Hola, hermanos foreros. Hoy vengo a relatar una historia de talego, una, al menos para mí, tremendamente emotiva.
Siempre que retomo este mi hilo es porque los canutos me han provocado una sensación mitad nostalgia mitad analizar las cosas que tiene la vida y blao. Hoy me he acordado de un compi llamado Rafael (no le gustaba que le llamasen Rafa), de su historia y de su paso por prisión.
Rafa era de ciudac, de Sevilla por la parte de la Macarena, vivía en la avenida Doctor Fedriani a la altura de donde comienzan los bloques de la negrada y la panchitada. Era mayor que yo, en aquella época yo contaba con treinta y tantos y él ya había superado la cincuentena. Estaba de compi de chabolo con un amiguete mío y a raíz de él le conocí. Era un hombre calmado, inculto académicamente hablando pero con un gran sentido de la condición humana y con unos valores que, además de poder ser incluso estrafalarios, eran nobles a más no poder, era lo que se podría decir una buena persona. Estaba preso por haberle dado una paliza del copón a un menda. Siendo blanco (alguien que no tiene antecedentes) no debería haber entrado, pero ya le perdonaron una vez por ir to morao al volante y esta vez ya no le dieron más cuartelillo.
Su historia era la siguiente: Un día, currando como repartidor de fruta (iba a Los Palacios a petar la furgo y luego servía a diferentes fruterías de la ciudac) presenció cómo un tío le montaba un pollo a su madre anciana en la calle. Por lo visto, según me contó, el colega le exigía a su vieja que le diera pasta, seguramente para jaco o coca, y ante la negativa de esta, la zarandeó de los pelos mientras la insultaba y la amenazaba. Al minuto paró un taxi y la metió a empujones en él, taxi que pagaría la pobre vieja porsupu.
Rafael estaba en ese momento terminando de despachar malacatones y sandías a un establecimiento frutero de la zona de Su Eminencia y se quedó con toda la copla. Una vez el taxi se hubo ido, el impresentable este seguía soltando improperios a voz en grito en medio de la calle contra su madre. Era temprano, las 9:00 o asín y no había mucha gente por la calle. En su desvarío, el agresor de metió por una calle estrecha de la zona visiblemente alterado y Rafael le siguió hasta darle caza.
Le increpó preguntándole que qué tipo de conducta era esa para con su señora madre, a lo que él otro le contestó cagándose en los muertos del que preguntaba y este, sin pensarlo ni medio segundo, comenzó a propinarle puñetazos y patadas hasta que cayó al suelo. Una vez en él, se dedicó a darle patadas a punta pala, en el cuello y en la cabeza sobre todo, hasta que una vecina le interrumpió al grito de: "¡que lo va a matá, ío!" No tardaron en llegar los Topboxes, porrazo en las piernas, al suelo y engrilletao. Total, que le juzgaron y la hostia y le metieron tres años por agresión, con derecho a la condi en poco menos de dos años.
Tenía una hermana que era quien le ingresaba guita en el peculio y él, cada vez que iba al economato a por su cagüi, siempre se le enganchaba algún aguililla para sangrarle algo, otro cagüi, un paquete de Ruffles o un pastelito de estos comprados a granel en el Metaldona o el Dia. Él siempre cedía y se dejaba caer, por lo que era un personaje muy querido allí. Aunque siempre ayudaba a todo el que andaba tieso, nunca faltaba el que se le acercaba a gorronearle porque sí, por no gastar ellos. Yo veía eso y me ponía enfermo; le decía:
-Rafael, ¿no te das cuenta de que ese te está gorroneando?
-Ya, Hits, pero bueno, es un compi.
Sentía que todos estábamos en el mismo barco y que su obligación era la de ayudar a todo el mundo, aunque no fuera así, porque la cárcel, además de gente realmente particular y entrañable en algunos casos, también está llena de gentuza, como adivinará el respetable forero. A mí esa actitud suya ante la vida me enternecía. Al principio pensé que era un tío muy inocente a pesar de su edac, pero no, le importaba cuidar, mimar su mundo interior ante todas las cosas y la bondad era uno de sus fuertes.
Un día se montó una trifulca con los funcionarios. Le empezaron a montar el pollo porque no había hecho bien la cama, cosa muy común allí dentro que cualquier convicto o ex convicto puede corroborar (como leí que también le pasó a don Laureano Oubiña Piñeiro en la prisión de Zuera si no recuerdo mal). El caso es que, calcadito al caso del señor Oubiña, a Rafael también le dieron una somanta de hostias por protestar y no de malas maneras precisamente, pues era un tío muy calmado. Sí, tenía unos picos de puta madre, se rallaba y posteriormente explotaba a la velocidad de la lulz, pero su ritmo vital era el de un ser tranquilo, dialogante y sobre todo bueno. Bien, pues le dañaron un pulmón y tuvieron que sacarle al hospital. Pocos días después, llegó la noticia del fatal desenlace. Rafael había fallecido víctima de una insuficiencia respiratoria cuando, ni siquiera con la ayuda del respirador actificial, pudo conseguir superar aquella noche fatídica de enero.
En la cárcel hace mucho frío, muchísimo, pero aquel día no pude quitármelo del cuerpo. Comía, andaba de acá para allá, me acostaba vestido en el chabolo y me tapaba y no se me iba el frío, me dio un bajón anímico muy grande, y lo peor es que tenía que verles la cara a los bokis que le hicieron eso y si se dirigían a mí, hablarles de "don", que es el tratamiento que todos los presos estamos obligados a dar a los funcionarios.
Don Antonio y don Arturo (cambio los nombres porque no me fío un pelo), espero que al menos hayáis pillado cáncer de sida, que se os haya muerto un hijo o que a la puta de vuestra mujer la hayan violado entre tres chechenos locos jartos de coca. Espero que tengáis una vida longeva y totalmente atormentada, quiero que sufráis y que rabiéis de dolor, tanto físico como mental, hasta el último aliento que exhaléis. Conocíais el historial médico del Rafael y no tuvisteis reparo en pegarle en el pecho aún cuando os había contestado con educación. De entre tanta basura humana, le hicisteis aquello a una de las pocas personas de buen corazón que moraban en Sevilla 1 (Mairena del Alcor).
Seguí compartiendo desayunos asquerosos cada mañana con criminales, locos, chulos, yonkis, violadores, etc., mi actitud era la de todos los días, no podía expresar en voz alta que me dolía realmente la pérdida de Rafael y que siempre me acordaría de él, porque me hubieran hecho la cama. Me hubieran seguido el rollo, pero ya me hubiesen colocao en la lista de los "sentimentales" y "débiles" y me la hubiesen intentado jugar, dando lugar a sus correspondientes conflictos.
De vez en cuando me acuerdo de él, de lo que le gustaban las películas de vaqueros (como las denominaba) y del tiempo que se pasaba dando la brasa con ellas, era como Sick Boy en Trainspotting largando sobre Sean Connery pero con Clint Eastwood o Lee Van Cleef. También hablaba sobre el Betis y el Cerdilla, no eran conversaciones de lo más intelectuales que se diga, pero yo disfrutaba mucho discutiendo con él de estos temas mientras tomábamos el sol de invierno en el patio como lagartos.
Preso por vengar el ataque a una señora mayor indefensa perpetrado por el mierda de su hijo (que espero esté muerto), sin conocerla de nada y sin que ni siquiera ella lo viera.
Cada cual que opine lo que quiera y como le salga del nabo, yo me he asomado a contarlo por si a algún forero pudiera entretenerle, ya que sé que a algunos de ustedes les gustan mis historias de mierda y siempre les estaré agradecido por ello.