He oído el dulce rumor de unos dedos rasgando una lira al compás de una voz declamando los versos más amorosos del Píndaro. ¿Alguien pregunta por mí? Ayer no quise hablar nadie, la ira me dominaba de tal forma que hubiera podido responder con palabras hirientes y mal ponderadas. No es bueno dejar que la furia y la tristeza dirijan tu lengua. Hoy vuelvo a ser dueño de mi verbo y quiero responder a los que piden una explicación a mi eterna filiación en el raulismo.
Siempre he dicho que el mayor mal que Raul ha podido hacer al Madrid ha sido actuar de pararrayos, concentrar las culpas sobre su persona y convertir un partido de 180 minutos en un debate sobre la transcendencia de su juego, su mal juego, en los últimos 10 minutos del partido. El Gran Capitán, en ese periodo de tiempo, tuvo las mismas ocasiones de marcar que cualquier otro jugador del equipo blanco: ninguna. En el último tramo del encuentro, no creamos ni una sola ocasión de peligro.
Os pido algo en lo que todos deberíamos estar de acuerdo. Amar más al Real Madrid de lo que odiáis a Raul. Desde el amor, podemos encontrar las verdaderas causas, pero, como diría Lao Tse, "presa del deseo sólo vemos sus manifestaciones sin llegar a comprenderlo".