Se invierten los papeles. Varios organismos, entre otros el Fondo Monetario Internacional, pronostican que América Latina está haciendo crecer a su delgada clase media. Es la clase media la que tira de cualquier país. Las diferencias se disipan y existe la idea de que todos o casi todos, tienen las mismas posibilidades, que los impuestos son comunes y graduales y en función de la renta y que todo tiende a equipararse.
España fue un país que vivió de manera considerable gracias al Estado del Bienestar. Un Estado de Bienestar sustentando por la clase media. Fue ése no sólo en España sino en toda Europa, el que hizo que el Viejo Continente gozara de prebendas que la mayoría de los países del mundo no podían ni soñar.
Pero como todo se acaba, hoy en España y Europa hemos pasado del Estado de Bienestar cóncavo a la pobreza convexa. La clase media tiende a desaparecer. El acaudalado ahora lo es más. El pobre, se ha convertido en paupérrimo y la clase media se decanta o, más bien la van decantando hacia la miseria. Claro, depende de muchos factores pero lo que es un hecho incontestable es que el emparedado cada vez tiene menos carne.
Es terrible leer que más de un millón de niños españoles comen una sola vez al día. El almuerzo del colegio. En casa no hay dinero porque no hay trabajo y no hay trabajo porque la economía está colapsada. Tan grave es la situación que, Comunidades Autónomas como Canarias o Extremadura no van a cerrar las escuelas durante el verano y solamente, para poder dar de comer a los niños.
Pero lo mismo está ocurriendo en Madrid, en Cantabria y en Cataluña y… en el resto del país.
Entonces ¿qué hemos hecho mal para que un millón de niños en nuestro país no puedan alimentarse? Pero ¿no habíamos quedado que España era la octava potencia económica del mundo? ¿No que todos llegábamos a final de mes? ¿No que no había pobreza ni desempleo y teníamos una gran sanidad y educación? Pues no. Resulta que no. Resulta que ahora vivimos peor que los más tristes países del oeste europeo.
Es intolerable. Este país ha luchado durante muchos años para conseguir el bienestar de Estado.
No puedo permitir que coetáneos a mis hijos no puedan comer más que una vez al día. No puedo tolerar que la educación de los niños españoles en general sea de pésima calidad por los recortes —no lo digo yo, lo dice el informe Europeo PISA que coloca a España como la peor parada en el actual sistema educativo de Europa—. No puedo consentir que la salud de mis hijos y que, por lo tanto el resto de los niños españoles, pueda quedar mermada en función de que los gobiernos no supieron gestionar las arcas del Estado.
Ante todo ello, tenemos que revelarnos. No podemos haber trabajado treinta años para que todo vaya a peor. Y sobre todo, que el futuro de los niños españoles sea tan oscuro como el actual desempleo español.