Lo tomo donde lo dejé. Mis últimos días de gloria en Madrid fueron en las discotecas y antros de Ciudad Universitaria, antes de que la edad y estatus catapultaran a mi grupo de amigos a sitios más rollo Pachá, donde pillar era básicamente una misión imposible sin gastar cien euros en una botella.
Fue ayer cuando decidí volver a tomar las armas. Los miércoles son días curiosos porque por un lado, los jueves ya están demasiado generalizados y ya no es aplicable la máxima de “cuando sale un jueves, algo querrá”. Por otro lado, no sé por qué pero en Madrid es el máximo día de movimiento de Erasmus (no es estadístico, pero me parece que los fines de semana se dedican a viajar a la Alhambra o algo así).
Había muchas opciones, pero fui práctico. Cuando empezábamos a salir por Madrid un miércoles no había duda: La fiesta Erasmus del Chéster.
Descubrí hace no mucho que cual Ave Fénix ha sido rebautizado como Orange Café, pero gracias a Dios, sigue acogiendo esas famosas fiestas.
¿La verdad? Las recuerdo de una manera agridulce. Unas muy bien, unas muy mal. Lo máximo que logré fue tirarme a una gorda de Puertollano (es el único dato que recuerdo de ella)… Sin embargo, hubo muchísimos desplantes, como el de un grupo de chinas a las que intentábamos hablar en inglés y al final eran más españolas que nosotros.
Vestirse para ir a un sitio de estos es algo que no se puede hacer a la ligera. No puedes ir rollo camisa/ralla al lado, como si fuera cualquier garito normal…; tienes que llevar un rollo algo casual pero tampoco puedes presentarte con una camiseta de Homer Simpson y pantalones cortos. Lo más seguro es una camiseta de manga larga lisa (sin estampados ni nada) que te dé el rollito interesante si te la remangas un poco y unos vaqueros claros. Todas estas divagaciones las tuve hace años, las tomé como hipótesis aceptadas y espero que no haya cambiado mucho el paradigma en la actualidad.
Total, quedo con unos amigos míos algo más jóvenes que han entrado nuevos en el curro y organizo copas en casa. Acabamos jodidamente borrachos (negrita, en fin… no tengo perdón de Dios) y vamos al Orange Café.
No recuerdo gran cosa, salvo que estuvimos a punto de tener movida con unos niñatos madrileños que afortunadamente quedó en nada y que hablamos con varias guiris.
La putada de las guiris, si son estadounidenses especialmente, es que son unas cabronas. Mucho baile, mucho mover el culo como si fuera un videoclip de Snoop Doggy Dogg pero al final como mucho te dan un piquito y un muerdo en la cara. No son un campo de acción real.
El local de Orange Café presenta una gran desventaja, y es que su organización lineal hace imposible un flujo circular (o cíclico) que permita dar vueltas e ir contemplando la evolución de la presa, aunque bueno, también es un hábito que puede ser algo destructivo si se abusa de él.
Lo bueno es que al menos, presenta dos niveles (un sótano y un sótano un poco más por debajo y más apartado). Lo que observé es el que el primer sótano, al contrario de lo que se pueda pensar, era idóneo para atacar y establecer contacto (sobre todo porque por él se entraba al local y se iba al baño). El segundo sótano, el más apartado, es más para afianzar relaciones y acuchillar a la presa. Además es fácil acorralar ahí.
El final de la noche fue extraño. Tras varias copas (menuda mierda de alcohol que hay allí por cierto) acabé bailando un sucedáneo de Daddy Yankee con una especie de indígena regordeta y que decía ser colombiana.
No soy racista y no me creo superior a nadie… Pero joder, estas mujeres son muy poco estéticas. Además todo tenía como un rollito verbenero que no debía ser distinto al de cuando mi abuelo iba a bailar con las mozas de los otros pueblos a las ferias. La tía me rodeó con sus brazos el cuello moviendo su cuerpo albondigajo y en serio, era una situación lamentable.
Supongo que por ser la primera post-Ana, todavía no tengo los escrúpulos para hacer determinadas cosas (o tengo el listón demasiado… ¿alto?) pero al final, tras dos picos de EGB, me piré con la excusa de ir al baño y no volví nunca.
Pillé el taxi (por cierto, me costó un buen rato) y me piré de allí.
De los otros tres de la manada (dos del curro y uno amigo de uno de ellos) tan solo pilló al que no conocía, con una española que probablemente sería peluquera. No estoy seguro de si se la folló o no, pero ambos se fueron de aquel antro. Tendré que informarme…
Esto ha sido un pequeño paso aún.