Franz Ferdinand rebuznó:
Lo que si tenía mucho peligro eran los micropuntos, en el barrio todavía se pasean un par que desde entonces sólo comen uvas, no te digo ná y te lo digo tó...
Lo de los micropuntos ya parece una leyenda urbana, todo el mundo tiene un conocido que conoce a alguien que se quedó pajarico con ellos. Típica es la historia de "a un conocido mío unos hamijos para gastarle una broma le echaron uno en la bebida... luego otro hamijo le echó otro... y pajarico tornose".
Eso lo puedo corroborar yo también. A principio de los ochenta y en plena crisis, hordas de jóvenes desubicados buscaban su sitio en los grupos de
kinkis chorizo-drogatas. Había libertad; el LSD, los opiáceos y los derivados de la Marihuana circulaban y se consumían porque era
lo que se tenía que hacer, para pertenecer a los grupos de jóvenes cool dominantes del cotarro.
A lo largo de la década de los ochenta y bien entrada la de los noventa, fui testigo de cómo iban cayendo uno tras otro los yonkarras de entonces; uno acabó atropellado por un camión cuando se largó con un Vespino de noche y sin luces a por jaco, otro acabó estrellándose contra un muro tras atracar un supermercado del barrio, otra yonki murió de sidra -aunque no exista- otros dos acabaron entre rejas por cargarse a un personaje yendo ciegos de todo lo habido y por haber...
y de entre todos ellos, uno sobrevivió. Pero a qué precio. Hoy en día se le ve salir a la calle con la chaqueta colgada del brazo, look setentero hippioso. Sus ojos no reflejan vida alguna, están perdidos en algún lugar del pasado, se diría que miran hacia adentro.
Jesucristo le llaman. Al parecer, un mal viaje de tripis (micropuntos que eran entonces) le dejó así. Ni psiquiátrico ni hostias, es un repollo andante que pasea por el pueblo sin comunicarse con nadie, salvo para hacer el gesto y emitir un leve gemido cuando pide un cigarro.
Es todo un espectáculo, eso sí, verle sentado en un banco del parque y discutiendo acaloradamente con su hamijo... invisible, supuestamente sentado a su lado.
Sólo una vez en mi vida probé el micropunto. Me tomé 1/4 y por desconfiado me tomé otro cuarto más. Perdí absolutamente los sentidos del olfato, el gusto y el tacto. Recuerdo colarme en una fiesta de cumpleaños del hamijo de un hamijo y beberme no menos de siete vasos de cubata, mitad ginebra mitad pippermint. :93me entraban como si fuera aire, no sentía nada.
De camino al servicio vomité en una planta del pasillo y ahí perdí el conocimiento. Al recobrarlo estaba tirado en el suelo agarrado al bidé y alguien me miraba con cara de asco y me decia: "pero empújalo con los dedos". Miré al interior del bidé y ahí estaba la pota más pastosa y consistente que había soltado jamás.
Otro fundido en negro y al recobrar el sentido me encuentro al grupito de hamijos al completo con una maquinilla eléctrica de afeitar como queriendo esquilarme, y recuerdo verlos tras la óptica de un gran angular.
De nuevo fundido en negro y les veo marcharse del piso, y yo arrastrándome por el suelo como un gusano tras ellos porque era incapaz de erguirme.
Fundido en negro y despierto al día siguiente tumbado sobre un somier con patas, un perro lamiéndome la cara y con la mano derecha sobre un charco de meados de perro.
Me levanté y me fui sin experimentar más que un leve mareo que se me quitó nada más pisar la calle.
Tenía dieciseis años, el yonki que me vendió el micropunto ya debía rondar los treinta. Este también murió, pero de cáncer de algo.
Buenos días.