Los animalistas me dan asco. Son unos malditos lamepezuñas que viven en su burbuja de fantasía. Para ellos tiene la misma importancia salvar al Lince Ibérico de la extinción que mantener a una colonia de gatos callejeros. O que te montan un pollo porque has pisoteado un hormiguero. Es que no me jodas, no es lo mismo ni de lejos.
Me cabrea que sean tan cortos de miras. Anda que no hay temas importantes como modelos de economía sostenible, la contaminación de acuíferos, el fracking, el planteamiento de potenciar el mundo rural, frenar la escalada de poder de Monsanto, mantener las zonas protegidas libres de constructores y cazadores, valorar y proteger nuestro entorno natural, agrícola y ganadero como activo importante de nuestro PIB, desarrollar y fomentar las energías renovables...
Pero no. Siempre con pajas mentales que no van a ninguna parte, fijándose sólo en las pequeñas cosas que le molestan a un animalista urbanita que derrocha agua y kilowatios con su iMac pero le dan penica los perros y gatos expuestos en una tienda de mascotas (ay no, perdón... compañeros no-humanos). Al final han conseguido que cierren unas cuantas. Sí, ya lo se que son seres vivos y no peluches. Ahora se lo cuentas al que ha perdido su negocio.
A cualquiera de estos los metes en una granja-escuela durante 15 días, y en menos de una semana están lloriqueando porque no aguantan a las moscas, mosquitos, avispas, el polen y el olor a estiercol del huerto.
Anda y que les den por culo.