La infancia lolérrima de Torquemada

Torquemada2.0

El calzonazos del Xanadú
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5 May 2008
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Haciendo caso al caro admin voy a hacer una recopilación de las situaciones que ya fuera por h o por b han hecho de mi infancia un pozo de lolerío.

Empezamos por la más escatológica.

2ª Ley de Murphy, si algo puede salir mal, saldrá mal.

Eso es una de las mayores verdades de este mundo.

Os pongo en antecedentes. Comenzando 7º de EGB, un mes de Octubre como este, y además aquel día hacía calor.

En aquel entonces, íbamos al colegio mañana y tarde. Nuestro colegio (digo nuestro porque iba yo con 12 años junto mi hermana de 9 y mi hermano de 6) estaba a 2 kilometrazos y pico de nuestra casa. Hasta ese año íbamos en autobús, pero al incorporarse mi hermano ya éramos 3, y por supuesto más dinero, que no quisieron pagar mis padres. Igualmente no pudieron/quisieron pagar el comedor, para evitarnos por lo menos el paseo del mediodía. Eso sí, yo era el encargado con 12 años de llevar sanos y salvos a todos 4 veces al día. Así a ojo de buen cubero andábamos la nada desdeñable distancia de unos 9 km aproximadamente, a un paso parecido al de los legionarios.

Después del recreo y de aquilatarme un cuerno de chocolate recalentao con la calorera del día, cuyo sabor denotaba que no era inocuo para la salud humana, me dispuse a terminar la jornada matutina.

En la última clase de Matemáticas empecé a sentir unas cuchilladas en el bajo vientre que no presagiaban nada bueno. Desgraciadamente no tenía muy claro que cuando aparecen esos retortijones debes buscar un baño en un radio muy cercano para echar la mascá a la mínima de cambio. La poca experiencia y miedo atávico que te habían embuido las madres sobre la higiene de los baños públicos, con pensamientos que ahí podías coger la malaria, la lepra, el dengue o ser devorado por un troll de las cavernas, hizo que desdeñase la posibilidad, primero de descargar en el baño del colegio, segundo, de truñear en un bar. Lo cierto es que en una situación preocupante me puse a tomar el camino de vuelta a casa.

No tardó la situación en tornarse totalmente crítica. No habían pasado ni 5 minutos cuando se produjo la primera andanada rectal. Se me pusieron los ojos en blanco, empecé a dar saltitos con la estúpida esperanza que la mierda se metiera hacia adentro. No sé como lo hice, pero superé el primer round. Ya consciente de la situación, poco menos que dramática, puse paso ligero a toda la cuadrilla. Así llevando a mi pobre hermano de 6 años en volandas, vislumbré la meta a pocos minutos. Ahí estaba mi salvación, la taza del baño de mi casa..... Entonces Dios me puso a prueba.

Con mi casa a la vista, llegó el general mierda con toda su infantería. Yo resistía andando más rápido, apretando el culo para bloquear el desastre, saltando sin sentido, abrazando cualquier religión que garantizara que me aliviara de aquella situación, pero la desesperación puede hacerte tomar las mejores decisiones........o las peores.

Mi portal estaba a 100 metros, 100. Viendo que el desastre era inevitable, se me ocurrió la feliz idea de meterme en el parque interior de la urbanización y parapetarme detrás de un parterre a soltar la truñada. A ese patio o parque, daban todas las terrazas de los tendederos, o en algún caso cocinas de los vecinos que habían hecho obra. Ahí me bajé los pantalones, descargué una lengua de mierda caliente y pastosa que parecía no tener fin. Cuando me disponía a limpiarme el culo con un pañuelo de los mocos, ocurrió el desastre.

Una voz atronó en aquel patio/parque interior como si fuera una sirena anunciando un bombardeo. Era mi madre desde el tendedero que en un tremendo alarde de inteligencia soltó a 150 decibelios:


" Torquemada ¿Qué estás haciendo? Sal de ahí ahora mismo, ¡¡ Qué vergüenza!!!


Entré en pánico. No sabía si subirme los pantalones o terminar de limpiarme la mascá o salir corriendo. Todo se aglomeró en el mi cabeza, así que me intenté salir corriendo con los pantalones bajados y una mano limpiando el culo. Resultado: Caer de culo sobre aquel infame charco de mierda.

Para más inri, mis hermanos que se habían quedado fuera, entraron al escuchar la voz de mi madre. La cara de mi hermana era un poema, eso si, mi hermano pequeño descojonado de la risa. Recuerdo a mi hermana traumatizada, intentando solventar aquella situación dantesca. La pobre arrancaba hojas del bloc de dibujo que había traído para terminar de colorear un trabajo, creyendo que así pudiera limpiar ese desastre, cosa harto imposible porque estaba de mierda hasta las cejas.

Me subí los pantalones con todo el cemento pegado. Puse rumbo al portal con mis hermanos a 30 metros de distancia debido a la pestilencia, y no me acuerdo de más porque mi cerebro borró pasajes de aquella terrible experiencia. Obviamente, me llevé zapatillazos y hostias por doquier pero eso es otra historia

En una situación normal todo se habría acabado aquí. Pues no

Después de ducharme 2 veces, recuperarme y ir al colegio por la tarde sin más novedad, me tocaba la clase de Judo en un gimnasio cutresalchichero a las 7 de la tarde. Ahí en ese corral de niños con kimonos, calcetines de rombos, olor a pies, y a orín de calzoncillo gran reserva, sufrí una nueva emboscada

Dando espaldarazos, estúpidas volteretas y simular gilipollescas llaves con los otros chavalines, volví a sentir el frío acero de la mierda. En una llave se me escapó un güeldo que al contrincante le subí de amarillo-naranja a cinturón negro 4º DAN. Me fui de la clase como si debiera dinero, me vestí y salí a mi casa escopeteado. Otra vez desdeñé hacer uso del baño del gimnasio, esta vez con más sentido porque era pestilente e infame hasta decir basta.

Aquí la distancia a recorrer no era tan amplia, iba sólo y podía correr, llegar con prontitud a casa. Así iba, hasta que llegando al portal, el esfínter agotado de tanta batalla dejó pasar el alijo. Otra vez me había truñeado, en e mismo día, como un subnormal, el puto horror. Me fui corriendo al portal y subí para coger el ascensor. Entonces aparece la vecina más tonta el bloque de la nada y se incorpora rauda y veloz para no perder el ascensor. No habían cerrado las puertas, y ya la mujer se había dado cuenta de su mala elección. La mujer parecía como un holograma que se difuminaba, su gesto estaba a caballo entre el asco y que Dios se apiadase de ella, mirando hacía la luz del techo. Al llegar a mi piso, pudo mascullar a duras penas.

"Niño ¿ Te has cagado?"

Algo realmente obvio, o era eso, o nos había tocado el ascensor temático sobre un estercolero.

Llegué a casa, y otro numerito. Aunque aquí mi madre ya dedujo que podría estar enfermo, aunque no sé si pensaba que era de la tripa o de la cabeza

Durante meses fui el cagón del 5º no sin pocas chanzas

La que más gracia le ha hecho a ILG.

La verdad es que el tema de las rodilleras/coderas los que tenemos una edad fue una constante en nuestra infancia. Y los zapatos, madre de Dios los zapatos, que te tenían que valer hasta que los reventaras por el empeine. Y eso si no les cambiaban las tapas o los filis.

Bueno, un día después de haber acabado el curso con buenas notas se me antojaron en aquel entonces las deportivas Yumas. Esas que luego se convertirían en el icono del yonkarra, junto con el chándal de táctel de colores. Eran exactamente estás

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A lo que iba, las quería porque pensaba que con ellas podía correr más y mejor, además que eran molonas y acaban de salir. Pues bien, mi padre el buen hombre dejó el encargo a mi madre para comprarlas, por las buenas notas y según él me las había merecido. En aquel entonces, a mediados de los 80, costaban cerca de 3000 pesetazas.

Pero mi madre tomó el encargo como le vino en gana. Con mi padre de viaje por más de un mes, como todos los veranos, mi madre me dijo que íbamos a por las zapatillas. Yo ilusionado me fui cándidamente con el sueño cercano de verme con las zapatillas alardeando delante de mis hamijos.

Sueño que empezó a desvanecerse cuando pasamos de largo de la tienda donde las vendían. Ya se desvaneció del todo cuando me metió en un sitio infecto conocido en Móstoles como la gran zapatilla, un almacén cutre, con cajas por todos lados, gitanos y pobrunos llevándose ciriacas y calzado mierdero a más no poder. Una mezcolanza de aromas amargos a pinrel falto de higiene inundaba aquella estancia.

Mi madre empezó a hablar y elegir. Yo estaba bloqueado, como viviendo un mal sueño, una pesadilla en un duermevela. De pronto me vi con un par de algo parecido a una deportivas de color azul, gris, una especie de Converse pero en cutre. Mi madre fue a pagar, y le dijeron 400 pesetas, sorprendida de tal precio, le dijo al dependiente si no tenían la misma zapatilla en otro color. El horror, el puto horror, si hubiera aparecido Caronte le hubiera dado la moneda sin pensarlo y me hubiera ido con él al mundo de las tinieblas.

Fui a por unas Yumas y me vine con dos pares infames de deportivas, porque si el primer par era detestablemente feo, el segundo de un verde degradado con rayas color verde oscuro era simplemente indescriptible.

Yo que había sido un poco insensato había alardeado con los colegas de las Yumas y al día siguiente me vieron aparecer con aquello....Pues el puto horror 2.

Mira el torquemada, iba a por una Yumas y le ha robado las playeras a Buggs Bunny Mec Mec.... Recuerdo esa frase, porque después de decirla el gracioso de turno, había 6 chavalines despanzurrados por el suelo muertos de la risa.

Aquellas zapatillas eran infernales. A mi nunca me habían olido los pies, pero a la cocción que sometía aquella infamia a mis pies, consiguieron que emanaran de los mismos unos aromas nauseabundos a más no poder.

Encima eran prácticamente indestructibles. Bueno hasta que encontré un filo de un ladrillo medio roto, las fui rajando poco a poco, con fruición, viendo que aquel filo era capaz de dañar esa maldita tela que parecía de Mytril.

Me cargué los dos pares en un mes y poco. Bien es cierto que las iba dañando y le decía a mi madre que se rajaban jugando al fútbol. No sospechaba nada porque me supongo que con el precio que pagó no esperaba el súmmum de la durabilidad.

Los últimos estertores del último par coincidieron con la llegada de mi padre de viaje. Sibilinamente le enseñé a mi madre, con mi padre delante, los rotos de la playera infame, encima eran las verdes. Mi padre puso cara de WTF, que se acrecentó cuando empezó a percibir el grandioso aroma que emanaba de aquella infamia hecha calzado. Mi madre le contó que había decidido que para el verano que me aguantase con lo más barato.

Mi padre la dijo con un cabreo del quince, que la última vez que se le ocurría hacer eso, si él le había prometido a un hijo o a otra persona algo y lo dejaba a su puto encargo, ella no tenía que decidir nada ni cambiarlo sin consultarlo, "la última vez que lo haces" la inquirió varias veces alzando la voz.

Al día siguiente tenía mis Yumas, con mi madre tragando saliva y con no pocas ganas de estrangularme.

Ay la mamá, que no me caben los pantalones

Una vez con 9 años teníamos que ir a una comunión de un primo que vivía en Campamento.

Yo había hecho la comunión justamente un año antes, y la había hecho con un conjunto muy ponible. Vamos que mi madre lo compró para usarlo en más eventos como bodas, otras comuniones y fiestas de guardar.

Con lo que no contaba es que me puse chotaco, porque el verano anterior me fracturé el codo y estuve dos meses con un escayolon como los de los dibujos animados.

A esa edad comes a Dios por las patas, no parabas de moverte y jugar. Pero con un codo jodido te quedas en el dique seco, resultado, eché kilotons porque sigues comiendo igual

En esas épocas los trajes duraban eones, y mi madre no tuvo la precaución de probar semanas antes la ropa a llevar.

El día justamente anterior al evento fuimos a probar la ropa y zas, saltó la sorpresa en Las Gaunas. El pantalón beige a duras penas se podía abrochar, si lo conseguía era ejecutando la acción de manera similar a como se ponen los toreros la taleguilla. La cazadora del mismo color me quedaba muy sesentera.

En ese momento era toda mi culpa la poca o nula planificación de mi madre. Yo dije de comprarme otros pantalones, pero decía que no había tiempo para los bajos y arreglos.

Ahí se puso como una loca a descoser por la cintura, y volver a coser. El tema del abrochado mejoró, pero en los muslos el pantalón perdía la raya, y quedaba como unas mallas, vamos morcillero total.

La cazadora con no abrocharla podía pasar. Así el cuadro resultante con una cazadora abierta, unos pantalones ajustadisimos en los muslos, sumado a que soy bastante moreno, con la cara de pan de ese año y encima con media melena, salió una imitación de Fernando Esteso en pequeño, versión gitana.

Así me presenté en el evento. Nadie me dijo nada, tampoco hacia falta. Pero quedaron documentos gráficos de aquello, para que de vez en cuando mi hermano recupere el álbum maldito y me catalogue como el pequeño Parrita

El niño torero que escribía cuentos

Lo segundo que gané fue un concurso literario en una especie de concurso entre colegios. Y aquí hubo lol

Yo gané el de mi edad que creo que era entre 11-12 años. Cuando se entera mi madre que el alcalde es el que da el premio el día de fiesta de Navidad, se le ocurre una de sus particulares y delirantes ideas.

Teníamos dos capotes de paseo, de esos bordados, que llevan los toreros en el paseillo, envolviendo el hombro. Se los habían regalado a mi padre años atrás durante un viaje, junto con un capote y un estoque.

Pues bien mi madre pensó que debía ser Sebastián Palomo Linares, y se puso a coser esto a mi plumas rojo molón que me había traído mi padre de Francia, con un jugador de hockey bordado en la espalda.
.
Y así salí de casa. Debía ser mezcla imposible entre un torero, un mariachi y un desnortao de la movida madrileña volviendo de farra, con un capote de paseo rojo colgando del hombro izquierdo. Con sus bordados dorados y unas especie de lentejuelas.

Cuando llegué a clase me preguntaban que qué era eso. Yo intentaba explicarlo de la mejor manera, pero me di cuenta pronto que era una pérdida de tiempo y acababa en chanzas con los bandarras del colegio llamándome maestro y haciendo de toros.

La misma profesora se interesó, y con una caricia me dijo qué bonito era, pero con su mirada se apiadaba ante lo grotesco de la vestimenta

Y ahí fuimos al gimnasio, donde estaba todo el puto colegio, todo, para la ceremonia de entrega de premios.

Llega mi turno, dicen mi nombre. El ganador es Torquemada, que se oyó por los altavoces.

No me puse a correr de milagro, encima estaba atrás del todo y tuve que cruzar todo el gimnasio para llegar al escenario. Ahí haciendo el paseillo.

Subí las escaleras como Garci cuando le dieron el Oscar, el alcalde me felicitó y me dijo qué era eso del hombro, que era muy bonito.

Yo no sabía si contárselo, darle dos capotazos, brindarle un toro, al final me quedé riendo como un subnormal sin decir nada. Me dieron dos libros de regalo y pidieron un aplauso para mi. Menos mal que no tuve que dar la vuelta al ruedo y que no sacaron los pañuelos para que me dieran las dos orejas.

Yupi se va, a vivir su aventura de subnormal

Otra de vergüenza y horror.

Bien es cierto que en esta poco tuvo que ver mi madre y si mucho mi retraso congénito.

Mi padre, hombre que trabajaba para una empresa de autobuses de servicio discrecional, algunas veces nos traía cosas bien de otro país o cosas que olvidaban los viajeros y no reclamaban.

El hombre se pasaba la puta vida viajando. Pues bien después de llevar a pijos Borjamaris a los Alpes a esquiar, el hombre se encontró con una par de botas marrones de pre ski. Nadie las reclamó y se las trajo para casa.

Yo quedé embrujado por esas botas, unas botas de adulto que me valdrían 5 años más adelante como muy pronto. Pero yo a lo mío, rezando para que cayera una nevada y poder salir por medio Móstoles presumiendo de botas de pre ski, que ese lumpen mostoleño no había visto ni en fotos.

LOL que nunca me ha abandonado, realizó su trabajo en menos de un año. Nevó, y lo hizo bien, cubriendo de una capa entre 5-10 cm todo el pueblo. Hice bajar los botones a mi madre y me los puse con dos pares de calcetines, de esos gordos que picaban. Me puse el anorak coreano, una bufanda y un jersey de lana que no era gordo, era un chaleco antibalas.

Con dos huevos así salí. Al poco, pese a los calcetinarros, la holgura del calzado provocaba que el pie bailara dentro de la bota cosa mala, comprometiendo seriamente mi estabilidad. Para eso tenía que andar como si fuera un guardiamarina ruso desfilando en el Kremlin. Así llegué al colegio después de un trayecto tortuoso entre la nieve y las botacas.

Cuando llegué me sacudió la cruda realidad de cuajo. La chavalada se dió cuenta que eran enormes y que aquello era muy lolesco para ellos. Qué si Frankenstein, que si torpe, que si vete a saber qué, era la mascota de la clase. Yo intentaba salir corriendo y darles, pero claro, si a los dos pasos no me pegaba una hostia, era de milagro. Así pasé una mañana de órdago

Mi enfermiza cabeza se imaginaba un titán andando sobre la nieve, sin temor al frío ni al hielo con mis superbotas. La realidad es que la foto era muy diferente, era un subnormal hecho un cuadro surrealista, un niño con los pies de Astraco.

Encima para más inri, la nieve se deshizo en la misma mañana porque subieron las temperaturas y tuve que volver por el asfalto y acera con esas botacas del infierno, algunos me miraban como si no tuviera nadie al volante

Llegué a comer a casa, me las quité corriendo, por cierto entre los calcetinarros y las botas, habían puesto los pobres pies a su punto de cocción, y de allí emanaba esencias de pinrel a las finas hierbas. Las tiré al fondo del armario, para no volver usarlas jamás.


El farruquito de la zona sur de Madrid

Quinto o cuarto de EGB, bueno da igual. Era el curso escolar siguiente al verano donde me compraron las Yumas, una compra llena de LOL y miseria por parte de mi madre.

Pues bien, mi madre atendiendo al desfalco que según ella provoqué a la economía de la casa por esa compra, no me las dejaba poner salvo que hubiera clase de gimnasia o fuéramos a un bar o terraza.

Ese año empezó el colegio sin gimnasio, ya que se filtró no se qué y levantó todo el suelo. Para dar las clases nos dejaron las mañanas en un pabellón deportivo llamado Joan Miró totalmente nuevo, todo reshulon.

Aquí viene la tercermundada. Mi madre decía que había que cruzar un campo sin asfaltar para llegar desde el colegio al pabellón, algo totalmente cierto.

Su magnífica idea era ponerme unos zapatos marrones viejos de cordones con el chándal azul marino y las Yumas en una bolsa de plástico para no macharlas. Así iba al colegio y del colegio al pabellón.

Imaginaros la postal, sólo me faltaba el sol y sombra, el Farías en la boca, lo malo es que tenía 10-11 años. Extrañamente no hubo mucho escarnio por parte de los demás, lógicamente no era una práctica extraña entre el lumpen mostoleño.

Pues bien, dos o tres veces me puse las Yumas en el pabellón y hacer deporte. Aquí paz y después, después la deshonra paseando toda la mañana con chándal y zapatos, joder, se me erizan los pelos cada vez que lo recuerdo.

Pero hete aquí, que un día por la razón que fuese, me olvidé las Yumas en mi cartera y fui al pabellón tan pichi.

Cuando llegué me di cuenta del olvido en los vestuarios. Allí entré en pánico total. Le dije al profesor que tenía que ir a por las zapatillas. Algo dijo de la gitanada de llevar los zapatos, pero vamos yo ya no escuchaba, estaba deshecho con la visión de hacer gimnasia descalzo con los calcetines de raquetas cruzadas.

Pues no ocurrió eso, fue peor. El hijoputa del profesor no me dejó volver y me obligó a hacer la clase con los zapatones. Menuda escandalera, parecía una exhibición de caballos jerezanos. Qué vergüenza yo trataba de no pisar fuerte e ir de puntillas, pero eso era algo parecido a una apoteosis flamenca. Una de las horas más larga de mi vida

Llegué a casa blasfemando, y encima me llevé una hostia de mi madre, que tuvo la osadía de culparme de la vergüenza que la hice pasar delante del profesor

Aprieta, aprieta, que ya sale

Si hamijos, una de mis primeras habilidades conocidas era tirarme pedos con cierto control y manejo del asunto

Que me empezaba a presionar el vientre después de unas lentejazas, pues era capaz de rebajar la overpressure con pedos contenidos, es decir que no sonaran o muy poco) y cortos. Lo que no podía era controlar su hedor (sí se producía) por lo tanto o me iba a sacar punta al lápiz o pedía al profesor ir al abrigo a por el pañuelo de los mocos, pañuelo que dejaba adrede en el abrigo solo para esta lides

Bien es cierto que más de una vez veía las caras congestionadas, que se miraban inquisitivamente entre la chavalada, esos chavales que estaban cerca de las perchas. Pero el tiempo de escape era otra de las habilidades pedorriles que tenía muy controlada, y nunca parecía el sospechoso, aunque hacía poco que había estado cerca del lugar.

En verano, obviamente sólo podía jugar con ir a la papelera a sacar punta o ir al baño, que sólo te dejaban una vez ên cada clase, y ahí aprovechaba para liberar toda la metralla, que parecía una batería de antiáreos en Stanlingrado.

Claro, siempre el exceso de confianza te hace cometer errores. No me acuerdo si era séptimo u octavo. Bueno, da igual, para el caso. Lo dicho en clase de lengua haciendo una especie de dictado donde había que estar atento a las palabras esdrújulas que salieran para ponerles la tilde, siendo además un ejercicio que contaría en el cómputo total de la nota del trimestre.

El dictado era eterno, o es la impresión que me queda. Esa tarde el vientre estaba como la caldera de Yellowstone, a punto de explotar. Había probado con toda la liturgia de sacar punta al lápiz, ir al servicio, etc.....Pero no hubo manera.

Y empezó el dictado. Yo no podía más, y pasé al plan C. Con plena confianza en mis posibilidades, pergeñé una magnífica salida a este embrollo. Ir haciendo pequeñas presiones (apretando la tripa) para que salieran pedetes, y si el compi se coscaba por el olor, le echaba la culpa al de delante. Pero no, no fue tan fácil como yo esperaba, intenté una primera vez, y parece que había como un tapón, otra segunda, tampoco. La tercera incrementé la fuerza del vientre de manera contenida, nada.

Ya roto de dolor, en la cuarta, pegué una apretada barriguil del quince. Salió un megarrufazo de 3-4 segundos. Lo más parecido a un estallido sónico, creo que el sonido del pedo dio tres veces la vuelta hasta desaparecer, faltó muy poco para que temblarán las ventanas e inferí una sobrepresión a la estancia durante unos segundos. Un señor pedorrazo.

Todo eso en un incómodo y perfecto silencio gracias al dictado. Se giró toda la clase hacía la última fila, donde me encontraba.

La profesora con una cara como si hubiera visto Leviatán, las chicas qué vergüenza, qué asco. Los carneros, descojonándose vivos. Mi compi empezó a reírse nerviosamente, con lagrimillas en los ojos, y haciendo tímidas señales que había sido yo.

Ante la vergüenza que me esperaba, mi incorporé hierático, miré con desdeño al de delante, el bola, me puse las una mano tapando las fosas nasales, y con la otra agitaba como si quisiera apartar una atmósfera venusiana. Pues esto último me salió bien, el pobre bola, un buenazo gorderas se quedó con la medalla de tal hazaña. Incluso mi compi, terminó por adherirse a la manada, cosa increíble porque casi le meto en un túnel de viento

Vamos de campamento

Mi madre, un auténtico roboc para pergeñar planes perfectos, se le ocurrió que un año debía ir de campamento. Yo quería ir a una especie de colonias veraniegas de carácter deportivo donde dormías en literas y bajo techo, y además estaban relativamente cerca, unas en Zaragoza y otra Ávila. Pero el roboc, desconsiderando por completo mis deseos optó por una fórmula magistral basada en la mejor relación precio-distancia. Imbatible

A Ribadeo, Lugo, me mandó. Y nada de instalaciones deportivas, eso era un camping enmedio de la nada

Si hubiera habido un campamento en las Azores y hubiera sido más barato, ahí hubiera ido.

Me acuerdo el día de la partida, en la plaza del Pradillo dos autocares Setra, de esos que parecían un supositorio, que ya entonces eran muy vetustos. La alegría de mi madre era indescriptible, de hecho para celebrarlo compró una docena de porras que me dio por la ventanilla. Ahí comiendo porras con otros cinco mientras el conductor echándonos la peta porque íbamos a manchar el autocar lujoso que llevaba. El viaje fue infernal, entre la duración, las curvas más de la mitad echó la pota hasta la primera papilla. Yo pese a la porrada, aguanté como un campéon. Así llegamos al campamento en un viaje que tardas lo mismo en avión a Los Ángeles. Cuando vi el campamento se me cayó el mundo encima.

Lo único bueno es que estaba lindando con la playa de las catedrales tan famosa. Pero eso a mi me importaba tres huevos entonces. El campamento era para verlo. Tiendas de las guerras carlistas, colchonetas que tenían más lamparones que la camiseta interior de papá piquillo.

Como siempre he sido mas tonto que una vela, en lugar de hacerme con un grupeto para elegir ir juntos a una tienda, me quedé desapareado junto con un vecino, y la hora de elegir tienda nos tocó un bandarra cuasi adolescente que apuntaba al trullo y dos hermanos idos de la cabeza que pegaban hasta su padre. Bien es cierto que esto se convirtió en una ventaja más adelante.

Un puto infierno, si sumamos que las duchas no tenían agua caliente nunca. Las veces que llamé llorando para que vinieran a recogerme y mi madre siempre me decía que llamaría a mi padre para ir a por mi de inmediato . Cosa que obviamente nunca hizo.

Pues bien como fin de campamento hubo el amigo invisible, algo totalmente nuevo para mi. Ni puta idea, yo pensaba que era un juego donde tenían que saber de dónde eras y qué hacías allí.

Me tocó una chica y en mis habilidades sociales no se me ocurrió comprar un bote de fabada en una especie de colmadito que había en aquel lugar. La verdad es que no hay elección más desnortada, un auténtico dislate, una puta lata de fabada. La cara de la chica era un poema, máxime cuando a mi lado estaba el bandarra desecho de la risa cuando se la entregué a la chavala. Patético es decir poco.

También es cierto que una chica me tuvo que regalar a mi. Su presente fue una cometa hecha a mano con lana que parecía un banderín del depor, que mandé a la hoguera en la chasca nocturna
 
Esto es maravilloso, maravilloso: la historia de las Yumas, el racanerío radical materno, la miseria rampante, el escenario de ladrillo y hormigón... Esto te lo coge Vittorio de Sica y ríete tú de Ladrón de bicicletas y del neorrealismo italiano.
 
Me dan ganas de adoptarte y llevarte a los recreativos a que eches unos euros en la Time Crisis 2 o comprarte un Action Man.
Sin embargo he de decirte que el hecho de que tu infancia fuese un libro de Dickens no es la causa de que estés en este lodazal. Yo siempre tuve playeros nuevos, vacaciones en hoteles de 4 estrellas y cursos de vela y aquí estoy, matándome a pajas.
 
Me dan ganas de adoptarte y llevarte a los recreativos a que eches unos euros en la Time Crisis 2 o comprarte un Action Man.
Sin embargo he de decirte que el hecho de que tu infancia fuese un libro de Dickens no es la causa de que estés en este lodazal. Yo siempre tuve playeros nuevos, vacaciones en hoteles de 4 estrellas y cursos de vela y aquí estoy, matándome a pajas.

Al final, la cabra tira al monte.
 
Un bote de fabada, la ostia, eso es de ser muy, muy amo. mi dies. :flipao:
Es que me desorino.
 
Esto es maravilloso, maravilloso: la historia de las Yumas, el racanerío radical materno, la miseria rampante, el escenario de ladrillo y hormigón... Esto te lo coge Vittorio de Sica y ríete tú de Ladrón de bicicletas y del neorrealismo italiano.
Como se nota que son las madres las que llevan la economía familiar.

Antes eran todas igual, la miseria personificada. En la mesa no faltaba de nada, pero ibas con lo justo puesto. Hasta que no se te salían los dedos por la puntera de las zapatillas no había otras. Y ahora todo lo contrario, en la nevera todo hacendado y precocinado con tal que el niño cuando pise la calle vaya de marca de arriba a abajo
 
Como se nota que son las madres las que llevan la economía familiar.

Antes eran todas igual, la miseria personificada. En la mesa no faltaba de nada, pero ibas con lo justo puesto. Hasta que no se te salían los dedos por la puntera de las zapatillas no había otras. Y ahora todo lo contrario, en la nevera todo hacendado y precocinado con tal que el niño cuando pise la calle vaya de marca de arriba a abajo
Cuanta razón tienes Curro. Amén de los papanatistas de si miseria y tontadas varias, la economía familiar era llevada por la madre, la que ahorraba para pagar las letras del piso, para cualquier imprevisto. Eso sin que faltara nada en la mesa, porque en nuestra casa no faltaba nada y en ocasiones mi padre, de fino paladar, había viandas con cierto nivel.

También hay que ver en qué condiciones se criaron ellos, donde comer decente y vestir eran lujos no siempre concedidos. Hay que comprender los contextos de las historias y no extrapolarlas a situaciones temporales muy posteriores o en otro estatus. Yo me crié junto a muchos chavales y era el común denominador, salvo casos excepcionales, algún tonto a las tres que se las daba de potentado.

Y en esa miseria para algunos, han salido ingenieros aeronáuticos que trabajan en la ESA, ingenieros de caminos gerentes de zona en América Latina, químicos, docentes y gente con un desempeño muy notable.
 
Última edición:
Inmenso, Torquemada.
A pesar de que algunas ya habían salido, me he partido el ojapel, especialmente con lo del capote, los cuescos con temporizador y la vergüenza inmerecida por cosas que a veces estaban fuera de su alcance. Parece haber superado los traumas. Si no, no lo hubiese enfocado con humor y deportividad.
Respecto al tema materno, barrunto que (ella) hacía lo que podía, que no es moco de pavo. Respect!
 
Última edición:
A ver si me lo veo que se me acumula las tareas, aún tengo pendiente lo del cinismo de Demian que me lo imprimí y lo tengo por ahí, el 30 se me acaba el préstamo de la biblio, cosas mías que tengo que hacer y que a nadie le importa, verdad.
 
Ya me las había leído de antes y todas muy :121:, ¿Tienes alguna inédita en la recámara?
 
De siempre es sabido que LOL y antilol se tocan. Hoy se ha visto el contacto entre polos opuestos ( bueno, quien dice polos dice camisas, sepan comprender)
.
Excelsa cumpilacion,, obrigado mi Jefe. Ya tengo lectura para el anodino día laboral que se me presume mañana.

Esos detalles, en los detalles radica la diferencia, espero reencontrar esa Yumas y ese rebufe de Barreiros.

Hasta mañana
 
Maravilloso, algún relato me ha evocado recuerdos que me han resultado familiares.

@Torquemada2.0 polla en mano espero la V2.0 de adolescencia lolérrima, con peregrinaciones a catedrales del lumpen de polígonos de Costa Marrón que compartimos el milenio pasado.
 
Hablando de infancias.

A vosotros os acompañaban vuestros padres a la escuela en coche o andando??
 
Última edición:
Cuanta razón tienes Curro. Amén de los papanatistas de si miseria y tontadas varias, la economía familiar era llevada por la madre, la que ahorraba para pagar las letras del piso, para cualquier imprevisto. Eso sin que faltara nada en la mesa, porque en nuestra casa no faltaba nada y en ocasiones mi padre, de fino paladar, había viandas con cierto nivel.

También hay que ver en qué condiciones se criaron ellos, donde comer decente y vestir eran lujos no siempre concedidos. Hay que comprender los contextos de las historias y no extrapolarlas a situaciones temporales muy posteriores o en otro estatus. Yo me crié junto a muchos chavales y era el común denominador, salvo casos excepcionales, algún tonto a las tres que se las daba de potentado.

Y en esa miseria para algunos, han salido ingenieros aeronáuticos que trabajan en la ESA, ingenieros de caminos gerentes de zona en América Latina, químicos, docentes y gente con un desempeño muy notable.

Así es. Eran otros tiempos que los niñatos de ahora no entienden.

En septiembre estuvo mi sobrino unos dias en mi piso Granada. Para cuatro dias llevaba en una maleta tres pares de zapatillas y una cantidad de ropa indecente Le dije que donde mierda iba con tantas zapatillas y ropa para tres dias de mierda que iba a estar aquí. Nunca se sabe lo que te puede hacer falta, me contesto.

Me puse a contarle que cuando yo tenia la edad de su hermano hasta que no se te rompían las zapatillas los abuelos no te compraban otras. Y que en el armario, compartido por los tres, su madre, su tio y yo solo teníamos dos mudas y la ropa del domingo. Pues no se lo creía el muy gilipollas, y encima me salta que los abuelos no eran pobres para que estuvieramos así.

Tuve que hacerle una tesis sobre como eran nuestras infancias hacia 30 años. Que no es que fueramos pobres, es que se vivía de otra manera y las prioridades eran otras muy distintas. Que no nos faltó de nada, pero no había lujos. Y gracias a eso su madre y su tio pudieron ir a la universidad.
 
Hablando de infancias.

A vosotros os acompañaban vuestros padres a la escuela en coche o andando??

Solo cuándo llovía mucho. Mi padre llenaba la furgoneta con los muchachos del barrio, 15 o 20 tranquilamente, y a escuela que manda agüela. Para ir, para venir del colegio nunca. Si llovía te jodías.
 
Solo cuándo llovía mucho. Mi padre llenaba la furgoneta con los muchachos del barrio, 15 o 20 tranquilamente, a los que cobraba 25 pesetas por trayecto y a escuela que manda agüela. Para ir, para venir del colegio nunca. Si llovía te jodías.

Te lo he completado.
 
Ciertamente las cosas son como decís. En mi casa pasaba exactamente lo mismo. A buenas horas me iban a comprar a mí zapatillas de deporte de marca, vaqueros de marca, jerseys de marca o mierdas de marca. A buenas horas mi madre me iba a llevar a la moda en lugar de llevarme bien. Y cuando se compraban cosas nuevas, siempre la misma frase "esto resérvalo y gasta lo que tengas más viejo". Seguro que a vosotros os decían lo mismo. En una ocasión me regalaron unas botas de fútbol Adidas que eran la hostia y mi madre, con su idea de "reservar" las cosas, no me las quería deja para jugar al fútbol porque decía que las iba a romper :lol: No sé exactamente para qué quería que utilizara unas botas de fútbol, o para qué evento quería que las reservara; a lo mejor quería que fuera a una boda en ellas o algo. Pues así, a fuerza de reservar, muchas prendas de mi infancia me las puse dos o tres veces nada más, porque cuando iba a cogerlas ya no me valían. Como las botas de fútbol, que las usé sólo una vez.

Y es esto, @Torquemada2.0, es a lo que yo llamo miseria. A que un niño, por mor de tener más cuidado con las cosas del necesario, se vea abochornado en clase porque su madre le compra las zapatillas más baratas que encuentra pudiendo comprarle una cosa más decente, a que un niño tenga que ir haciendo el ridículo con zapatos viejos y chándal por no ensuciar unas zapatillas, a que otro niño tenga unas botas de fútbol y no las use porque son demasiado buenas y tenga que ir en otras más malas y al final se queden sin estrenar. No te confundas y entiende a qué llamo miseria.
 
¿Nadie a sufrido el reciclado de los zapatos de la comunión? Yo sí.

Una vez realizado el ritual, mi madre los guardó para ocasiones especiales (comidas familiares, asistencias a bodas y cosas así...). El problema es que los zapatos se quedaban de la misma talla y los pinreles seguían su curso natural de crecimiento.

Al cabo de unas tres o cuatro ocasiones, meterse esos zapatos era un ejercicio parecido a intentar introducir los pies en dos copas de anís. Sufrías al ponértelos, te jodías vivo al usarlos y cuasí llorabas al sacarte esas botas de tortura medieval.

Un año y pico jodiéndome con esos zapatos del demonio hasta que mi madre ya me compro otros "de bonito", que también duraron los suyo, eso porsupu.

Lo de tener hermano mayor y tener que recibir ropa heredada que estaba completamente fuera de temporada y además tu brother tiene una constitución distinta a la tuya (el cachitas y yo cuerpo palillo) ya merece capítulo aparte.
 
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A sus pies, hamijo Torque. Ud ha sido desde peque bendecido por la gracia de LOL.

Y de acuerdo también con los que comparan su niñez no solo con Dickens y el neorrealismo italiano, sino que también va bien junto a “Gregorio”, “Machuca”, “El bola”, “Marco”, y demás niños desamparados del cine y la TV.
 
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