Cuando iba a la universidac vivía en un edificio de 5 o 6 alturas y 6 pisos por cada planta. Resulta que un día abro el buzón y veo una carta, pero no era para mí sino para una compañera de mi clase de la uni, que no diré su nombre porque lo que hice a continuación fue un delito. Me llevé la carta a mi casa y me puse a preguntarme cómo demonios había acabado una carta en mi buzón de una compañera de clase. La tipa me caía mal porque era muy antipática e iba de sabelotodo y peloteando a las profesoras. Abrí la carta y resultó ser una tarjeta de crédito que le había concedido su banco
Al final resultó que la tipa vivía en mi mismo edificio y yo ni me había enterado, se ve que el cartero se confundió de buzón.
Me guardé esa tarjeta de crédito como si fuera una reliquia, yo que sé, como Indiana Jones que consigue la cabeza dorada esa de la gruta secreta y se la guarda para sí. No saqué dinero ni nada, simplemente me la quedé y cuando terminé la uni y deje de vivir ahí tiré todo a la basura.
Otra vez cuando volvía de tender la ropa vi unas bragas tiradas en las escaleras, pues las cogí y decidí ridiculizar a la portadora de esas bragas. Las pequé con celo en una de las paredes del ascensor con este cartel:
El cartel y las bragas no duraron mucho tiempo ahí, pero sentí adrenalina pura mientras hacía todo esto.