Ahora, que he rematado por fin “Monster: The Jeffrey Dahmer Story”, no puedo dejar de pensar en él.
Que a ver, yo sabía bastante sobre él y creo que la serie se ajusta bastante a lo que yo había leído y a las entrevistas que había visto con él en el pasado, pero que te lo suelten todo junto en una serie de TV tan bien hecha, pues se te mete en la cabeza y no te suelta. O al menos a mí no me suelta.
Y es que me sucede con Jeff Dahmer que (y esto entiendo que sea impopular) me da la hostia de pena.
Si lo comparamos con el resto de “estrellas” asesinas en serie, Dahmer era totalmente distinto. Bundy era un chulo. Una especie de pijo asqueroso que, como suele pasar con los psicópatas, disfrutaba con el sufrimiento de sus víctimas. Y, finalmente, resultó ser un cobarde y un llorón.
Gazy era un tío repugnante, lo veas por donde lo veas. Nunca mostró arrepentimiento, etc. Ramírez era como una especie de máquina de matar, un paria que disfrutó su condición de estrella y del que yo, personalmente, no entiendo nada.
Pero Dahmer? Damer parecía un niño desubicado. Y no parece responder a los rasgos de un psicópata... no creo que fuese un narcisista, no creo que no empatizase y no creo que fuera un egocéntrico. Si nos fiamos de sus palabras, era todo lo contrario. A no ser que, por supuesto, fuese el mejor de todos a la hora de manipular a “su público”. En todo caso, esto no lo sabremos nunca. Pero Jeff, tío... que mal estabas, pero qué mal!
Y ya, al margen de todo lo demás, que pedazo de actor es Richard Jenkins. Hay dos secuencias suyas, en la serie, que casi me arrancaron lágrimas