saca-al-tarado
Clásico
- Registro
- 22 Mar 2006
- Mensajes
- 2.702
- Reacciones
- 64
No me relamo de gusto ni tampoco me produce indiferencia sino que más bien me inspira cierta paz saber que a cierta ex no le va demasiado bien.
Ha pasado mucho tiempo, el barniz de la civilización y el paso de tiempo han ido diluyendo ciertas sensaciones y sin embargo no dejo de experimentar la sensación tranquilizadora de que a cada cual la vida le va poniendo en su lugar.
En su día decidimos de común acuerdo que aquello no iba a parte alguna: ni sus objetivos y conceptos ni los míos coincidían y lo mejor era zanjar el asunto de modo amistoso. Adiós a algunos proyectos, unos realizables y otros algo más fantasiosos.
Sus ulteriores relaciones no fueron bien y yo no emprendí ninguna otra de enjundia porque no me apetecía y ya había reunido suficiente escepticismo hacia esos asuntos; mejor emplear tiempo y fuerzas en cosas más provechosas. Sin embargo el fondo de amistad que subsistía hizo que, pagafánticamente, me estuviese tragando durante varios años sus sucesivas rupturas: conversaciones, consuelo, aportación de otra perspectiva, ... en definitiva cumplir con mi deber, que era echar una mano en lo que pudiera.
Luego llegó el mal momento para mí: un problema de salud. ¿Cuál fue su actitud? Pues muy bien podría haber sido aportar momentos de apoyo, cierta solidaridad, un poco de humanidad... No le pedí nada de eso pues consideré que de ofrecerlo tenía que haber salido de sí misma y si así lo quería, y por otro lado tampoco por mi parte hubiese mendigado nada. Pues no, se limitó a desaparecer, a no dirigir una sola llamada, a cortar todo contacto.
Nadie más me dio la espalda sino sólo ella, lo cual me hizo concluir que a lo peor su naturaleza caprichosa, egocéntrica y despiadada (ésa que nunca fui capaz de ver ni hubiera concebido jamás) le conducía a pensar que se vería "obligada" a corresponder en cierto modo por lo que había recibido anteriormente. Probablemente su concepto mercantilista y mezquino de las relaciones le provocó pánico y pensó "¡ahora deberé pagar con intereses lo que recibí, mejor desaparezco!".
Por suerte taché de mi vida con trazo grueso su existencia y sólo el tema de este hilo me ha rescatado esos recuerdos.
También he recuperado la sensación que tuve hace unos meses cuando supe por un conocido común que no le iba bien o mejor dicho que pesaba sobre ella la amenaza de que acabe por irle realmente mal: su ambición y ceguera materiales le ha provocado algunos problemas muy desagradables con Hacienda y, ¡ay, compañeros! su "alegrías" superan con amplitud el listón del delito fiscal así que allá se las componga.
Ha pasado mucho tiempo, el barniz de la civilización y el paso de tiempo han ido diluyendo ciertas sensaciones y sin embargo no dejo de experimentar la sensación tranquilizadora de que a cada cual la vida le va poniendo en su lugar.
En su día decidimos de común acuerdo que aquello no iba a parte alguna: ni sus objetivos y conceptos ni los míos coincidían y lo mejor era zanjar el asunto de modo amistoso. Adiós a algunos proyectos, unos realizables y otros algo más fantasiosos.
Sus ulteriores relaciones no fueron bien y yo no emprendí ninguna otra de enjundia porque no me apetecía y ya había reunido suficiente escepticismo hacia esos asuntos; mejor emplear tiempo y fuerzas en cosas más provechosas. Sin embargo el fondo de amistad que subsistía hizo que, pagafánticamente, me estuviese tragando durante varios años sus sucesivas rupturas: conversaciones, consuelo, aportación de otra perspectiva, ... en definitiva cumplir con mi deber, que era echar una mano en lo que pudiera.
Luego llegó el mal momento para mí: un problema de salud. ¿Cuál fue su actitud? Pues muy bien podría haber sido aportar momentos de apoyo, cierta solidaridad, un poco de humanidad... No le pedí nada de eso pues consideré que de ofrecerlo tenía que haber salido de sí misma y si así lo quería, y por otro lado tampoco por mi parte hubiese mendigado nada. Pues no, se limitó a desaparecer, a no dirigir una sola llamada, a cortar todo contacto.
Nadie más me dio la espalda sino sólo ella, lo cual me hizo concluir que a lo peor su naturaleza caprichosa, egocéntrica y despiadada (ésa que nunca fui capaz de ver ni hubiera concebido jamás) le conducía a pensar que se vería "obligada" a corresponder en cierto modo por lo que había recibido anteriormente. Probablemente su concepto mercantilista y mezquino de las relaciones le provocó pánico y pensó "¡ahora deberé pagar con intereses lo que recibí, mejor desaparezco!".
Por suerte taché de mi vida con trazo grueso su existencia y sólo el tema de este hilo me ha rescatado esos recuerdos.
También he recuperado la sensación que tuve hace unos meses cuando supe por un conocido común que no le iba bien o mejor dicho que pesaba sobre ella la amenaza de que acabe por irle realmente mal: su ambición y ceguera materiales le ha provocado algunos problemas muy desagradables con Hacienda y, ¡ay, compañeros! su "alegrías" superan con amplitud el listón del delito fiscal así que allá se las componga.