lemikox
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Follar, follar y follar más. El objetivo y punto neurálgico de este relato.
Ubicación: Ushuaia, literalmente; el fin del mundo.
Un ser con problemas de apoplejía me acompaña durante todo este/nuestro viaje. Yo, una persona sana, de 1`80, ojos verdes, 75 kilos y 11 cms de gran RABO dispuesto a edulcorar la vida de todas las pequeñas niñas argentinas, mejicanas, yanquis, suizas y terneras (me han dicho y he comprobado que la carne argentina está muy rica) que encontrase.
El trayecto del bus han sido 17 putas horas de viaje desde El Calafate. No hay problema, todos los momentos de mi vida están enfocados y dirigidos a lo mismo: FOLLAR. Allí donde los demás ven desesperación yo vislumbro oportunidades de meter el cilindro cual percutor.
Así pues, ya dentro del bus hice un repaso táctico de la situación. Yo soy un tío serio, con clase y por eso no me monto en cualquier mierdecilla, así que después de engañar a mi fiel servidor para que me/nos pagase el viaje en un coche-cama (mi compañía cuesta dinero, que no soy ningún pepero en paro, señores) hice el primer vuelo rasante, cual ave fénix… ¿o es cual águila imperial? Bueno, da igual, que me desvío. La maquinaria ya estaba en marcha. Ustedes pensarán que lo que hago es visualizar coños (al estilo terminator) pero no, mi técnica es mucho más REFINADA y difícil de ejecutar pero gracias a todos mis años como dependiente en una bollería de trasgos y el hecho de haber residido en un internado (atento a cualquier cambio sutil de olor en el ambiente para poder salir airoso de las putadas de mis compañeros) me otorga un gran poder, y he podido desarrollar mi olfato a escalas CAOTICO-CUANTICAS.
Lo dicho, dentro del coche-cama cerré los ojos y empecé a olfatear, cada olor es único pero repetido, me explicaré: los olores van asociados a momentos de mi vida, así si huelo a pequeñas dosis de Brumel con restos de sudor automáticamente sé que hay personas mayores por mis alrededores. Todo eso me recuerda a mis años de pubertad entrando a la sala del cura para recibir su palabra y su doctrina. Esto viene acompañado de una imagen mental, siempre.
Bueno, empiezo a olisquear cual San Bernardo buscando supervivientes después de una avalancha; huelo a cuero (imagen mental: vendedores ambulantes) a pegamento y metal (imagen mental: a mi madre y el desatascador de tuberías) a cartones viejos sudaos con requesón(imagen mental: acampada año 2002-2003, sin ducharse y matándose a pajas parte de la dotación establecida en esa tienda) a mierda (imagen mental: autocagada en el cubo de basura de la casa de otro esclavo-amigo) y por fin huelo a COÑO (aquí, la imagen mental la dejo al libre albedrío de ustedes, no quisiera joderles esa visualización relatándoles mi recuerdo) mezclado con orina mal limpiada, dulce elixir.
Subo hacia el segundo piso del bus, no sin antes darme una hostia contra el techo por no abrir los ojos. Como ya he dicho, sólo tengo un objetivo en esta vida y lo demás es secundario. Demasiada concentración en un mismo punto; mi RABO.
Allí, en el segundo piso, me encuentro un percal no esperado: a un machupichu le empiezan a entrar convulsiones y se tira en mitad del pasillo dando patadas y bailando el robocop. Mi fiel escudero, buena persona que es, se tira velozmente a ayudar a este ser con tan mala suerte (ya dije que tenía una gran falta de coordinación) que se tropieza con el reposabrazos del asiento y acaba incrustando su cara contra el cristal de enfrente mientras pisa las pelotas al hombre-simio que seguía convulsionándose. Yo, preocupado por el estado de mi amigo-HUCHA me encuentro en una situación desesperante, decidirme por uno de los dos, y lo hago: pego un grito, diciendo “¡No sus preocupéis que tengo el cursillo de primeros auxilios!”. Observo como mi acompañante se quita las manos de la cara y me mira con cara de”¿pero qué coño dice este colgao?”, ahí me percato de que él no estaba sangrando, sólo había sido el golpe contra el cristal.
“¡Dejadme paso, apartarse, que necesita aire! Tú, tráeme una botella de agua; usted, deme su almohada; y tu put… er…señor de color, cójale de los pies!”. Bueno, bonita situación, yo no tengo hecho el puto curso ni nada, pero como ya he dicho sólo tengo un objetivo en mente: FOLLAR. Me imaginé dando la vuelta al bus, como los toreros, y aclamado por la multitud, después de salvar la vida de aquel sudaca. Todas las personas del bus me considerarían un héroe, aunque a mí me importase una mierda. Yo sólo quería que la niña de unos 16 años o así estuviera chorreando por mí.
Este momento está algo confuso en mi memoria,porque recuerdo estar sujetando (intentándolo) al tipo mientras bebía de la botella de agua que me habían traído y colocaba la almohada debajo de mis rodillas para no lastimarme. El negro seguía con las piernas del gaucho, las tenía en sus manos y hacía un movimiento eléctrico al intentar parar las acometidas del epiléptico. Miré hacia arriba y vi un montón de ojos clavados en mí, pensé “cagonlaostia, ¿y ahora qué hago?” me sorprendí buscando en mis bolsillos y me acordé de la fiesta del día anterior, donde unas americanas me habían dado unas pastillas para disfrutar más de la noche. A mí no me gustan las drogas, esas cosas son para FRACASADOS pero acepté las pastillas y se me olvidó tirarlas después de haberme cepillado a la yonqui, así que metí mi mano en el bolsillo y saqué una de las pastillas, la miré. También dirigí mi mirada a mi fiel escudero y pude ver horror en sus ojos. A mí me la soplaba, yo sólo quería percutir en chocho mojado. Así que le espeté un hostia con el envés de mi mano al epiléptico pero el tío no paraba de hacer cosas extrañas con la boca y tampoco era plan de liarme a golpes con un ser inferior. Cambié de táctica y cual Kobe Bryant le tiré la pastilla a la boca, cualquiera mete ahí los dedos con el minihombre haciendo aspavientos y mordisqueándose la boca, acto seguido el muy hijoputa empezó a echar espuma por la boca y moverse con mas frenesí aún si cabe. “Tranquilos, esto es un efecto secundario” dije yo a la gente agolpada alrededor. La verdad, no tenía ni puta idea de lo que hacía pero la teen estaba chorreando por mí. El hombrecito estuvo como medio minuto más moviéndose a lo Sammy Davis para al final, pararse durante un segundo aproximadamente, se quedó inmóvil, inerte. Tiempo suficiente para que me acojonase cual maricón entre una reunión de hijos de la raza aria. “¡Cagondios! ¿¡A qué me lo he cargao!?” pensé. Pero no, el pequeño machupichu se deshizo del negro 4puertas y se incorporó de un salto. Pegó un grito, debía de ser un grito de guerra de sus ancestros o de su tribu porque nadie le entendió, y se fue corriendo para salir del autobús (yo creo que empezaron a hacerle efecto las pastillas pero como no soy drogaino no lo sé), el individuo se pegó tal hostión al salir y caerse al suelo que al final le llevaron en ambulancia al hospital más cercano(así que supongo que acabaría yendo a Buenos Aires porque allí todo es cuartomundista), no por el ataque epiléptico en sí, sino por la rotura de cadera o de fémur o lo que fuera que tenía después de aquel trompazo. El muy joputa aún seguía haciendo movimientos de mandíbula y continuaba repitiendo frases sin sentido cuando se lo llevaron. “Puto yonki” pensé.
Yo ya era un icono, un HÉROE para esa ninfa y para el resto. Después de recibir los vítores y aplausos del respetable salimos, hora y media más tarde de la hora prevista. Necesitaba un poco de descanso para bajar ese subidón de adrenalina antes de atacar a aquel conejo babeante, y por eso me fui a sentar al lado de mi compadre que me miraba de forma rara, como desautorizando lo que había hecho. No le di más importancia, ya que me la suda todo lo que no sea PERCUTIR. Él, al final, me iba a echar un sermón cuando fui a coger el IPHONE para pasar de su charla y en vez de sacar el aparato saque una cartera, la cartera del machupichu; mecagondios! No sé como coño llegó a mi bolsillo, los dos nos quedamos mirando la cartera hasta que él chilló “la madre que te par…” ahí le tapé la boca para que se estuviera callado, que la íbamos a liar, bueno, me iba a joder el rollo con la teen.
Ahí anduvimos discutiendo del tema, que si devuelve la cartera, que si un cojón que no la devuelvo, que van a pensar que soy un ladrón que si esto que si lo otro (que me quedo sin follar, coñe!). Cuando le hice entrar en razón, tampoco fue muy difícil gracias a mi gran poder de convicción, ya eran las 12 o así de la noche; la gran parte del bus estaba durmiendo o intentándolo. Yo ya estaba más calmado y focalicé mi objetivo: la ninfa argentina.
Bajé al primer piso y allí estaba ella, acababa de salir del baño.
Aquí debo de hacer un inciso y decir que en los colectivos (buses) argentinos el baño está al final del bus y los coches-cama (buses) son de tres asiento por fila, dos a la izquierda y uno a la derecha. Ella se sentaba en el de dos, en la parte del pasillo y a su izquierda había un señor calvo con bigote (era su padre como más adelante malamente descubrí), en el otro asiento no había nadie.
Vuelvo al tema. Ella al salir del baño me miró, yo clavé mis ojos en sus pechos, llevaba una camiseta suelta, como de pijama. Pude advertir como se endurecían debajo de esa blusa ya que cada vez me miraban con más fuerza. Ella se quedó de pie un segundo más de lo previsto y yo pasé por su lado rozándole con mi rabo ERECTO todo su trasero, acto seguido entré en el baño. Ella había defecado y me encontré con todo el pastel; me dieron ganas de coger una cuchara y empezar con el postre pero luego pensé que mi boca estaría en su coño o en su boca y que no le gustaría saber qué es lo que ella expulsa por ese orificio que también tenía pensado horadar. Me hice una paja. Otra. Cayó una tercera y salí del baño dispuesto a atacar a esa hembra pampeña. Salgo y la encuentro sobando con el asiento casi convertido en cama, su padre roncando no era problema para mi gran ingenio y mis sutiles movimientos.
A ella le colgaba la típica baba de la gente que duerme muy a gustito, debajo de la manta intuía que se estaba tocando, así que me dije “si a esta zorrita ya la tengo en el bote, voy a ir a saco” en ese momento me saque la polla y se la empecé a pasar por el brazo, por el cuello, entre el pelo y la fui acercando a su cara, a su boca hasta que con leves movimiento fui introduciéndola. Ella, en efecto, tenía sueños húmedos porque chupaba de mi rabo mejor que Jenna Marie Massoli. Yo la estaba gozando de tal manera que empecé a emitir pequeños sonidos de aprobación y mi mano se introdujo debajo de su manta, en ese momento ella se despertó (si es que no estaba ya despierta la muy zorra) y me cogió el rabo mientras seguía chupando. Yo le metí mis dedos en su coño y luego me los llevé a la boca, y de allí al coño otra vez. Que olor, que imagen en mi mente (esta imagen la guardo para mí, que es personal). Yo ya estaba introduciendo mi segundo dedo en su agujero húmedo cuando un frenazo del conductor me desequilibró. Saqué mi rabo de su boca, con el consiguiente quejido por mi parte, ahora sólo tenía un anclaje; el dedo dentro de coño. Pero no fue suficiente, demasiado chorreante estaba y no me pude sujetar, así que caí al suelo mientras decía “cagonla…”. Me levanté raudo y veloz cual gacela en celo sólo pensando en seguir con la pequeña ninfómana… pero, oh! Amigos, sorpresa. Su padre estaba despierto, el frenazo del puto chofer le había despertado y me miró a la cara, luego a la polla, en ese momento hubo una lucha de poder a poder. Los dos se miraban fijamente, mi rabo y él, y él a mi rabo. Mi gran polla achantó al viejo, y éste miró a su hija, menuda cara de guarra insatisfecha que tenía, la muy zorra podía haber disimulado un poco pero no, la niña tenía que hacer de mujer, de mujer y de puta (bueno, puta no que no le pagué) y dijo algo como “ mira papa, ese…” no oí más. El viejo calvo bigotudo se tiró hacia mí con un grito de guerra similar al emitido por el yonky epiléptico. A mí me dio tiempo a meterme la polla en el pantalón y medio subirme la cremallera, después recuerdo estar en el suelo mientras el gañan me PERCUTIA las costillas, lo último que recuerdo es a la gente decir “para, para, no pegués al chico, dejálo” mientras mi amiguete bajaba las escaleras asustado por los ruidos y caía de bruces encima de mí… puto apopléjico.
Ubicación: Ushuaia, literalmente; el fin del mundo.
Un ser con problemas de apoplejía me acompaña durante todo este/nuestro viaje. Yo, una persona sana, de 1`80, ojos verdes, 75 kilos y 11 cms de gran RABO dispuesto a edulcorar la vida de todas las pequeñas niñas argentinas, mejicanas, yanquis, suizas y terneras (me han dicho y he comprobado que la carne argentina está muy rica) que encontrase.
El trayecto del bus han sido 17 putas horas de viaje desde El Calafate. No hay problema, todos los momentos de mi vida están enfocados y dirigidos a lo mismo: FOLLAR. Allí donde los demás ven desesperación yo vislumbro oportunidades de meter el cilindro cual percutor.
Así pues, ya dentro del bus hice un repaso táctico de la situación. Yo soy un tío serio, con clase y por eso no me monto en cualquier mierdecilla, así que después de engañar a mi fiel servidor para que me/nos pagase el viaje en un coche-cama (mi compañía cuesta dinero, que no soy ningún pepero en paro, señores) hice el primer vuelo rasante, cual ave fénix… ¿o es cual águila imperial? Bueno, da igual, que me desvío. La maquinaria ya estaba en marcha. Ustedes pensarán que lo que hago es visualizar coños (al estilo terminator) pero no, mi técnica es mucho más REFINADA y difícil de ejecutar pero gracias a todos mis años como dependiente en una bollería de trasgos y el hecho de haber residido en un internado (atento a cualquier cambio sutil de olor en el ambiente para poder salir airoso de las putadas de mis compañeros) me otorga un gran poder, y he podido desarrollar mi olfato a escalas CAOTICO-CUANTICAS.
Lo dicho, dentro del coche-cama cerré los ojos y empecé a olfatear, cada olor es único pero repetido, me explicaré: los olores van asociados a momentos de mi vida, así si huelo a pequeñas dosis de Brumel con restos de sudor automáticamente sé que hay personas mayores por mis alrededores. Todo eso me recuerda a mis años de pubertad entrando a la sala del cura para recibir su palabra y su doctrina. Esto viene acompañado de una imagen mental, siempre.
Bueno, empiezo a olisquear cual San Bernardo buscando supervivientes después de una avalancha; huelo a cuero (imagen mental: vendedores ambulantes) a pegamento y metal (imagen mental: a mi madre y el desatascador de tuberías) a cartones viejos sudaos con requesón(imagen mental: acampada año 2002-2003, sin ducharse y matándose a pajas parte de la dotación establecida en esa tienda) a mierda (imagen mental: autocagada en el cubo de basura de la casa de otro esclavo-amigo) y por fin huelo a COÑO (aquí, la imagen mental la dejo al libre albedrío de ustedes, no quisiera joderles esa visualización relatándoles mi recuerdo) mezclado con orina mal limpiada, dulce elixir.
Subo hacia el segundo piso del bus, no sin antes darme una hostia contra el techo por no abrir los ojos. Como ya he dicho, sólo tengo un objetivo en esta vida y lo demás es secundario. Demasiada concentración en un mismo punto; mi RABO.
Allí, en el segundo piso, me encuentro un percal no esperado: a un machupichu le empiezan a entrar convulsiones y se tira en mitad del pasillo dando patadas y bailando el robocop. Mi fiel escudero, buena persona que es, se tira velozmente a ayudar a este ser con tan mala suerte (ya dije que tenía una gran falta de coordinación) que se tropieza con el reposabrazos del asiento y acaba incrustando su cara contra el cristal de enfrente mientras pisa las pelotas al hombre-simio que seguía convulsionándose. Yo, preocupado por el estado de mi amigo-HUCHA me encuentro en una situación desesperante, decidirme por uno de los dos, y lo hago: pego un grito, diciendo “¡No sus preocupéis que tengo el cursillo de primeros auxilios!”. Observo como mi acompañante se quita las manos de la cara y me mira con cara de”¿pero qué coño dice este colgao?”, ahí me percato de que él no estaba sangrando, sólo había sido el golpe contra el cristal.
“¡Dejadme paso, apartarse, que necesita aire! Tú, tráeme una botella de agua; usted, deme su almohada; y tu put… er…señor de color, cójale de los pies!”. Bueno, bonita situación, yo no tengo hecho el puto curso ni nada, pero como ya he dicho sólo tengo un objetivo en mente: FOLLAR. Me imaginé dando la vuelta al bus, como los toreros, y aclamado por la multitud, después de salvar la vida de aquel sudaca. Todas las personas del bus me considerarían un héroe, aunque a mí me importase una mierda. Yo sólo quería que la niña de unos 16 años o así estuviera chorreando por mí.
Este momento está algo confuso en mi memoria,porque recuerdo estar sujetando (intentándolo) al tipo mientras bebía de la botella de agua que me habían traído y colocaba la almohada debajo de mis rodillas para no lastimarme. El negro seguía con las piernas del gaucho, las tenía en sus manos y hacía un movimiento eléctrico al intentar parar las acometidas del epiléptico. Miré hacia arriba y vi un montón de ojos clavados en mí, pensé “cagonlaostia, ¿y ahora qué hago?” me sorprendí buscando en mis bolsillos y me acordé de la fiesta del día anterior, donde unas americanas me habían dado unas pastillas para disfrutar más de la noche. A mí no me gustan las drogas, esas cosas son para FRACASADOS pero acepté las pastillas y se me olvidó tirarlas después de haberme cepillado a la yonqui, así que metí mi mano en el bolsillo y saqué una de las pastillas, la miré. También dirigí mi mirada a mi fiel escudero y pude ver horror en sus ojos. A mí me la soplaba, yo sólo quería percutir en chocho mojado. Así que le espeté un hostia con el envés de mi mano al epiléptico pero el tío no paraba de hacer cosas extrañas con la boca y tampoco era plan de liarme a golpes con un ser inferior. Cambié de táctica y cual Kobe Bryant le tiré la pastilla a la boca, cualquiera mete ahí los dedos con el minihombre haciendo aspavientos y mordisqueándose la boca, acto seguido el muy hijoputa empezó a echar espuma por la boca y moverse con mas frenesí aún si cabe. “Tranquilos, esto es un efecto secundario” dije yo a la gente agolpada alrededor. La verdad, no tenía ni puta idea de lo que hacía pero la teen estaba chorreando por mí. El hombrecito estuvo como medio minuto más moviéndose a lo Sammy Davis para al final, pararse durante un segundo aproximadamente, se quedó inmóvil, inerte. Tiempo suficiente para que me acojonase cual maricón entre una reunión de hijos de la raza aria. “¡Cagondios! ¿¡A qué me lo he cargao!?” pensé. Pero no, el pequeño machupichu se deshizo del negro 4puertas y se incorporó de un salto. Pegó un grito, debía de ser un grito de guerra de sus ancestros o de su tribu porque nadie le entendió, y se fue corriendo para salir del autobús (yo creo que empezaron a hacerle efecto las pastillas pero como no soy drogaino no lo sé), el individuo se pegó tal hostión al salir y caerse al suelo que al final le llevaron en ambulancia al hospital más cercano(así que supongo que acabaría yendo a Buenos Aires porque allí todo es cuartomundista), no por el ataque epiléptico en sí, sino por la rotura de cadera o de fémur o lo que fuera que tenía después de aquel trompazo. El muy joputa aún seguía haciendo movimientos de mandíbula y continuaba repitiendo frases sin sentido cuando se lo llevaron. “Puto yonki” pensé.
Yo ya era un icono, un HÉROE para esa ninfa y para el resto. Después de recibir los vítores y aplausos del respetable salimos, hora y media más tarde de la hora prevista. Necesitaba un poco de descanso para bajar ese subidón de adrenalina antes de atacar a aquel conejo babeante, y por eso me fui a sentar al lado de mi compadre que me miraba de forma rara, como desautorizando lo que había hecho. No le di más importancia, ya que me la suda todo lo que no sea PERCUTIR. Él, al final, me iba a echar un sermón cuando fui a coger el IPHONE para pasar de su charla y en vez de sacar el aparato saque una cartera, la cartera del machupichu; mecagondios! No sé como coño llegó a mi bolsillo, los dos nos quedamos mirando la cartera hasta que él chilló “la madre que te par…” ahí le tapé la boca para que se estuviera callado, que la íbamos a liar, bueno, me iba a joder el rollo con la teen.
Ahí anduvimos discutiendo del tema, que si devuelve la cartera, que si un cojón que no la devuelvo, que van a pensar que soy un ladrón que si esto que si lo otro (que me quedo sin follar, coñe!). Cuando le hice entrar en razón, tampoco fue muy difícil gracias a mi gran poder de convicción, ya eran las 12 o así de la noche; la gran parte del bus estaba durmiendo o intentándolo. Yo ya estaba más calmado y focalicé mi objetivo: la ninfa argentina.
Bajé al primer piso y allí estaba ella, acababa de salir del baño.
Aquí debo de hacer un inciso y decir que en los colectivos (buses) argentinos el baño está al final del bus y los coches-cama (buses) son de tres asiento por fila, dos a la izquierda y uno a la derecha. Ella se sentaba en el de dos, en la parte del pasillo y a su izquierda había un señor calvo con bigote (era su padre como más adelante malamente descubrí), en el otro asiento no había nadie.
Vuelvo al tema. Ella al salir del baño me miró, yo clavé mis ojos en sus pechos, llevaba una camiseta suelta, como de pijama. Pude advertir como se endurecían debajo de esa blusa ya que cada vez me miraban con más fuerza. Ella se quedó de pie un segundo más de lo previsto y yo pasé por su lado rozándole con mi rabo ERECTO todo su trasero, acto seguido entré en el baño. Ella había defecado y me encontré con todo el pastel; me dieron ganas de coger una cuchara y empezar con el postre pero luego pensé que mi boca estaría en su coño o en su boca y que no le gustaría saber qué es lo que ella expulsa por ese orificio que también tenía pensado horadar. Me hice una paja. Otra. Cayó una tercera y salí del baño dispuesto a atacar a esa hembra pampeña. Salgo y la encuentro sobando con el asiento casi convertido en cama, su padre roncando no era problema para mi gran ingenio y mis sutiles movimientos.
A ella le colgaba la típica baba de la gente que duerme muy a gustito, debajo de la manta intuía que se estaba tocando, así que me dije “si a esta zorrita ya la tengo en el bote, voy a ir a saco” en ese momento me saque la polla y se la empecé a pasar por el brazo, por el cuello, entre el pelo y la fui acercando a su cara, a su boca hasta que con leves movimiento fui introduciéndola. Ella, en efecto, tenía sueños húmedos porque chupaba de mi rabo mejor que Jenna Marie Massoli. Yo la estaba gozando de tal manera que empecé a emitir pequeños sonidos de aprobación y mi mano se introdujo debajo de su manta, en ese momento ella se despertó (si es que no estaba ya despierta la muy zorra) y me cogió el rabo mientras seguía chupando. Yo le metí mis dedos en su coño y luego me los llevé a la boca, y de allí al coño otra vez. Que olor, que imagen en mi mente (esta imagen la guardo para mí, que es personal). Yo ya estaba introduciendo mi segundo dedo en su agujero húmedo cuando un frenazo del conductor me desequilibró. Saqué mi rabo de su boca, con el consiguiente quejido por mi parte, ahora sólo tenía un anclaje; el dedo dentro de coño. Pero no fue suficiente, demasiado chorreante estaba y no me pude sujetar, así que caí al suelo mientras decía “cagonla…”. Me levanté raudo y veloz cual gacela en celo sólo pensando en seguir con la pequeña ninfómana… pero, oh! Amigos, sorpresa. Su padre estaba despierto, el frenazo del puto chofer le había despertado y me miró a la cara, luego a la polla, en ese momento hubo una lucha de poder a poder. Los dos se miraban fijamente, mi rabo y él, y él a mi rabo. Mi gran polla achantó al viejo, y éste miró a su hija, menuda cara de guarra insatisfecha que tenía, la muy zorra podía haber disimulado un poco pero no, la niña tenía que hacer de mujer, de mujer y de puta (bueno, puta no que no le pagué) y dijo algo como “ mira papa, ese…” no oí más. El viejo calvo bigotudo se tiró hacia mí con un grito de guerra similar al emitido por el yonky epiléptico. A mí me dio tiempo a meterme la polla en el pantalón y medio subirme la cremallera, después recuerdo estar en el suelo mientras el gañan me PERCUTIA las costillas, lo último que recuerdo es a la gente decir “para, para, no pegués al chico, dejálo” mientras mi amiguete bajaba las escaleras asustado por los ruidos y caía de bruces encima de mí… puto apopléjico.