Os voy a contar mi historia de pena por abandonar a alguien.
La cuento por fascículos porque estoy en el móvil.
Seguramente fuera mi primera novia "seria". Antes había tenido alguna amiga pero nada serio. Se trataba de una joven chica del típico grupo de amigos del Instituto. Era amiga de un amigo, pero había algo de química. Como suele pasar en estos grupos, las chicas, siempre, son más jóvenes, mientras yo andaba por segundo de carrera ella se preparaba para Selectividad.
Sexualmente esto tenía unas consecuencias directas: yo acababa de tener algún escarceo sexual con dos compañeras, una murciana y una gaditana, en una preciosa noche en el Cairo en un viaje de estudios, mientras que ella, según me comentó más tarde, se había limitado a hacer alguna mala paja en las filas de atrás de un cine mientras veía American Pie no sé qué.
Físicamente estaba bastante bien salvo por el acné juvenil que, como yo intuía, desapareció el verano que hizo la Selectividad. Era una una chica activa, divertida y cariñosa. Curiosa sexualmente, que accedía a mis ocurrencias amatorias e incluso fue ella la que, pícara, se ofreció a hacerme una mamada en un baño público o a que le desvirgara el culo.
Compartíamos aficiones y gustos. Música y cine. Yo estudiaba Arquitectura y se interesaba por mis libros y mis proyectos. En resumen, era feliz y, cuanto más feliz es uno, más fácil es que deje de serlo.
Hizo la Selectividad y ella, como chica moderna que era, quiso estudiar una profesión siempre copada por hombres: Periodismo. A mí me parecía bien mientras fuera feliz, pero a sus padres no. No porque les pareciera mal, sino porque en Granada no había facultad de Periodismo y sus padres no podían pagarle los estudios en Málaga. Su padre estaba prejubilado y la madre hacía labores de costurera. Y, claro, se desató la tormenta.
Empezó a estudiar Derecho por hacer algo, pero se volvió depresiva el irritable, se pasaba el día diciendo lo desgraciada que era. Siempre estaba enfadada con los padres a los que culpaba de su situación. Yo le dije que tenia 3 opciones: olvidarse de Periodismo para los restos; tomarse un año sin estudiar para dedicarse a trabajar y poder pagarse ella los estudios; o una solución intermedia que consistía en sacarse las asignaturas que pudiera mientras trabajaba por las tardes para ahorrar y poder convalidar esas asignaturas como pudiera. Ella, en lugar se eso, siguió estudiando Derecho amargándose por no estudiar Periodismo. De hecho, la beca de 300.000 pavos que le dieron la gastó en tonterías.
Yo, como podía, le quitaba hierro al asunto e intentaba que fuera lo más positiva posible, pero no había manera. Ella se quejaba de que fulanita estudiaba fuera porque sus padres se lo pagaban y que ella iba a ser una amargada de por vida por no poder estudiar lo que ella consideraba que era el sueño de su vida. Y, claro, la cosa tenía que ir a peor.
Las cosas en mi casa cambiaron radicalmente, los inicios de lo que a la postre sería la explosión de la burbuja inmobiliaria afectaron a la modesta empresa de construcción familiar y me vi obligado a compatibilizar estudios y trabajo. No sería nada demasiado dramático si no fuera porque me convertí en la principal y casi única fuente de ingresos familiar. Clases particulares, mozo de carga y descarga, portero de discoteca, monitor de gimnasio, lo que fuera.
El tiempo que le podía dedicar a la chica disminuyó una barbaridad, y lo que es peor, no me quedaba paciencia para sus lamentos. Cuando con 20 años te das cuenta de que te has quedado sin adolescencia, las quejas de una chica que lo tiene casi todo, te hinchan mucho los cojones. Aún así, como tío positivo que soy, intentaba reponerme, pero cada vez me costaba más. Yo no necesitaba ser el bastón de nadie, yo necesitaba comprensión y alegría. Y no tenía ni una cosa ni la otra.
Así que se me agrió el carácter y había días que no quería saber nada de nadie. Recuerdo un viernes, fue el día en que me di cuenta de que algo iba realmente mal, estaba yo en clase, unas prácticas, después de haber trabajado toda la noche en un pub, y se me acercó el profesor a preguntarme si todo andaba bien en mi vida, que me veía raro últimamente. Ese hecho hizo clic en mí y fue en empujón mental que necesitaba para hacer lo que tenia que hacer. Esa tarde la llamé, no quería seguir con ella.
No lo entendía, claro, nunca lo entienden. ¿Ya no la quería? No, no era eso. ¿Es que había otra? En absoluto. ¿Entonces? Simplemente no es lo que necesito ahora. Las primeras semanas fueron los lloros y las promesas de cambio ante las que no cedí. Las siguientes me transformé en un cabrón egoísta que la dejó cuando más me necesitaba. Perdí a los amigos, claro, uno de los dos siempre los pierde y más si eres tú el que deja, su eres tú el que abandona.
Me sentí fatal, yo la quería, joder, la quería mucho, pero no podía ser. No podía ser a pesar de que lo único que tenía la chica encima es que era inmadura, vamos, que se estaba comportando como era de esperar que una chica de esa edad se comportase. Llegué a pensar que le estaba exigiendo demasiado.
Hace cosa de 3 meses coincidimos. Seguía tan menuda y pizpireta como siempre. Dejó Derecho en segundo e hizo Periodismo, ahora se iba a Madrid a estudiar un máster; yo sigo en Granada y sigo manteniendo a mis padres. Quedamos en llamarnos para tomar un café antes se que se fuera. Nunca nos llamamos.
Cuando se dio la vuelta, me quedé mirando su culo embutido en vaqueros y pensé para mis adentros que era el mejor culo que había desvirgado por ahora.
Cojones pedazo ladrillo. Disculpas si hay alguna falta pero desde el móvil es complicado.