente, o dejará idiotizado al sujeto, impidiéndole avanzar en la vida. Cuando te topas con 30 años a esa otra, te das cuenta de lo infantil y ridículo que era el anterior amor. Esa sensación no la tienes sobre esa que supone la cesura de tu vida, irrepetible, cuando, pasado no menos de un año de duelo muy profundo, en el que lloras todos los días, en el que estás al borde del suicidio 2 o 3 veces, con suma seriedad, te enamoras de otra. La anterior podrá haber sido una bruja, el Mal Absoluto (así llamo yo a mi primera rusa), lo que sea, pero no te puedes engañar diciendo que aquello era ridículo. Sabes que aquella ERA LA VIDA QUE TENÍA QUE SER. En ese tipo de casos la ruptura NO VIENE NUNCA de parte del varón, NUNCA.
Mil veces son pocas para las veces que he pensado que desde aquello vivo la vida que NO me tocaba, y que será la que viva siempre. Vivo en la ciudad en que nací, pero debería vivir en otra, tengo la profesión que tengo gracias a esa ruptura, que me hizo saltar de donde estaba a cualquier otro lado: trabajo en lo que menos me esperaba trabajar, en publicidad, gracias a aquella ruptura. Tengo, ahora, otra novia, que no esperaba tener en mi vida. Durante dos años, dos años enteros, estuve haciendo todo lo que no había hecho en el resto de mi vida con respecto a las mujeres, porque ya que no me dejaban vivir la vida que yo hubiera querido, viví la que me propuse vivir. Durante dos años he salido solo tres, cuatro noches a la semana. Ese duelo duró dos años, en mi caso. Sigo pensando, hoy, con otra novia, otra ciudad, otro trabajo, otra vida, hoy, que todo lo que tengo y que todo lo que me falta viene de aquél día, que ésta NO es la vida que yo tenía que haber vivido. Pero es la que hay, y en ella estoy. Simplemente, la juego. Pero no es mi vida.
Totalmente de acuerdo. Se puede llegar a tener éxito de cara a los demás en esa nueva vida, ver avances, incluso alcanzar posiciones socioeconómicas y afectivas superiores a las que prometía la verdadera vida, pero NO SE LOGRA NUNCA EVITAR pensar que esa no es ya tu vida. Porque vida auténtica sólo hay una. Ortega tiene un texto precioso a propósito de Goethe hablando de eso. Considera a Goethe un traidor a su propia vida, por más que con mucho éxito. Yo no es que quisiera vivir en Helsinki hoy en día, ni estar con mi rusa ya (eso es imposible, hay dolores irredimibles, que no se pueden curar nunca), y es posible que mi vida sea mejor a medio plazo de lo que podría haber acabado siendo aquella. Es sólo que ya no es mi vida. Y no se trata de un capricho de crío que siempre quiso tal juguete. No; eso puede valer para el ligue adolescente. Aquí hablamos de aceptar como tu vida lo que la vida te ha deparado, en un punto y una persona en que se articula toda tu trayectoria pasada, como una recapitulación de todos los que has sido hatsa entonces, en que se enlaza de una manera madura, pero a la vez simbólica, con los anhelos de la infancia y con todas sus transformaciones. Yo no creo que eso pueda suceder más de una vez en la vida, sobre los 30 años, más o menos (no por casualidad muchos pueblos han señalado la edad mítica de los 33, edad de Cristo o de Zaratustra al salir a predicar).
Recuerdo cuando fui a recoger al aeropuerto a mi segunda rusa, que volvía de Riga de vacaciones. Íbamos en un taxi, con ella sentada atrás y yo en el asiento del conductor, mirando de vez en cuando por el espejo de arriba. Y os juro que estaba muy contento de poder volver a ser feliz, casi tanto por la chica como por el demostrarme a mi mismo no estar muerto emocionalmente. Como sabéis los hombres, a las mujeres les encanta preguntarnos eso de "¿en qué piensas?". Y normalmente, respondemos "en nada", y es cierto. Eso a ellas les inquieta, y no entienden que podamos tener a veces durante algún minuto la mente en blanco, sin ninguna imagen concreta. Pues bien, yo estaba con la mirada un poco perdida, y ella me lo debió de ver a través del espejo o intuirlo, porque me despertó un "¿en qué piensas?". Y, claro, dije, “en nada". Y mentí, como no suelo hacerlo nunca. Porque, efectivamente, mi mente había comenzado a ponerse en blanco mientras me sonreía con con feliz complacenca triunfal por volver a estar enamorado....pero en seguida la mente saltó a cosas aparentemente banales como "la verdad es que es más guapa que Julia (así se llamaba la otra)", "parece mentira que pueda estar con otra tras lo de Julia".....y la sonrisa de complicidad para conmigo mismo que me lanzaba, en realidad era la complicidad que tenía con aquella que había perdido para siempre. Yo estaba queriendo a mi nueva chica con locura, y de golpe, aparecía el mundo paralelo de mi verdadera vida. Eso es algo muy serio, señores. Y no tiene nada qe ver con falta de respeto para la nueva pareja ni nada así. Eso es lo grave. Ni muchísimo menos con que aún se quiera a la otra, de la que lo menos que se opina es que es una hija de puta que merece la horca. No, es independiente de todo eso y, por ello mismo, más profundo.
Ahora, al menos logro acostarme temprano y conciliar el sueño, no como los primeros dos años, en que me sorprendía a ls 4 de la mañana corriendo sin dirección determinada por cualquier barrio de la ciudad, o sentado sobre las escaleras de una boca de metro, sin ni siquiera sentir el frío del invierno alemán como referido a mi cuerpo.