De la Sorna
Forero del todo a cien
- Registro
- 11 Nov 2009
- Mensajes
- 109
- Reacciones
- 0
Uno de los problemas de este subforo es que pocas veces se distingue entre si se está hablando de buscar una mujer para una "relación" o un simple "rollo".
Para lo primero, dudo que estos factores influyan, soy de esos que aún creen en que si los sentimientos son sinceros, no hay nada más que importe. Eso sí, eso pasa muy de vez en cuando, pocas veces se cruza la línea que separa el deseo carnal (que también nubla la mente) y se llega al intelectual.
Por otro lado está el ligar. El buscarte a alguien con quien follar un par de meses. Ahí sí que influye, por lo menos a mi edad.
Lo estoy viviendo todo el rato, por circunstancias, vivo entre dos lugares distintos: Se podría decir que paso dos tercios de mi tiempo en Madrid y el resto, en el mar.
En mi vida mesetaria no ligo jamás. Nunca. Cuando salgo con mis amigos, ninguna hace la más mínima intención de prestarnos atención. Como mucho, he tenido novia, pero sólo tras estar un par de meses detrás de ella, de conocernos, de muchas despedidas titubeantes.
Es normal, una ciudad del extrarradio: las jessys nos desprecian a mí y a mis amigos, y nuestra nunca disimulada superioridad intelectual hace que las "modernillas" también nos den la espalda (y no precisamente sin pantalones).
Con mi edad (todavía me falta tiempo para llegar a los veinte), las chicas buscan aquello de lo que siempre nos quejamos: al más guay del instituto, al que tiene la moto más trucada, etc.
No prestan atención al grupillo que siempre está en la esquina de un bar lleno de gente mayor que ellos discutiendo sobre Huidobro, sobre la influencia de Gómez De la Serna en Umbral o sobre si García Montero merece su éxito (NO). Ni siquiera cuando el adolescente que defendía exaltado un momento antes a Cadalso (para bostezo generalizado) saca la guitarra y entona Suzanne con gestos impostados, ni siquiera en ese momento, se fija ninguna en nosotros. A lo sumo alguna treintañera que nos mirará como a unos animalillos de circo.
Es el precio a pagar por intentar escapar del mundo del commieblock que nos rodea y no caer en las guitarras que matan dragones y las fans de Paulo Coelho obesas.
El otro tercio de mi vida lo paso en el Mediterráneo. En un pueblo costero lleno de chiringuitos, discotecas y cuerpos bronceados. Lo normal sería pensar que en ese ambiente sigo sin tener nada que hacer. Pero no. Proyecto una imagen totalmente distinta, de deportista, de triunfador e, incluso, de rico.
He tenido la suerte de estar relacionado con el mundo de la naútica desde pequeño. Navego desde los 6 años y soy monitor de vela desde hace 3. También trabajo para una empresa de chárter de veleros.
Así que tengo total acceso a todos los barcos de mi club, así como a los veleros de la empresa (que, por cierto, no bajan de 12m.). Me he ganado la confianza de mis jefes y ahora ellos me dejan usarlos cuando y como quiera, lógico, teniendo en cuenta que yo aprecio esos barcos más que ellos mismos.
El caso es que en estas temporadas "marineras" prácticamente me tengo que sacudir a las chicas. Curiosamente la gente del pueblo hace botellón en los muelles para que no les pille la policía local. Yo, que no tengo carnet de conducir pero sí PY, llego en alguna de las lanchas del club, haciendo todo el ruido y todas las olas que puedo con el fueraborda.
Ya he conseguido toda la atención y todas las miradas de las chicas. Después, un poco de conversación insustancial, un "¿Quieres darte una vuelta en la lancha?" y a una milla de la costa, se apaga el motor y a por ella.
Este verano me he hartado de hacerlo. Pero aún más gracioso es ir a chiringuitos-discoteca en la playa.
Cojo, junto a un amigo, también de mi edad y bastante perroflautoso un cacharro tal que este:
Bavaria 44, preferiríamos un Moody o un Grand Soleil, pero eso ellas no lo saben y encima tiene acastillaje Harken, el que más bragas moja.
Fondeamos justo enfrente del chiringuito-discoteca-cosa en cuestión y desembarcamos en una barquita auxiliar. Con nuestro barco flotando detrás con apostura y gallardía, comenzamos a buscar a aquellas chicas que, con 4 o 5 años más que nosotros, muestren mejores maneras zorriles.
Nos acercamos a un grupito, mi amigo con sus rastas sucias y yo con una camiseta del grandioso Paul Weller y les decimos que si quieren tomar algo (nuestros trabajillos naúticos dan para bastante, a esta edad en que no tienes ningún gasto que no sea cubierto por los padres). Ellas se sonríen, se ríen de nosotros, pero suelen aceptar la invitación, antes de mandarnos a tomar por culo. Es el momento de hacernos los sorprendidos, de decir que se nos ha olvidado el dinero y que lo tenemos en el barco (y señalar hacia el balandro). Se ríen más, creyendo que es mentira, cogemos la lanchilla, vamos al barco, subimos, cogemos dinero y volvemos.
Su actitud cambia por completo. Nos escuchan e incluso nos ríen las bromas, hasta fingen interés por los cuentos de Chéjov. No os pretendo engañar, la mayoría de las veces y aún con yate, nos consideran demasiado niñatos para ellas y se van, pero ha habido ya varias en las que las hemos embarcado.
Una vez están arriba es muy fácil seguir emborrachándolas y, aunque sea triste, si he follado ha sido gracias a esto.
Cierto es que para contar mi vida también podría haberme hecho un blog, pero quería compartir esto con vosotros, para que viérais que esa sensación de necesitar "algo más", algo que te haga sobresalir entre los demás, es aún mayor a estas edades.
Y ese algo más suele ser el dinero.
Para lo primero, dudo que estos factores influyan, soy de esos que aún creen en que si los sentimientos son sinceros, no hay nada más que importe. Eso sí, eso pasa muy de vez en cuando, pocas veces se cruza la línea que separa el deseo carnal (que también nubla la mente) y se llega al intelectual.
http://www.youtube.com/watch?v=wssTfLWz0Cw
She's gonna listen to her heart, yeah, mi pelo es lacio y pajizo, yeah
She's gonna listen to her heart, yeah, mi pelo es lacio y pajizo, yeah
Por otro lado está el ligar. El buscarte a alguien con quien follar un par de meses. Ahí sí que influye, por lo menos a mi edad.
Lo estoy viviendo todo el rato, por circunstancias, vivo entre dos lugares distintos: Se podría decir que paso dos tercios de mi tiempo en Madrid y el resto, en el mar.
En mi vida mesetaria no ligo jamás. Nunca. Cuando salgo con mis amigos, ninguna hace la más mínima intención de prestarnos atención. Como mucho, he tenido novia, pero sólo tras estar un par de meses detrás de ella, de conocernos, de muchas despedidas titubeantes.
Es normal, una ciudad del extrarradio: las jessys nos desprecian a mí y a mis amigos, y nuestra nunca disimulada superioridad intelectual hace que las "modernillas" también nos den la espalda (y no precisamente sin pantalones).
Con mi edad (todavía me falta tiempo para llegar a los veinte), las chicas buscan aquello de lo que siempre nos quejamos: al más guay del instituto, al que tiene la moto más trucada, etc.
No prestan atención al grupillo que siempre está en la esquina de un bar lleno de gente mayor que ellos discutiendo sobre Huidobro, sobre la influencia de Gómez De la Serna en Umbral o sobre si García Montero merece su éxito (NO). Ni siquiera cuando el adolescente que defendía exaltado un momento antes a Cadalso (para bostezo generalizado) saca la guitarra y entona Suzanne con gestos impostados, ni siquiera en ese momento, se fija ninguna en nosotros. A lo sumo alguna treintañera que nos mirará como a unos animalillos de circo.
Es el precio a pagar por intentar escapar del mundo del commieblock que nos rodea y no caer en las guitarras que matan dragones y las fans de Paulo Coelho obesas.
El otro tercio de mi vida lo paso en el Mediterráneo. En un pueblo costero lleno de chiringuitos, discotecas y cuerpos bronceados. Lo normal sería pensar que en ese ambiente sigo sin tener nada que hacer. Pero no. Proyecto una imagen totalmente distinta, de deportista, de triunfador e, incluso, de rico.
He tenido la suerte de estar relacionado con el mundo de la naútica desde pequeño. Navego desde los 6 años y soy monitor de vela desde hace 3. También trabajo para una empresa de chárter de veleros.
Así que tengo total acceso a todos los barcos de mi club, así como a los veleros de la empresa (que, por cierto, no bajan de 12m.). Me he ganado la confianza de mis jefes y ahora ellos me dejan usarlos cuando y como quiera, lógico, teniendo en cuenta que yo aprecio esos barcos más que ellos mismos.
El caso es que en estas temporadas "marineras" prácticamente me tengo que sacudir a las chicas. Curiosamente la gente del pueblo hace botellón en los muelles para que no les pille la policía local. Yo, que no tengo carnet de conducir pero sí PY, llego en alguna de las lanchas del club, haciendo todo el ruido y todas las olas que puedo con el fueraborda.
Ya he conseguido toda la atención y todas las miradas de las chicas. Después, un poco de conversación insustancial, un "¿Quieres darte una vuelta en la lancha?" y a una milla de la costa, se apaga el motor y a por ella.
Este verano me he hartado de hacerlo. Pero aún más gracioso es ir a chiringuitos-discoteca en la playa.
Cojo, junto a un amigo, también de mi edad y bastante perroflautoso un cacharro tal que este:
Bavaria 44, preferiríamos un Moody o un Grand Soleil, pero eso ellas no lo saben y encima tiene acastillaje Harken, el que más bragas moja.
Fondeamos justo enfrente del chiringuito-discoteca-cosa en cuestión y desembarcamos en una barquita auxiliar. Con nuestro barco flotando detrás con apostura y gallardía, comenzamos a buscar a aquellas chicas que, con 4 o 5 años más que nosotros, muestren mejores maneras zorriles.
Nos acercamos a un grupito, mi amigo con sus rastas sucias y yo con una camiseta del grandioso Paul Weller y les decimos que si quieren tomar algo (nuestros trabajillos naúticos dan para bastante, a esta edad en que no tienes ningún gasto que no sea cubierto por los padres). Ellas se sonríen, se ríen de nosotros, pero suelen aceptar la invitación, antes de mandarnos a tomar por culo. Es el momento de hacernos los sorprendidos, de decir que se nos ha olvidado el dinero y que lo tenemos en el barco (y señalar hacia el balandro). Se ríen más, creyendo que es mentira, cogemos la lanchilla, vamos al barco, subimos, cogemos dinero y volvemos.
Su actitud cambia por completo. Nos escuchan e incluso nos ríen las bromas, hasta fingen interés por los cuentos de Chéjov. No os pretendo engañar, la mayoría de las veces y aún con yate, nos consideran demasiado niñatos para ellas y se van, pero ha habido ya varias en las que las hemos embarcado.
Una vez están arriba es muy fácil seguir emborrachándolas y, aunque sea triste, si he follado ha sido gracias a esto.
Cierto es que para contar mi vida también podría haberme hecho un blog, pero quería compartir esto con vosotros, para que viérais que esa sensación de necesitar "algo más", algo que te haga sobresalir entre los demás, es aún mayor a estas edades.
Y ese algo más suele ser el dinero.