Recuerdo que hace muchos años, pero muchos muchos, iba a comprar a un Eroski pequeño donde había sólo un par de cajeras o tres. Una de ellas estaba siempre como si la estuviese bajando en ese preciso momento la regla y la doliese. Una cara como si su padre la hubiese violado de niña durante años, no sé cómo os diría para que os hicieseis una idea. Su cara tenía una expresión extraña y fascinante a la vez, era como la cara de la jueza Alaya pero sin estar tan buena de cuerpo, aunque sí que era maja la muchacha.
El caso es que iba allí a comprar y siempre elegía su caja para pagar, ejercía sobre mí una atracción extraña. Jamás la sorprendí mirándome, saludaba con un "hola" robótico. Ni un gesto de empatía, ni una mirada furtiva, ni una mueca de simpatía; nada, como un hielo.
Un día cogí unos fideos chinos de esos de Magi, que luego resultaron una asquerosidad, y cuando los cogió para pasarlos por el escaner me suelta, con voz humana: "uh, estos están muy buenos". Joder, me quedó patidifuso, no me lo podía de creer, había bajado la guardia y de esa boca salió un comentario personal que podría interpretarse como simpatía.
Me recuperé como pude del shock y acerté a decir algo así como: "¿ah si?, ¿y cómo se preparan que no lo he comprado nunca? ". Pero ya se había roto el hechizo y sin mirar me dijo que en el sobre lo ponía. Jamás volvió a mirarme en los dos años que estuve yendo a comprar y nunca más volvió a dirigirme la palabra. Estuve muy pillado por esa tía, era mi amor platónico.