Cuando iba al colegio allá por los años 90 recuerdo que nos daban charlas pedagógicas de la importancia de reducir el agujero de la capa de ozono que crecía sin control en la Antártida, y que no usáramos desodorantes, que íbamos a destruir la tierra y tal. Y años después, de forma milagrosa, el famoso agujero desapareció y ya nunca más se volvió a hablar de él. Esto está en la línea de las previsiones catastróficas de hace décadas que hablaban de las ciudades costeras de medio mundo hundidas bajo las aguas, los polos derretidos y extinciones masivas. Mentiras y mamarrachadas, ingenierías sociales para culpabilizar a la masa de sus hábitos de vida, y para que vaya entrando en el redil del nuevo paradigma, de la teoría del decrecimiento (empobrecimiento de la masa), y la Agenda de los satánicos globalistas, y en esas estamos.