La infancia lolérrima de Torquemada

Llevo tanto en este foro que imagino que casi todo lo que pueda contar ya andará escrito en algún hilo, pero todo sea por participar.

Normalmente pasaba muchas tardes en la casa de mis abuelos, con mis primos, era una casa muy grande y los vecinos eran un colegio de monjas sólo para niñas. Tenían su patio de recreo en la azotea, así que cuando subíamos a la de mis abuelos podíamos verlas a cierta altura (Par de metros) y hablar con ellas, etc..

Mis abuelos han viajado muchísimo y tenían un dormitorio repleto de trastos, souvenirs e historias de sus viajes. Entre ellos había cobra disecada bastante grande de algún país africano random y en su clásica posición de ataque.

Pues como ya habréis imaginado a estas alturas, pillamos dicha cobra, subimos a la azotea donde ya habíamos elegido el objetivo un par de minutos antes y procedimos a lanzarle el bicharraco resecao encima para ver qué pasaba y echarnos unas risas. Se trataba de una monja ya mayor y cuando vió aquel bicho a sus pies saliendo de la nada, se cayó redonda al suelo y no se movió más.

Se montó una bien gorda, con ambulancia y todo. No tengo recuerdo de haber recibido una gran bronca ni nada similar, pero eramos relativamente críos por entonces y seguramente lo borré de forma selectiva de mi memoria.

Siendo yo niño se coló en la casa familiar del pueblo una bicha y mi abuela, con 70 y algunos de aquellas, agarró una escoba y dejó al reptil como para hacerse una billetera.
 
¿A nadie le sorprende que cartuchear (aún con sal gorda) a unos niños por unas putas cerezas sea normal en el pueblo de Curro?

Yo soy algo más joven que ma mayoría de historias de este hilo, pero no me libro de algunas miserias.

Con las putas zapatillas igual, un día le pedí a mi madre unas Converse (en donde vivía la llamábamos unas Emilio Aragón, lol), y me compró unas de nombre impronunciable.

Nunca he sido fino con los zapatos, siempre llevo el mismo número y ya se adaptan al pie aunque al principio duela un poco pero, joder, aquellas me producían un dolor de la hostia, no eran rozaduras, era un dolor como de ponerte los zapatos al revés, interno.

Cuando se lo dije me comentó que nada, que eso se pasa. Pero no había manera, hasta que a las 2 semanas (semanas de dolor) entré a la casa y mi padre me vio cojeando como un veterano de guerra, y paró la locura. Que me iba a dejar patizambo para toda la vida.
 
¿A nadie le sorprende que cartuchear (aún con sal gorda) a unos niños por unas putas cerezas sea normal en el pueblo de Curro?

Pues no, la verdad. Ahora es impensable (salvo alguna cosa muy excepcional y que probablemente abriría las noticias de la mediodía y noche), pero hace ¿30? años no era raro en muchos pueblos de Graná España. Y que además el progenitor del pillo le diera una tunda extra a su criatura, claro.

A ninguno le ha contado su padre/tío lo de liarse a pedradas entre los chiquillos a modo de juego? El cafrerío estaba muy extendido entonces.
 
Será de la España mesetaria y gitana. Mi padre vivió en un pueblo que no vio su primer tractor hasta casi mediados de los 70 y en el que mis bisabuelos eran primos. Si, jugaban a lanzarse piedras. Y aunque a veces liaban alguna en los sembrados ajenos, no salía nadie a perdigonearles. Y la violencia de los progenitores implicaba algún cosconazo, no palizas a lo American History X.
 
Yo he jugado a tirarnos piedras los de un grupo contra otro. A un quinto mío le hice una pitera, aquí se llaman así las brechas en la cabeza, de una pedrá a más de 30 metros. Bien es cierto que él iba de espaldas y yo tiré al bulto, no es que yo tuviera mucha puntería ni nada de eso.
 
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