Libros Los textos que nos ayudaron a crecer.

cuellopavo

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23 Abr 2006
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Todos hemos leído libros que han sido para nosotros, pequeños o grandes maestros; libros que nos han producido un impacto, que nos han abierto la conciencia, la percepción, o simplemente han reflejado nuestro estado. Gracias a todos esos libros hemos aprendido, hemos disfrutado y hemos avanzado en nuestros caminos o búsquedas...

Este hilo, que me gustaría mantener en el tiempo, y que se renovara cada tanto, tiene como propósito justamente hacer una guía de textos válidos, textos que nos han conmovido, que han abierto nuestro intelecto, nuestra emoción o el alma. Pueden ser textos de todo tipo, desde El principito hasta los Evangelios, pasando por Jung, Freud, Coelho, Bucay –ya, ya sé, pero aquí no pretendo juzgar lo que se lee... se comenta lo que nos sirve.-

Psiquiatría, filosofía, autoayuda, conciencia, religión…

Si algún libro te ayudó a crecer, te propongo que nos digas cual fue; con su nombre, autor, y hagas una breve reseña de lo que nos cuenta. Supongo que no todos serán del gusto de todos, pero para eso está este hilo...caben en él todas las propuestas, todas las ideas. Nadie juzga lo que nos puede ayudar, sea un artículo, sea La Biblia, o hasta las etiquetas de los productos…


Para mí, aprender a leer ya fue un regalo. Siendo niño, he leído mucho pero poco, no contaba apenas con referencias, nadie que me ilustrase de libros ni de autores famosos. Leía tebeos, literatura de la buena y de la que es un bodrio. No podría decir cuál texto ha sido el más importante al principio, quizás la amalgama de todos, de alguna u otra forma, ha sido relevante, de algo me han servido, aunque sea para pasar el tiempo... y eso, lo agradezco.

No recuerdo cuando comencé a seleccionar, creo que los libros que más me marcaron, siguen este orden:

El principito De Saint Exupery, un relato mágico, acerca del poder del amor, la amistad, y la comunión del universo a través de la mirada lúdica de un niño.

La Isla del tesoro
, Los tres Mosqueteros y El Conde de Montecristo. Literatura de la buena que constituyó el principio de mi amor actual a la lectura, a los libros y quizás, al gusto por escribir.

Quizás un libro bisagra fue Juan Salvador Gaviota, marcó mi forma de pensar y buscar cierta literatura durante un tiempo. Es un libro para varias lecturas, pero básicamente habla de la libertad y de los límites internos: "Rompe las barreras de tu pensamiento y romperás las de tu cuerpo", “Somos libres de ir donde queramos y ser lo que somos“ le decía su maestro a Juan.

Uno de los primeros libros que fue importante para mí en cuanto a crecimiento interior fue Plenitud de Amado Nervo. Por muchas razones, no solo por su contenido, sino por la forma que llegó a mi... Es un libro fácil de leer, de enseñanzas espirituales, poético y profundo.

Bécquer me hizo fiel a la poesía y a las rimas, Cervantes y su Quijote me abrieron horizontes desconocidos, pero La Metamorfosis de Kafka me costó acabarlo. Y luego me enganché a Eduardo Mendoza y a Juan Marsé: cualquiera de ellos me hizo reír y disfrutar de una literatura distinta, que me hizo pasar buenos ratos. También leí mucho a Ray Bradbury, poesía y sobre todo mucha novela.

A los 16 leí una obra clásica que cambió mi vida, podría decirse que por un tiempo fui cartesiano.Ya lejana esa fecha recuerdo la dedicación que le puse y la influencia que aún hoy tiene. Me refiero al Discurso del Método de René Descarte.

Otro francés, aún en mi juventud, me impacto de manera rotunda. El Extranjero de Albert Camus.

Después me topé con la metafísica alemana y empezó lo “serio”, que dejaré para otra ocasión.

Por supuesto que esto es solo una muestra, pero bueno, como arranque creo que sirve un poco para ejemplarizar mi intención. La idea es hacer una especie de guía, no sé si de libros esenciales, pero sí de libros importantes...
 
Magnífico hilo.

Desde el principio, desde la niñez. Soy incapaz de recordar las edades exactas, pero creo que éstos fueron los libros que más me marcaron e hicieron crecer mi amor por la lectura. Vayamos por partes.

MAYA LA ABEJA, de Waldemar Bonsels. Es el primer libro que recuerdo haber leído, una edición antigua con las tapas de cartoné colgando y rayajos de boli y lápiz en su interior; fue el primer libro que leyó mi madre en su infancia. Además de que con él me di cuenta de que era capaz de engancharme a la lectura es doblemente importante para mí ya que por vez primera hizo que una idea surgiera en mi cabeza: la literatura es eterna, ese libro había sido leído por mi madre cuando tenía mi edad y, años después, era yo quien lo tenía en mis manos. Y pensaba en la cantidad de madres que habrían leído ese libro y que luego habrían hecho leer a sus hijos y, por un momento, fui consciente de toda la magia que encierra la lectura. Veía un ejército de pequeños lectores que, con su libro abrazado, compartíamos secretos y conocimientos que Maya había puesto a nuestra disposición. De veras que me sentí especial al leerlo, igual que me sentí triste al terminarlo.

EL LIBRO DE LA SELVA, de Kipling. Mentiría si no dijera que sigo leyéndolo de vez en cuando, tanto la historia principal por todos conocida como los relatos breves que le siguen (Rikki Tikki Tavi...). La película de Disney no la he visto, me basta con este maravilloso cuento que inició mi idilio con el escritor "imperial" y con la India, temas que me han apasionado durante toda la vida y que años después de llevaron a descubrir otro guiño de eternidad literaria: Mowgli, Kim, Siddharta...¿acaso no son el mismo personaje?

LA ISLA DEL TESORO, de Stevenson. Creo que aquí coincidiremos casi todos, la aventura más grande jamás escrita, sin duda. Todo lo que un niño (o un adulto) puede desear. Además de ser la cumbre de un género apasionante fue el detonante de una larga carerra de satisfacciones personales: Jekyll, El hombre invisible, La guerra de los mundos, El prisionero de Zenda, La Máquina del Tiempo, Viaje al cento de la Tierra,...

MOBY DICK, de H. Melville. Esta obra marca el final de este periodo, inicié su lectura del mismo modo que inicié la lectura de Drácula o La vuelta al mundo en 80 días, pero no tardé demasiado en darme cuenta de que este libro iba a exigir mucho más de mí que cualquier otra obra que hubiera leído hasta la fecha. La interminable lucha del hombre contra su lado oscuro y el premio de la "muerte digna", y yo, como Ismael, asistiendo con horror a la dictadura de la locura. Años después, al leer EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS, me di cuenta de que Ismael no pudo descansar, que acabó buscando río arriba su ballena blanca, su Ahab.
 
Lo estoy buscando por internet y transcribirlo entero me apetece muy poco. Es sobre el relato corto "El gran poeta", del libro Música de canerías de Bukowski. Si alguien lo ha leído me gustaría que comentara si le dio algo que pensar en referente a sí mismo/a.
 
Weiz rebuznó:
Lo estoy buscando por internet y transcribirlo entero me apetece muy poco. Es sobre el relato corto "El gran poeta", del libro Música de canerías de Bukowski. Si alguien lo ha leído me gustaría que comentara si le dio algo que pensar en referente a sí mismo/a.


OPINEN


EL GRAN POETA

Fui a verle. Era el gran poeta. El mejor poeta narrativo desde Jeffers; aún no había cumplido los setenta y ya era famoso en todo el mundo. Sus dos libros más conocidos quizá fuesen Mi pena es mejor que la tuya, ¡ja! y El chicle que murió de tristeza. Había enseñado en varias universidades, había ganado todos los premios, incluido el Nobel. Bernard Stachman.
Subí las escaleras de la YMCA. El señor Stachman vivía en la habitación 223. Llamé. «¡PASE, COÑO, PASE!», gritó alguien desde dentro. Abrí la puerta y entré. Bernard Stachman estaba en la cama. Flotaba en el aire un olor a vómito, vino, orines, mierda y alimentos podridos. Sentí náuseas. Corrí al cuarto de baño, vomité; luego salí.
—Señor Stachman —dije—. ¿Por qué no abre una ventana?
—Buena idea. Y nada de «señor Stachman», mierda, me llamo Barney.
Estaba impedido. Tras un gran esfuerzo, logró incorporarse en la cama y aposentarse en la silla que había al lado.
—Ahora, listo para una buena charla —dijo—. Era lo que estaba esperando.
Junto a su codo, en la mesa, había una jarra de un galón de tinto italiano llena de cenizas de cigarrillos y polillas muertas. Aparté la vista, luego miré otra vez. Tenía la jarra en la boca, pero la mayor parte del vino se le derramaba por la camisa y los pantalones. Bernard Stachman posó la jarra.
—Exactamente lo que necesitaba.
—Debía utilizar un vaso —dije—. Es más cómodo.
—Sí, creo que tiene razón.
Miró a su alrededor. Había unos cuantos vasos sucios y me pregunté cuál escogería. Escogió el que le quedaba más cerca. El fondo del vaso estaba cubierto por una sustancia amarillenta, endurecida. Parecían restos de pollo con fideos. Escanció el vino. Luego, alzó el vaso y lo vació.
—Sí, esto es mucho mejor. Veo que ha traído una cámara. Supongo que querrá hacerme fotos.
—Sí —dije.
Me acerqué a la ventana, la abrí y respiré aire fresco. Llevaba días lloviendo y el aire estaba límpido y fresco.
—Oiga —dijo—, hace horas que tengo ganas de mear. Tráigame una botella vacía.
Había varias botellas vacías. Le acerqué una. El pantalón no tenía cremallera, sino botones, y sólo tenía abrochado el de más abajo, porque no le cabía en el cuerpo. Hurgó en la bragueta, se sacó el pajarito y puso el capullo en la boca de la botella. En cuanto empezó a orinar, el pajarito se tensó y empezó a cabecear, esparciendo la orina por todas partes... por la camisa, los pantalones y la cara; increíblemente, el último chorro fue a darle en la oreja izquierda.
—Es una mierda esto de no poder valerse —dijo.
—¿Cómo fue? —pregunté.
—¿Cómo fue el qué?
—El quedarse así, impedido.
—Mi mujer. Me pasó por encima, con el coche.
—¿Cómo? ¿Por qué?
—Dijo que no podía soportarme más.
No dije nada. Tomé un par de fotos.
—Tengo fotos de mi mujer. ¿Quiere ver fotos de mi mujer?
—Sí, claro.
—El álbum de fotos está allá, encima de la nevera.
Me acerqué, lo cogí, me senté. Sólo había fotografías de zapatos de tacón alto y esbeltos tobillos de mujer, piernas cubiertas de medias de nylon, ligueros, pantys y toda clase de piernas. En algunas páginas había pegados anuncios del mercado de carne: Redondo de ternera, 69 centavos la libra. Cerré el álbum.
—Cuando nos divorciamos —dijo—, me los dio.
Bernard buscó bajo la almohada de la cama y sacó un par de zapatos de tacón alto, unos zapatos de largos tacones de aguja. Los había hecho cubrir con una capa de bronce. Los colocó en la mesita de noche. Se sirvió otro trago.
—Duermo con esos zapatos —dijo—. Hago el amor con ellos y luego los lavo.
Tomé algunas fotos más.
—Oiga, ¿quiere una foto? Esta es una buena foto.
Se desabrochó el único botón de la bragueta. No llevaba calzoncillos. Cogió el tacón del zapato y se lo metió por el trasero.
—Así. Saque una así.
Hice la foto.
Le resultaba difícil mantenerse en pie, pero lo logró apoyándose en la mesita.
—¿Sigue escribiendo, Barney?
—Yo escribo siempre, coño.
—¿Y sus admiradoras no le interrumpen en su trabajo?
—Bueno, sí, a veces, las mujeres me encuentran. Pero no se quedan mucho.
—¿Se venden sus libros?
—Hombre, recibo cheques por mis derechos de autor.
—¿Qué aconseja usted a los escritores jóvenes?
—Que beban mucho, que jodan mucho y que fumen muchos cigarrillos.
—¿Y qué aconseja a los escritores de más edad?
—Si siguen aún con vida, no necesitan consejos.
—¿Cuál es el impulso que le mueve a crear un poema?
—¿Y usted, por qué caga?
—¿Qué piensa usted de Reagan y del paro?
—No pienso en Reagan ni en el paro. Todo eso me aburre. Como los viajes espaciales. Y la liga de béisbol.
—¿Cuáles son sus preocupaciones, entonces?
—Las mujeres modernas.
—¿Las mujeres modernas?
—No saben vestir. Llevan unos zapatos espantosos.
—¿Qué piensa usted del movimiento de liberación de la mujer?
—Si ellas están dispuestas a trabajar lavando coches, empujando el arado, cazando a dos tipos que acaben de asaltar una licorería, o limpiando alcantarillas, si están dispuestas a dejar que les rebanen las tetas de un tiro en el ejército, yo estoy dispuesto a quedarme en casa fregando los platos y a aburrirme quitando pelusilla de la alfombra.
—¿Pero no cree usted que tienen cierta razón en sus reivindicaciones?
—Por supuesto.
Stachman se sirvió otro trago. Incluso bebiendo del vaso, parte del vino se le derramaba por la barbilla y le bajaba hasta la camisa. Olía como un hombre que llevara meses sin bañarse.
—Mi esposa —dijo—, aún estoy enamorado de ella. Déme el teléfono, por favor.
Le di el teléfono. Marcó un número.
—¿Claire? ¿Oye, Claire...? —Colgó.
—¿Qué pasó? —pregunté.
—Lo de siempre. Colgó. Oiga, vámonos de aquí, vámonos a un bar. Llevo demasiado tiempo en esta maldita habitación. Necesito salir.
—Pero es que está lloviendo. Hace una semana que está lloviendo. Las calles están inundadas.
—Eso a mí no me importa. Quiero salir. Lo más probable es que en este momento, ella esté jodiendo con un tipo. Probablemente tenga puestos los zapatos de tacón. Yo no le dejaba nunca quitárselos.
Ayudé a Bernard Stachman a enfundarse un viejo abrigo marrón. Le faltaban todos los botones. Estaba tieso de mugre. No era un abrigo de Los Angeles. Era grueso y pesado, debía proceder de Chicago o de Denver, y debía datar de los años treinta.
Luego, cogimos las muletas y bajamos laboriosamente la escalera. Bernard llevaba una botella de moscatel en un bolsillo. Llegamos a la entrada y me aseguró que podía cruzar solo la acera y subir al coche. Mi coche estaba aparcado a cierta distancia del bordillo.
Cuando corría dando la vuelta al coche para entrar por el otro lado, oí un grito y a continuación un chapoteo. Estaba lloviendo, llovía mucho. Di otra vez corriendo la vuelta; Bernard se las había arreglado para caerse y quedar encajado en el suelo entre el coche y el bordillo. El agua le corría por encima. Estaba sentado y el agua le desbordaba, le cubría los pantalones, le daba en los costados; las muletas flotaban torpemente en su regazo.
—No se preocupe —dijo—. Váyase y déjeme.
—Pero, por Dios, Barney.
—En serio. Váyase. Déjeme. Mi mujer no me quiere.
—No es su mujer, Barney. Están divorciados.
—A otro perro con ese hueso.
—Vamos, Barney, le ayudaré a levantarse.
—No, no. No se moleste. Se lo digo en serio. Usted váyase. Emborráchese sin mí.
Le levanté, abrí la portezuela y le coloqué en el asiento delantero. Estaba empapado. El agua le caía a chorros. Luego rodeé el coche y me coloqué al volante, a su lado. Barney destapó la botella de moscatel, bebió un trago y me la pasó. Bebí un trago. Luego, puse el coche en marcha y salí, mirando por el parabrisas, entre la lluvia, buscando un bar en el que pudiéramos entrar y no vomitar en cuanto le echáramos una ojeada al hediondo urinario.
 
Qué hacha, el cabrón :lol:

Yo, que me considero/aba buena persona, me hubiera largado de allí a la velocidad de la luz, poniendo cualquier excusa, a él y a mí.
 
Bastante bueno oiga. Ya tengo motivos para leer a Bukowski en cuanto pille cualquier libro suyo.
 
Vuelvo a levantar este tópico. Otro aporte por mi parte...

La historia interminable:

Otro clásico de Michael Ende, que al igual que Momo nos invita a no olvidar aquellos que éramos de más jóvenes y sobre todo (en realidad había puesto sobre todo junto porque soy un subnormal) a no permitir que el mundo de fantasía de nuestro imaginario colectivo caiga en el olvido.

Leí este libro hace mucho, y me encantó. Me habían echado de clase y corría el año en el que cursé quinto de EGB, hace demasiado tiempo y un suspiro a la vez. Aburrido en la biblioteca ojeaba comics de Tintín escritos en francés cuando lo vi. Comencé la lectura y transportó mi mente juvenil lejos de esa biblioteca y del castigo. Al igual que el protagonista escondí bajo la camisa el libro de Ende y lo robé. Aún lo conservo con el sello del Instituto que evidencia mi delito.

A lo largo de los años lo releí tres o cuatro veces más, y me siguió gustando. Un libro fantasioso, imaginativo, pero también un libro sobre libros. Porque la magia del libro es esa: te transporta a nuevos mundos, mundos que no existen salvo en la mente del lector. Y por eso, cada mundo imaginado es diferente, único y personal.

Y otro que se me olvidaba: PRIMAVERA CON UNA ESQUINA ROTA, de Mario Benedetti.

Una reseña cualquiera de esta novela dice: "... es un testimonio directo y dolorido de la profunda conmoción que los acontecimientos políticos provocan en las relaciones personales. A través de la experiencia individual, Mario Benedetti traza el relato lleno de ternura de un país profundamente escindido, el Uruguay bajo la dictadura y el Uruguay del exilio, para transmitir al lector un mensaje de esperanza: La primavera, aunque mutilada, revelará por fin, revelará por fin a un invierno que parecía inacabable"

Para mí es un libro imprescindible, una obra a la que regresar para abastecerse de ternura y por la que transitar desde la ingrata pulsión de los azares menos deseados de la vida hasta lograr unas ganas de horizonte y expansión que emocionan.


Ah, y recuerdo que en mi casa había unos tomos inmensos de una enciclopedia, no recuerdo cual. Yo los ponía uno encima de otro y me subía a ellos para alcanzar arriba del armario un pedazo de pastel que mi madre preparaba todos los sábados.

Desde esa época, amo los libros, los dulces y los fines de semana...

En serio, la finalidad del hilo es lograr hacer una guía, conectar con aquellas emociones imprescindibles que nos ayudan a dar un paso más.

¿Hay alguien que haya sentido que algún libro actuó como una especie de maestro, o que llegó en un momento puntual donde estábamos preparados para aprender justamente esa lección?
 
Buen hilo,lástima de que no tenga aquí la lectura de mi infancia.Así a bote pronto una colección que despertó en mi el interés por la historia fue La Gran Aventura de la Historia de TP Ediciones Culturales.Recuerdo que me quedaba horas y horas viendo los dibujos que adornaban los librillos(eran pequeños ellos),fascinado con los uniformes de romanos y griegos,con Alejandro Magno y Julio Cesar,etc etc.
 
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Retomo éste hilo para hablar de un libro que leí cuando niño, y que me dejó una honda impresión, que aún hoy, que peino canas -tengo dos- dura.

Este libro es una lección de vida y de moral. Este libro antes era un clásico en la literatura para niños y jóvenes, me consta que ya se ha dejado de leer, y así nos luce el pelo a todos.

Narrado en primera persona, a modo de diario, cuenta el año escolar de un niño: su llegada al colegio, la descripción de los compañeros de escuela, del maestro, de su familia. Ambientado en la Italia de principios del XX, en ese colegio asisten niños de todas las condiciones sociales: desde el hijo del comerciante -caso del narrador- al hijo del terrateniente, al del carbonero, al de la madre soltera, el hijo que tiene al padre en América -América que no es otra que la cárcel-. Todas las clases, todos los tipos confluyen en ese colegio: así, tenemos al noble y bueno, al malvado, al triste, al objeto de las burlas, al mediocre. A través de sus páginas uno aprende -quizá para siempre- lo que está bien y lo que está mal, lo que es justo y contra lo que hay que luchar, qué significa ser bueno y qué significa ser malo, lo duro de la vida y lo fácil de ella... todo ello a través de los personajes, de sus actos, de sus infamias, de sus cobardías, de sus demostraciones de valor y entereza, de los relatos absolutamente ejemplarizantes protagonizados por niños que dicta el maestro (uno de ellos, "De los Apeninos a los Andes" es el origen de la famosa serie de dibujos Marco)

Un libro que no es que enseñe. Es que educa. Que es mucho más. Un libro que debiera ser obligatorio, un libro imprescindible para cuando se es niño, porque uno crece menos torcido si lo ha leído.

Ahora vendrá alguien y dirá que tiene una moralina apestosa y blaoblao. Vale. Molará más ser un vil, o algo.
 
Ya sé que suena muy tópico, pero yo tengo que citar inexcusablemente a JD Salinger y a su "El guardián entre el centeno". El libro me impactó mucho y siempre lo he releído con muchísimo placer. "El extranjero", de Albert Camus, también me impresionó. Y sí, también tengo que citar, aunque ahora me avergüence reconocerlo, a Julio Verne (nada de Jules Verne, por supuesto). De más mayorcito (bueno, hasta ahora mismo) me han impresionado muchos libros, y quizá la lista sería demasiado larga para ponerla aquí (de Austen a Lérmontov, pasando por la Dickinson o Lem).
 
cuellopavo rebuznó:
Vuelvo a levantar este tópico. Otro aporte por mi parte...

La historia interminable:

Otro clásico de Michael Ende, que al igual que Momo nos invita a no olvidar aquellos que éramos de más jóvenes y sobre todo (en realidad había puesto sobre todo junto porque soy un subnormal) a no permitir que el mundo de fantasía de nuestro imaginario colectivo caiga en el olvido.

Leí este libro hace mucho, y me encantó. Me habían echado de clase y corría el año en el que cursé quinto de EGB, hace demasiado tiempo y un suspiro a la vez. Aburrido en la biblioteca ojeaba comics de Tintín escritos en francés cuando lo vi. Comencé la lectura y transportó mi mente juvenil lejos de esa biblioteca y del castigo. Al igual que el protagonista escondí bajo la camisa el libro de Ende y lo robé. Aún lo conservo con el sello del Instituto que evidencia mi delito.

Joder, yo leí ese libro en circunstancias parecidas y en quinto de EGB, no se me olvidará en la puta vida. Era el primer libro 'tocho' que leía y estuve flipado un tiempo. Yo lo cogí de una biblioteca municipal, hice planes para apropiarme indebidamente de él, pero no recuerdo que me retuvo (xq si, mangaba libros habitualmente si me gustaban para poder pedir otros en casa). Voy a quitarme diez puntos de mezquindad y decir que lo hice para que otros pudieran disfrutarlo (aunq es mentira, nunca lo cogía nadie) (merde, debía habermelo llevado)
 
Arnold swarcheneger con su enciclopedia del culturismo, ya que me transmitio varios principios de los cuales hoy en dia estoy muy orgulloso, el señor de los anillos tambien me ha afectado positivamente en esos principios, y como no, Dragon Ball, que ya se que no es un libro, pero sus historias, transimiten los valores mas importantes que hay, la valentia, la amistad, la familia, el esfuerzo y son los dibujos de mi infancia que mas me han influido.
 
cuellopavo rebuznó:
¿Hay alguien que haya sentido que algún libro actuó como una especie de maestro, o que llegó en un momento puntual donde estábamos preparados para aprender justamente esa lección?


Sí...con La insoportable Levedad del Ser, La Inmortalidad y El Amor de Milan Kundera.
 
¿No hay nadie que se acuerde de los libros de "Elige tu propia aventura" y "Aventura sin fin".

Eran una mierda, pero como enganchaban.
 
Leer estos libros en su momento fueron una iluminación repentina:

Así habló Zarathustra de Friedrich Nietzsche. Lo leí a los 14 años y consiguió que me olvidara de Dios ya completamente, por si tenía alguna duda sobre su existencia. Leyendo este libro maté a Dios y encontré un sentido real a la vida, superé el nihilismo con la voluntad de poder y el impulso creativo del superhombre. Eran cosas que ya venía rumiando un tiempo, pero Nietzsche me hizo verlo de manera cristalina, toda una revelación.


Frankenstein o el moderno prometeo de Mary Shelley. O como el hombre, en pro del conocimiento y de la evolución, jugando a ser Dios, alterando la mayor ley de la naturaleza, la muerte, puede crear monstruos, aún peores que la muerte.



1984 de George Orwell. Me dí cuenta de la importancia del lenguaje, de como de nuestro vocabulario depende nuestro pensamiento y de que, si una palabra no existe o no la tenemos aprendida, no podemos pensar en el concepto. Destruyendo palabras y acortándolas, el Gran Hermano consigue limitar el pensamiento de la población, su inteligencia, su capacidad de crítica, su rebeldía. Quién no vea una analogía con la sociedad actual probablemente es que ya sea un lerdo más del sistema y piense en lenguaje SMS.

También me marcó la frase "Quien controla el pasado, controla el presente. Quien controla el presente, controla el futuro".

Este libro, por tanto, debería ser el de cabecera de todo moderador de Putalocura. :lol:


Un mundo feliz de Aldous Huxley. Al contrario que en la sociedad represiva de Orwell, en esta hipotética sociedad futurista se controla a la población haciéndola feliz artificialmente, mediante drogas y mediante un entrenamiento desde pequeños, para estar satisfechos con la clase social en la que nacen, sin aspirar a más. Es imposible no acordarse de los peloceniceros unineuronales que viven trabajando en curros de mierda durante la semana para el fin de semana gastarse los euros en pastillas y en tunear su cutre-coche.

La sociedad actual en la que vivimos es claramente una mezcla entre la descrita por Orwell y la de Huxley. Increíble su capacidad visionaria.



La naranja mecánica de Anthony Burguess. La libertad del ser humano no está en hacer siempre lo correcto (por no atreverse a burlar las normas y miedo al castigo) o siempre lo incorrecto (por pura rebeldía, como en la edad del pavo), lo que nos hace libres, humanos, no ser unas naranjas mecánicas, es poder elegir entre el bien y el mal, según la situación. Superar el bien y el mal.


Todos estos libros los leí en mi adolescencia, y volví a releer la mayoría de ellos más adelante, sin que perdiesen una pizca de calidad y de significado.
 
ruben_vlc rebuznó:
Desconozco esa obra. Lo cual debe significar que, simplemente, no existe.



Auch!! El Libro de los Amores Ridículos, que no El Amor...sí...simplemente el amor no existe...:oops:
 
Así habló Zarathustra de Friedrich Nietzsche. Lo leí a los 14 años y consiguió que me olvidara de Dios ya completamente, por si tenía alguna duda sobre su existencia. Leyendo este libro maté a Dios y encontré un sentido real a la vida, superé el nihilismo con la voluntad de poder y el impulso creativo del superhombre. Eran cosas que ya venía rumiando un tiempo, pero Nietzsche me hizo verlo de manera cristalina, toda una revelación.


¿Con catorce años a Nietzsche?

¿No sufres ningún trastorno mental?
 
Está claro que es simplemente un superdotado. Y vaya libros más buenos que cita, el jodío...
 
Está claro que siguió la guía de Bloom de lectura para adolescentes, lástima que no ha mencionado la impresión que le produjo la obra de jung a los 10, la lectura Kierkegard a los 11 etcetc, por no mencionar los descansos de instituto entre clase y clase disfrutando de Verlaine, Rimbaud etcetc mientras sus compañeros se dedicaban a jugar a futbol con pelótas de papel o tratar de ligarse a compañeras.

Pero claro, la influencia de Zaratustra a los 14, ¿quien es capaz de olvidarla? (Nota, tp me lo creo claro, pero allá cada cual con sus fantasmadas)
 
Leí "El Señor de los Anillos" con trece años y aprendí lo que significaba la lealtad y la lucha aun en contra de toda esperanza.

Leí "Drácula" con quince años y aprendí que para descubrir el origen de las cosas era mejor leer que atender a la sabiduría popular y a la televisión.

Leí 1984 con 20 años y aprendí lo que era la manipulación del Estado.

Leí "El club de los poetas muertos" con 21 años y aprendí que sólo yo podía vivir mi vida.

Leí "Las edades de Lulú" con 22 años y descubrí que la depravación sexual no es cosa de depravados, sino de casi todo el mundo.

Leí "Cien años de soledad" con 23 años y aprendí que el lenguaje podía ser hermoso, e incluso musical, sin que rimara.

Leí "Crimen y Castigo" con 25 años y descubrí que el amor trasciende las barreras del espacio y el tiempo. (Y que tenía la suerte de no haber nacido trágicamente ruso).

Leí "El Quijote" con 26 años por segunda vez y entonces sí que descubrí porque era la mejor novela de la literatura universal. Y percibí con claridad la inteligencia de Miguel de Cervantes, plasmada ya cuatrocientos años atrás y aún perceptible.
 
no soy muy aficionado a la lectura
pero siempre he sentido aficion
por las lecturas relacionadas con caballeros
y la edad media

de echo uno de los primeros libros "largos"
por asi decirlo que ley
fue la historia del rey arturo
 
se me olvido comentar
el libro que mas me ha influido
es " campos de fresa "
me conciencio bastante para saber que en mi vida probaria la droga
 
lanzs rebuznó:


¿Con catorce años a Nietzsche?

¿No sufres ningún trastorno mental?


Una persona normal y corriente de 14 años está en paridad inelectual con Nietzche. Lo preocupante es que después de la edad del pavo se le siga viendo como un autor interesante.
 
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