Hay que ganar por él..
No por Alfredo Landa, que también, sino por lo que representa, por el español medio que ha vivido décadas de hambre, de complejos, de soportar que cualquier guiri acangrejado le mirara por encima del hombro y le pidiera una "paela" y un "tinto de verrano". Por hombres como mi padre y como los vuestros, gente sencilla, que ha vivido acumulando frustraciones y derrotas y que esta a un partido de ir por el mundo como ciudadano de un país que no tiene que recurrir a cuadros renacentistas para sacar pecho y reivindicar añejas hegemonías.
Como soy un sentimental y bastante gilipollas me ocurren estas cosas. Volvía el otro día de casa de mis padres de ver el partido. Él era un hombre feliz, y yo lo era por él, y por todos los años que hemos compartido viendo partidos y hemos tenido que cambiar de canal con un
"siempre nos pasa lo mismo". Pero el miércoles fue distinto, el miércoles por la noche fue para nosotros la catarsis final, la resolución justa de una deuda que la historia y la vida nos debía.
Por la calle todo eran banderas, trompetas y algarabía. Un país alborotado y feliz. Sentí un ataque de emoción pura, intensa, un sensación primitiva y directa que estuvo a punto de hacerme llorar, allí en medio de la calle y del tumulto, como si fuera una maricona alcoholizada a la que el novio la ha dejado el culo roto y sin su discos de Diana Ross. Delante de mí caminaba el borracho del pueblo, con una camiseta de Morientes de los años 90. Iba con su bandera, en todo lo alto, cantando el "yo soy español, español, español..." No iba a dejar de ser un pobre desgraciado porque España ganara el Mundial, pero de alguna manera intuía que estaba involucrado, junto a 40 millones de españoles más, en todo este asunto y que por una noche podía sentir el orgullo de formar parte del mejor país del mundo.