una chica que ejercía la prostitución y yo nos enamoramos
Hará ya cosa de dos años, estaba de permiso y regresé a mi ciudad. Como había perdido el contacto con los amigos y estaba en esos momento de necesidad mandrilesca que todos pasamos alguna que otra vez, decidí una noche irme a un polígono donde suelen haber estos clubs con pinta de macrodiscoteca. No hace falta describirlos.
En fin, que entré en uno y me tomé un par de copas. Iba a irme, porque no me gustaba mucho el ambiente que allí había, cuando vi una chica alta, robusta, media melena rubia, ojos azules, y con la piel más blanca y suave que el marmol. Aún recuerdo su tacto, y puedo decir que no he vuelto a encontrar a otra mujer como ella. Se llamaba L., su nombre me lo guardo para mi, y era de Sao Paulo, pero de orígenes italianos. Y no la vi como una lumi. Me acerqué a ella, charlamos, etc. Subí con ella y fue sin duda una noche inolvidable.
Y fueron varias noches inolvidables, noches que tenía que pagar, por supuesto, hasta que ella dijo basta y empezamos a quedar fuera de aquel sitio, sin dinero de por medio. Dejó el club y se vino a vivir a mi piso. Era una chica excepcional, en el sentido mas estricto del término. Muy agradable con todo el mundo, hasta a los vecinos les caía bien. A mis familiares les dije que era italiana, eso fue lo que ella decidió que les dijera. Me contaba cosas de su familia, de Brasil, me enseñaba fotos de sus familiares, se interesaba por lo que yo le contaba, paseábamos juntos, hacíamos cosas juntos. Teníamos la misma edad. En su país era maestra de primaria y le encantaban los niños. Pero la vida es muy perra a veces.
El caso es que dejó de ejercer y buscó un trabajo, y lo encontró, de cajera en un hipermercado. Y así estuvimos estupendamente durante casi un año, tiempo en el que yo por razones de trabajo pasaba semanas fuera de mi ciudad. Creo que conviene decir que planeábamos casarnos.
En una de esas, cuando llegué a casa, ella se había ido. Me dejó un escrito en el ordenador. Me dijo que un par de sus jefecillos del hipermercado la habían reconocido de cuando ejercía en el club, no de que subieran con ella, sino de verla por allí. Entre los dos cabrones le montaron una especie de trampa y ella se vio acorralada. Así que se despidió del trabajo, recogió su ropa y sus cosas y se marchó de casa. Me dijo que me quería, que era un buen hombre pero que ella no era una buena mujer (eso decía ella, porque para mi si que lo era), y que no quería tener un marido al que señalaran por la calle de tener una mujer puta (con esas palabras lo dijo). También me dijo que no la buscase, que si de verdad la quería que no la buscase (también con esas palabras).
Bueno, ni que decir tiene que me quedé hecho una mierda, porque nunca pensé en enamorarme de nadie, no realmente, y después de tantas desilusiones con chicas encontré a una mujer de la que me enamoré hasta el sin sentido. Hice por buscarla, pero no la encontré. Más o menos me he recuperado, y aunque ahora salgo en serio con una chica, desde luego no he vuelto a sentir todavía nada igual por otra mujer. He tenido aventurillas, nadie es perfecto, pero ya no he vuelto a ir a ningún club.
Bueno, la verdad siento haberme enrollado tanto, pero es que llevaba ya mucho tiempo deseando contar esto con toda su verdad, y lo cierto es que me ha servido de alivio. Lo que he querido decir con todo esto es que la sociedad, nuestros padres, nuestra educación, todo lo que nos rodea nos dice que todos tenemos nuestra media naranja, pero que casualidad que nuestra media naranja está siempre en nuestro barrio, en nuestra clase, en nuestro trabajo o en el pueblo de al lado. Mi media naranja venía de Sao Paulo, era italiana y dudo mucho que alguna vez la vuelva a encontrar.