El pagafanteo nace de lo que Nietzsche llamó la "moral de los siervos". Herr Nietzsche decía, resumiendo, que hay dos morales: la de los señores y la de los siervos. La moral de los que quieren mandar, que respeta el poder, la fuerza, la iniciativa, el orgullo. El impulso vital. Y frente a ella, porque la dialéctica es así, tiene que haber algo enfrente, está la moral de los siervos, que respeta la humildad, el sacrificio, la paciencia.
Los pagafantas no tienen iniciativa, no tienen orgullo. Creen que conquistarán a su adorada presa a través de la paciencia y el sacrificio. Error, a nadie le gusta los siervos. El pagafantismo es una forma incorrecta de aproximarse al sexo opuesto sea cual sea tu género. ¿Hay mujeres pagafantas? Claro, pero son diferentes.
Las mujeres tienen una forma de concebir el "poder" muy diferente a la de los hombres. Han crecido con la certidumbre de nunca poder superar en aptitudes violentas a la mayoría de hombres, así que no sueñan con coronas de guerra sino con la corona de reina del baile de graduación, triunfos demostrables ante la sociedad, victorias socialmente reconocidas, y no sólo individualmente. El problema es que también funciona al revés. La sumisión entre hombres se produce gracias a la amenaza, velada o no, de violencia real. La sumisión entre mujeres se produce gracias a la amenaza, velada o no, generalmente no, de degradación del estatus que ocupen dentro de la microsociedad que habiten. Porque se educa a las mujeres en la creencia de que son ellas, y no nosotros, las que necesitan al grupo, el grupo es su defensa, la suya y la de la progenie, luego debe ser su bastión y su posición dentro de él es muy relevante. Lo único relevante.
La pagafantas femenina nunca va a mostrarse como tal en sociedad. Siempre será algo privado, porque desprecian a los siervos y no pueden dar la imagen de ser uno. Querrán aparentar ser señoras, orgullosas y poderosas, y exhibirán públicamente (ahora sí) a sus siervos masculinos, los pagafantas. Ahí está la restricción, toda mujer querrá aparentar ser señora (en el sentido de la moral de señores), y su comportamiento en público será el acorde. Pagará copas dentro del decoro, pero con amigas delante nunca llegará a humillarse como los casos que todos conocemos. Los hombres pueden humillarse sin límites.
Por supuesto una vez dentro de la pareja ya está aceptado socialmente asumir el rol de siervas y tendrán infinita paciencia para con su señor (ojo, nunca para con su siervo), y humildad y blao.