Los argumentos no tienen que ser pesados, tienen que ser veraces. La erudición, de la que podría hacer buena gala, es uno de los mayores cánceres del mundo académico, con la que se disimula la intrascendencia de muchísimos trabajos. Yo no suelto palabrería, a ninguno de mis enunciados les sobra o falta una palabra. Dicen lo que tienen que decir porque es necesario. Otra cuestión es que te cueste entenderlos, conectarlos y extraer las ideas que subyacen en su conjunto.
Tú problema es que saltas de categoría, de lo particular a lo general, de lo legal a lo práctico, en función de lo que te conviene para no reconocer una realidad que choca contra tu sensibilidad. Tu pregunta tiene varias respuestas: en el plano particular, algunas sí y otras no. En el plano general, sí. En el plano legal, no. En el plano práctico, sí. Estás en tu derecho de hacerte trampas al solitario, pero es absurdo y no obtienes nada de valor, solo una falsa y negativa sensación de refuerzo de determinados axiomas muy arraigados en ti por los vínculos emocionales que han creado. Eso, al final, te impide crecer, evolucionar, seguir siendo, ser más de lo que eres.
Muy bien, pues resulta que los datos señalan que en esa mayoría de empleados que están en una categoría inferior, la mayoría son mujeres. Esto es así independientemente de si te gusta o no, de si lo aceptas o no. Ya es cuestión tuya aceptar la realidad y lidiar con ella o vivir como un subnormal creándote una realidad paralela de negaciones e irracionalidades basadas en negar la existencia de una brecha y a la vez explicar los motivos de una brecha que no existe.
Lo dices como si tú fueses una joya que se está perdiendo el mundo. A lo mejor la pregunta es quién va a querer enamorarse de un pringado como tú.