La liberación material del Hombre por la Máquina hace necesaria, como ya hemos dicho,
además de la reducción de la jornada laboral, la distribución de un Dividendo Nacional. Somos,
todos, accionistas de la poderosa empresa -en su vertiente económica- Europa S. en C. Como
accionistas, es lógico que tenemos derecho a cobrar un dividendo, de la misma manera que
cuando las cosas van mal, todos debemos contribuir, volens nolens, a la “ampliación de Capital”,
es decir, a soportar a nuestros actuales mini-Estados, tan quisquillosos como incapaces, a pagar
extenuantes impuestos incluyendo el “impuesto de la sangre” que suele cobrarse sin que lo
“vote” Parlamento alguno.
El Dividendo Nacional, además, se justifica a sí mismo como necesaria alternativa del
injusto sistema actual de los seguros sociales, y, sobre todo, del subsidio contra el Paro. Este
subsidio del Paro -paro provocado en parte por el constante perfeccionamiento de la Máquinaes,
básicamente, injusto. En primer lugar, no existe a consecuencia de nuestro absurdo sistema
económico actual, sino a pesar de él, y para evitar que se derrumbe. Pero, de cualquier modo, es
culpable de una doble injusticia: la primera, proceder del bolsillo de los que están trabajando; la
segunda, no poder evitar, al que cobra tal subsidio, la humillación de saber de dónde procede.
Hay, además, un inconveniente suplementario: no puede evitar la creación de parásitos que no
hayan sido echados de su empleo por la Máquina, sino por su propia vagancia. De manera que la
actual situación ofrece, en realidad, tres soluciones: la primera consiste en continuar agobiando
con impuestos a los que trabajan para poder pagar a los que no trabajan; primando a la
laboriosidad en beneficio de la gandulería o de la “desgracia” del progreso de determinada
máquina. La segunda consiste en considerar como unos indeseables, como unos malhechores
públicos a todos los sabios, inventores, técnicos, ingenieros, científicos; a los Watt, Newcomen,
Papin, Lavoisier, Edisson, Faraday, Otto Hahn, que cometieron el crimen de aligerar, con sus
portentosas realizaciones, el trabajo de sus contemporáneos.
Y la tercera y última, consiste en
reconocer, francamente, que aquellos a quienes la Máquina va dejando sin trabajo tienen derecho
a recibir dinero para hacer frente a sus necesidades, y, además, a recibirlo de manera que no sea
motivo de sonrojo ni humillación para ellos. Como salta a la vista que ni la primera ni la segunda
alternativa dan una solución satisfactoria y digna, debemos aceptar la tercera. Esta tercera
solución tiene la ventaja de que se ocupa de todos los habitantes del país, trabajadores o no.
Tiene en cuenta lo que, para nosotros es un axioma: que la vieja noción de que el trabajo es lo
único que da derecho al Dinero, debe ser completada con la idea de que la Vida es, por sí misma,
generadora de un derecho primordial al Dinero.
No debemos olvidar jamás que, en Economía, tan importante es el Productor como el
Consumidor, a parte de que en la población activa todos somos productores y consumidores a la
vez. Si se llevase, como es elementalmente imperativo y necesario, una Contabilidad Nacional 16,
se sabría, con exactitud, el Balance Anual. y una vez descontadas las cantidades que para el
Presupuesto del siguiente ejercicio se destinaran a inversiones en obras públicas de rentabilidad a
largo plazo, armamentos, Instrucción Pública, etc. se sabría el beneficio a repartir entre los
accionistas de la razón social Europa S. en C. Naturalmente, nada nos obliga a repartir todo el
beneficio entre los accionistas.
Lo económicamente justo y suficiente sería repartir un mínimo
vital a todos los habitantes. Los estudios del Comandante Douglas 17, circunscritos a Escocia,
han demostrado que bastaría repartir un 2 o 3 por ciento de los beneficios nacionales para
asegurar un mínimo vital por él calificado de “decente”. y lo que en Escocia se califica de tal, en
regiones menos favorecidas de Europa, como Sicilia, Irlanda, Castilla o Carelia se apelaría, como
mínimo, “bastante bueno”.
¿Es esto posible? Aritméticamente, es no sólo posible, sino seguro. ¿Por qué? Por que si,
como en el caso de los Estados Unidos, la Deuda Pública es muy superior a todo el valor del
país, y la moneda falsa, es decir, la Moneda Crédito, supera dieciocho veces a la moneda legal
ténder, y logran pagar salarios falsos -salarios de paro- a su población inactiva, que asciende al 9
por ciento, tenemos que este nueve por ciento representa sólo una onceava parte. De manera que mientras 1/11 sea mayor que 1/18 ello será posible.
No olvidemos que los subsidios a los parados
se pagan con dinero auténtico, es decir, con moneda legal-ténder. O sea que 1/18 del dinero
existente es largamente suficiente para pagar a un onceavo de productores en paro forzoso, Bien
cierto es que estos productores en paro no representan al once por ciento de la población total del país, pero no es menos cierto que debe quedar necesariamente mucho papel moneda para hacer frente a los desembolsos diarios de todos los ciudadanos en todo el país.
En otras palabras,
substituyendo el dinero falso actual por dinero auténtico, legal, tendríamos una masa fiduciaria
dieciocho veces mayor, mientras que una fracción de un dieciochoavo de esa masa -repetimos,
una parte de ese dieciochoavo- ya basta para pagar el salario falso de un once por ciento de una
población en paro forzoso... Y lo que es posible en los Estados Unidos, lo es igualmente en
Europa, y especialmente en España, donde la proliferación de bancos ha llegado a crear una
superestructura de créditos sin parangón en otros países hermanos.
Hemos dicho que, en nuestra época, la Vida misma confiere ya un derecho al dinero,
complementario al Trabajo como derecho único a la obtención de! dinero, según el antiguo
concepto, válido hasta el invento de Watt.
Toda persona, desde el momento de su nacimiento, deberá recibir, como accionista de Europa S. en C. la parte que le corresponda de Dividendo Nacional. Consideramos que es absurdo e injusto que la Sociedad sólo se ocupe de los enfermos, de los tarados, de los ancianos y de los desocupados. ¿Es que las personas sanas, normales, que aún no han llegado a la edad canónica, y que trabajan no merecen que nadie se ocupe de ellas?
Digamos que, por lo menos, lo merecen tanto como las demás. Por eso abogamos por la
desaparición de toda esa colección de Seguros y Pensiones Sociales, substituyéndolo por el
Dividendo Nacional, como un mínimo vital, igual para todos. El simple hecho de implantar el
Dividendo Nacional demostraría prácticamente que Europa S. en C. era solvente, mientras que la
cuantía del dividendo indicaría el grado de prosperidad de la Nación-Europa. Además, el
Dividendo Nacional permitiría que el Estado no perjudicase a quienes debiera recompensar, ni
premiase a quienes debiera sancionar. Llevando su Contabilidad Nacional en orden, lograría
tener su Economía en orden.
Naturalmente, una cierta dosis de prudencia y sentido común sería de necesaria
aplicación, sobre todo en los ejercicios iniciales, de manera que los primeros dividendos a
repartir fuesen bajos, lo más bajos posible, cubriendo el mínimo vital sólamente .
Somos conscientes de que a los eternos pesimistas, la simple idea de un Dividendo
Nacional -incluso sin precisar su alcance o cuantía- les hace pensar irresistiblemente que en el
país en que se aceptare tal idea, el trabajo cesaría ipso facto y todos se tumbarían .en una
hamaca. A esto podemos responder lo siguiente:
Aún cuando éste sucediese, y el Estado lo tolerase, duraría muy poco tiempo,
pues el Dividendo Nacional disminuiría o cesaría por completo, tan pronto como el resultado del
siguiente Balance Nacional apareciera negativo, es decir , deficitario. Y al no haber beneficios,
no habría dividendos.