El estrés en el supermercado

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Lurzum

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29 Jul 2006
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Llego a la cola del super con mi cesta de la compra y por las vísceras me sube una sensación, miro al cliente que espera mientras la cajera pasa sus artículos por el lector de códigos de barras sin parar cual autómata y me inquieto, me tenso, quiero acabar, terminar, que me cobre ya,joder ¿por qué? ¿tengo prisa? No, pero quiero salir de allí y Ohhhhh, al fin, mi turno.

Presta la cajera, sin mirarme apenas, me saluda con voz preprogramada y cantarina "holaaaa" me dice. Bip, bip, bip, pasa los artículos, bip, bip, "¡mierda!" -me digo- el puto lector no lee ese código y ahora tengo que esperar otros cinco segundos más. Paso el arco de seguridad y raudo veloz inicio la carga de mis compras en las bolsas. ¡Malditas bolsas! ¡no hay Dios que las abra sin más! Los artículos caen en cascada cajero abajo y los meto raudo veloz en las bolsas como un ladrón en una joyería y el bip bip, la caja registradora escribiendo con su chirriante sonido, el
hilo musical y el algarabío, miro la cola de la caja y veo caras de premura, impacientes tal que yo hace un instante, me quieren matar lo sé, desearían que mi cuerpo se volatirizara para poder adelantar unos segundos su trance de pasar por caja y largarse de allí. Sigo llenando bolsas cuando sin tregua escucho a la cajera decir en alto una cifra ¿qué hago, termino de meter la última lata de atún o saco la cartera ya? ¡qué atroces segundos de duda!

Saco la cartera y busco, ¿buscar los céntimos o entregar un billete grande? ¡Ni hablar! Eso conlleva más tiempo y por tanto más riesgo de morir atravesado por las miradas de los clientes del otro lado del mundo, quiero decir, del arco de seguridad. Billete grande y que se arregle la cajera. Termino de llenar y recibo el cambio y el ticket y al fin termina la pesadilla, el duro trance de pagar, de esperar en una tediosa cola un par de minutos de mi preciado tiempo. Las endorfinas me inundan como la heroína en las venas del adicto y respiro tranquilo. Al fin, Señor, al fin, y ahora a caminar en busca de la siguiente aventura del día, quizás esperar el puto autobús, pero como diría el Ende, esa es otra historia.
 
Que cartera si tu compras con cheques de Caritas, desgraciao.
 
Llego a la cola del super con mi cesta de la compra y por las vísceras me sube una sensación, miro al cliente que espera mientras la cajera pasa sus artículos por el lector de códigos de barras sin parar cual autómata y me inquieto, me tenso, quiero acabar, terminar, que me cobre ya,joder ¿por qué? ¿tengo prisa? No, pero quiero salir de allí y Ohhhhh, al fin, mi turno.

Presta la cajera, sin mirarme apenas, me saluda con voz preprogramada y cantarina "holaaaa" me dice. Bip, bip, bip, pasa los artículos, bip, bip, "¡mierda!" -me digo- el puto lector no lee ese código y ahora tengo que esperar otros cinco segundos más. Paso el arco de seguridad y raudo veloz inicio la carga de mis compras en las bolsas. ¡Malditas bolsas! ¡no hay Dios que las abra sin más! Los artículos caen en cascada cajero abajo y los meto raudo veloz en las bolsas como un ladrón en una joyería y el bip bip, la caja registradora escribiendo con su chirriante sonido, el
hilo musical y el algarabío, miro la cola de la caja y veo caras de premura, impacientes tal que yo hace un instante, me quieren matar lo sé, desearían que mi cuerpo se volatirizara para poder adelantar unos segundos su trance de pasar por caja y largarse de allí. Sigo llenando bolsas cuando sin tregua escucho a la cajera decir en alto una cifra ¿qué hago, termino de meter la última lata de atún o saco la cartera ya? ¡qué atroces segundos de duda!

Saco la cartera y busco, ¿buscar los céntimos o entregar un billete grande? ¡Ni hablar! Eso conlleva más tiempo y por tanto más riesgo de morir atravesado por las miradas de los clientes del otro lado del mundo, quiero decir, del arco de seguridad. Billete grande y que se arregle la cajera. Termino de llenar y recibo el cambio y el ticket y al fin termina la pesadilla, el duro trance de pagar, de esperar en una tediosa cola un par de minutos de mi preciado tiempo. Las endorfinas me inundan como la heroína en las venas del adicto y respiro tranquilo. Al fin, Señor, al fin, y ahora a caminar en busca de la siguiente aventura del día, quizás esperar el puto autobús, pero como diría el Ende, esa es otra historia.

Hazte un chequeo, las endorfinas (que mitigan el dolor) deberías haberlas liberado durante el suceso, no cuando has pagado. Ya de poco te valen si ibas a salir de allí.
 
Llego a la cola del super con mi cesta de la compra y por las vísceras me sube una sensación, miro al cliente que espera mientras la cajera pasa sus artículos por el lector de códigos de barras sin parar cual autómata y me inquieto, me tenso, quiero acabar, terminar, que me cobre ya,joder ¿por qué? ¿tengo prisa? No, pero quiero salir de allí y Ohhhhh, al fin, mi turno.

Presta la cajera, sin mirarme apenas, me saluda con voz preprogramada y cantarina "holaaaa" me dice. Bip, bip, bip, pasa los artículos, bip, bip, "¡mierda!" -me digo- el puto lector no lee ese código y ahora tengo que esperar otros cinco segundos más. Paso el arco de seguridad y raudo veloz inicio la carga de mis compras en las bolsas. ¡Malditas bolsas! ¡no hay Dios que las abra sin más! Los artículos caen en cascada cajero abajo y los meto raudo veloz en las bolsas como un ladrón en una joyería y el bip bip, la caja registradora escribiendo con su chirriante sonido, el
hilo musical y el algarabío, miro la cola de la caja y veo caras de premura, impacientes tal que yo hace un instante, me quieren matar lo sé, desearían que mi cuerpo se volatirizara para poder adelantar unos segundos su trance de pasar por caja y largarse de allí. Sigo llenando bolsas cuando sin tregua escucho a la cajera decir en alto una cifra ¿qué hago, termino de meter la última lata de atún o saco la cartera ya? ¡qué atroces segundos de duda!

Saco la cartera y busco, ¿buscar los céntimos o entregar un billete grande? ¡Ni hablar! Eso conlleva más tiempo y por tanto más riesgo de morir atravesado por las miradas de los clientes del otro lado del mundo, quiero decir, del arco de seguridad. Billete grande y que se arregle la cajera. Termino de llenar y recibo el cambio y el ticket y al fin termina la pesadilla, el duro trance de pagar, de esperar en una tediosa cola un par de minutos de mi preciado tiempo. Las endorfinas me inundan como la heroína en las venas del adicto y respiro tranquilo. Al fin, Señor, al fin, y ahora a caminar en busca de la siguiente aventura del día, quizás esperar el puto autobús, pero como diría el Ende, esa es otra historia.


No me creo que salgas de casa,ningun forero de aqui ha salido nunca de su casa.
 
Buena narración, la verdad es que a mi tambien me toca los cojones esperar parsimoniosamente y en calma total que la abuela acabe de pasar por caja, buscando monedas de céntimos -sin contar las veces que compra artículos con códigos de barra inexistentes o ilegibles-.

Pero lo que me come la moral es la velocidad a la que la cajera pasa mis articulos a la bandeja posterior, cuando no doy por el culo a mi madre todo lo que a ella le gustaría a llenar las putas bolsas -pegadas entre ellas con pegamento superglub 3 o su puta madre- que me queden todavía 20 articulos por embolsar y que la cajera esté cantandome el importe para que vaya sacando al puta targeta -la mitad de las veces no oigo cuantos euros me cobran-.

Coño!!! parece como si hiciera una carrera, a ver quien acaba antes, si ella de pasar artículos por el puto láser o yo de embolsar la compra, aún sabiendo que ella tiene la ventaja de pasar el último artículo y así ganar.

En más de una me he visto lanzándole una lata de tomate triturado de 1 kilo por tocarme los cojones... pero uno tiene autocontrol.
 
Muy interesante tu vida. Espero impaciente la segunda entrega, cuando el seguridad te detiene por haber robado pepinos y mantequilla.
 
No me creo que salgas de casa,ningun forero de aqui ha salido nunca de su casa.


Pues por eso estaba tan inquieto el freak! Era de las primeras veces que sale de casa solo y le da la luz solar en su rostro y pringoso palido, haciendo que las cabezas de los granos se vuelvan blancas cual desechos genéticos y salgan brotes de sudor por cada poro sucio de su cara..


Joder que asco me dao escribiendolo.
 
Chica_Converse rebuznó:
yo estoy mas fuera de casa que en casa



A ti de momento no se te puede considerar forero/a hasta que no te escanees las tetas.
 
No nos interesa tu puta vida. SUBNORMAL.
 
Vosotros no sabeis lo que es el estres en estado puro, un dia me pondre en plan chochon y os contare buenas experiencias de la vida militar.
 
ElGordoCabron rebuznó:
196 gilipolleces escritas en menos de un mes y no eres capaz de ser original, enhorabuena.

Pues lo tuyo es peor, porque tienes escritas mas gilipolleces y has tenido mas tiempo para ser original que yo.
 
Chica_Converse rebuznó:
yo estoy mas fuera de casa que en casa

claro, la clandestinidad es lo que tiene,... preparar las manifas, los pasquines antifascisatas, las clases de monociclo.... la vida revolucionaria no te deja un minuto libre.

:twisted::twisted::twisted:
 
Callad hijosdeputa, me estais creando ansiedad.

Me viene a la mente la puta cajera mascando chicle, pasando por el código de barras los artículos a todo capullo, dándole igual si es pan tostado, como si son cogelados, fruta, latas o los jodidos y deicados huevos. Ella sigue a lo suyo, con la mirada perdida y amontonándotelo todo.

Yo mientras intento sin fortuna abrir las putas bolsas de plástico que están pegadas y se resbalan entre mis dedos, e intento clasificar lo que la maldita zorra ha deshecho en un minuto (ya que lo había dejado todo ordenado en la cinta transportadora).

En es instante de agonía oyes una voz autómata que te dice "son tantos leuros por favoooooor" y ni te mira a la cara, pero no deja de mascar como un puto rumiante .

Me encantaría en ese mismo momento engacharla del cuello y aostiarla metiéndole la cabeza entre la montonera que me ha liado y gritarle: " mira lo que has hecho puta, con tus putas prisas, ahora vas a llenarme las bolsas, y una vez hayas terminado y esté todo en el jodido carro, te pagaré tranquilamente ".

Por eso comprendo lo que siente el autor del hilo cuando sale por la puerta.

No sé si serán las endorfinas o sus muertos, pero es un alivio que te cagas.
 
No hacer la compra por Internet a estas alturas es de pobres.
 
Llego a la cola del super con mi cesta de la compra y por las vísceras me sube una sensación, miro al cliente que espera mientras la cajera pasa sus artículos por el lector de códigos de barras sin parar cual autómata y me inquieto, me tenso, quiero acabar, terminar, que me cobre ya,joder ¿por qué? ¿tengo prisa? No, pero quiero salir de allí y Ohhhhh, al fin, mi turno.

Presta la cajera, sin mirarme apenas, me saluda con voz preprogramada y cantarina "holaaaa" me dice. Bip, bip, bip, pasa los artículos, bip, bip, "¡mierda!" -me digo- el puto lector no lee ese código y ahora tengo que esperar otros cinco segundos más. Paso el arco de seguridad y raudo veloz inicio la carga de mis compras en las bolsas. ¡Malditas bolsas! ¡no hay Dios que las abra sin más! Los artículos caen en cascada cajero abajo y los meto raudo veloz en las bolsas como un ladrón en una joyería y el bip bip, la caja registradora escribiendo con su chirriante sonido, el
hilo musical y el algarabío, miro la cola de la caja y veo caras de premura, impacientes tal que yo hace un instante, me quieren matar lo sé, desearían que mi cuerpo se volatirizara para poder adelantar unos segundos su trance de pasar por caja y largarse de allí. Sigo llenando bolsas cuando sin tregua escucho a la cajera decir en alto una cifra ¿qué hago, termino de meter la última lata de atún o saco la cartera ya? ¡qué atroces segundos de duda!

Saco la cartera y busco, ¿buscar los céntimos o entregar un billete grande? ¡Ni hablar! Eso conlleva más tiempo y por tanto más riesgo de morir atravesado por las miradas de los clientes del otro lado del mundo, quiero decir, del arco de seguridad. Billete grande y que se arregle la cajera. Termino de llenar y recibo el cambio y el ticket y al fin termina la pesadilla, el duro trance de pagar, de esperar en una tediosa cola un par de minutos de mi preciado tiempo. Las endorfinas me inundan como la heroína en las venas del adicto y respiro tranquilo. Al fin, Señor, al fin, y ahora a caminar en busca de la siguiente aventura del día, quizás esperar el puto autobús, pero como diría el Ende, esa es otra historia.


Probablemente sufres esquizofrenia. Debes acudir urgentemente a un especialista.
 
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