naxo
Muerto por dentro+
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Estimados amigos, me encuentro preocupado, y mucho, joder.
Ayer mi vida era estupenda: me duchaba si me apetecía, me tocaba los huevos en el trabajo, me hacía mi pajilla en casa, me limpiaba el grumo con mi calcetín del amor...todo era perfecto e iba sobre ruedas.
Lo mejor de todo era que vencí uno de mis miedos más ancestrales: cagar fuera de casa. Ante todo, no quiero que confundan esta historia con la que se ha comentado anteriormente sobre Cagar en casas ajenas.
En fin, no soy una persona que acostumbre a cagar fuera de casa, ya que me entra el canguelo, me pongo nervioso y, eso, el intestino lo nota, por lo que el ultimo ñordo descargado siempre me obliga a usar bidé(t). Pero de un tiempo a esta parte, eso cambió radicalmente. Podía cagar fuera de casa, y me acostumbre tanto a ello, que mi cuerpo me solicitaba soltar unos tronquitos después de comer. Nada como descargar sin miedo ni prisas escuchando el "Choff" del turroncete al zambullirse.
Es obvio que la clave de eso es una dieta sana y equilibrada, sin mezclar alimentos o bebidas incompatibles los unos con los otros.
Pero amigos, la llegada del fin de semana es como dejar a un gremlin en malas manos: todas las reglas se rompen, y lo que debe ser una cena equilibrada y nutritiva se convierte en medio paquete de almendras saladas, banderillas picantes y piksa 4 quesos, todo regado con una refrescante pessi.
No importa si ha habido un sueño reparador, una tocada de cojones en el trabajo y un nuevo calcetín del amor listo para lavar. Las últimas ingestas pueden ser claves para la calificación final del día.
Y el resultado de esa mezcla tiene funestas consecuencias, pues pasamos de ésto:
a ésto
Amigos del foro, ésto acaba de suceder hace escasos minutos, y mi grado de preocupación va en aumento, pues siento que la digestión no ha hecho más que empezar.
¿Continuará esta guerra? ¿Es mi preocupación realista? ¿Cómo se debe proceder en estos casos?
Esto es un sincero grito de ayuda de un andaluc en apuros.
Ayer mi vida era estupenda: me duchaba si me apetecía, me tocaba los huevos en el trabajo, me hacía mi pajilla en casa, me limpiaba el grumo con mi calcetín del amor...todo era perfecto e iba sobre ruedas.
Lo mejor de todo era que vencí uno de mis miedos más ancestrales: cagar fuera de casa. Ante todo, no quiero que confundan esta historia con la que se ha comentado anteriormente sobre Cagar en casas ajenas.
En fin, no soy una persona que acostumbre a cagar fuera de casa, ya que me entra el canguelo, me pongo nervioso y, eso, el intestino lo nota, por lo que el ultimo ñordo descargado siempre me obliga a usar bidé(t). Pero de un tiempo a esta parte, eso cambió radicalmente. Podía cagar fuera de casa, y me acostumbre tanto a ello, que mi cuerpo me solicitaba soltar unos tronquitos después de comer. Nada como descargar sin miedo ni prisas escuchando el "Choff" del turroncete al zambullirse.
Es obvio que la clave de eso es una dieta sana y equilibrada, sin mezclar alimentos o bebidas incompatibles los unos con los otros.
Pero amigos, la llegada del fin de semana es como dejar a un gremlin en malas manos: todas las reglas se rompen, y lo que debe ser una cena equilibrada y nutritiva se convierte en medio paquete de almendras saladas, banderillas picantes y piksa 4 quesos, todo regado con una refrescante pessi.
No importa si ha habido un sueño reparador, una tocada de cojones en el trabajo y un nuevo calcetín del amor listo para lavar. Las últimas ingestas pueden ser claves para la calificación final del día.
Y el resultado de esa mezcla tiene funestas consecuencias, pues pasamos de ésto:
a ésto
Amigos del foro, ésto acaba de suceder hace escasos minutos, y mi grado de preocupación va en aumento, pues siento que la digestión no ha hecho más que empezar.
¿Continuará esta guerra? ¿Es mi preocupación realista? ¿Cómo se debe proceder en estos casos?
Esto es un sincero grito de ayuda de un andaluc en apuros.