Ya teníais que ser unos parias para que no os propusieran entrar en el selecto Círculo de las pajas en grupo,
Pues la verdad es que soy una persona muy discreta y no dije nada, cerré la puerta y me fui a otra habitación donde estaban otros colegas, llamando antes de entrar, que no fuera a ser que estuvieran también pollas ajenas en mano. Mis amigas, que no eran tales, simplemente iban a mi clase, nunca supieron de lo sucedido, porque no creo que sea yo nadie para contar estas situaciones con gente conocida y menos a esas soplapollas verduleras. Un club del finger no, pero me reitero en la envidia que me dio el nivel de amistad que tenían, yo tardé muchos años en contar con alguien en quien confiar mis neuras o mis inquietudes. Y sí, se corrió, y nunca mejor dicho, un tupido velo, jamás hablé con ellos de lo sucedido, aunque curiosamente había un par que se pasaban conmigo de vez en cuando, y desde ese día dejé de ser objetivo suyo. De machotes nunca han ido, eran más bien esos tíos callados y un poco raros que jugaban a rol y leían a Tolkien y esas cosas que en los 90, en un pueblo de poco más de 4000 habitantes se veía una rareza.
La única vez que comenté algo fue un día que me iba a la playa, y no recuerdo qué me dejé, que pasamos por casa mi padre y yo. Como había prisa abrí la puerta y entré zumbando, subí las escaleras y entré en mi cuarto a buscar lo que fuera. Y allí estaba un primo mío, chorra en mano y unas bragas en la otra, cascándose una señora paja a mi salud. A él no le dije nada porque me quedé sin palabras y no reaccioné hasta que subí al coche, que fue cuando se lo conté a mi padre. Aunque me molestó más el hecho del poco respeto de aprovechar el que no haya nadie en casa para colarse, más que la paja en sí.