Nueces
Muerto por dentro
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Madrid, Madrid, Madrid, antaño capital imperial, hoy cúspide de un país bananero. Pasear por Madrid es constatar uno por uno todos los males de Occidente. Millones de hormigas humanas que transitan por sus calles abarrotando los espacios. Todos ensimismados, intentando esquivarse los unos a los otros. Todos de uniforme con similares ropajes propios de la última colección de Cáritas, en una variada gama de negros, azules marinos, marrones y grises. Muy alegre todo.
La Gran Vía en todo su esplendor
El aire es vapor venenoso que provoca a la media hora de estar en esa pérfida Babilonia que tu nariz moquee una sustancia entre el negro muerte y el marrón mierda. Todo el mundo lleva el pelo sucio y grasiento, siendo pocos los que tienen la delicadeza de ocultarlo con un gorro. Todos plebe, eslabones de la cadena productiva, sin más inquietud que la de llegar a mañana será otro día. De los turistas, ni me pronuncio.
Madrid, hoy mismo
Entro a mear en un servicio teóricamente respetable y al cerrar la puerta, encuentro toda la parte posterior llena de grabados solicitando y ofreciendo pollas y anos. Incluso había una firmada por un tal Benito. Por la calle solo ves hombres besando a hombres y mujeres cogidas de las manos. Entonces, ¿de dónde salen los niños? ¿De los turistas? Las cervezas mal tiradas, las tapas de pan con pan y la cocina propia de un Burger King en los supuestos mejores restaurantes. ¿Y el acento madrileño? ¡Qué distinto del recio y noble acento castellano! En Madrid la gente habla como si estuviesen oliendo pedos todo el tiempo.
Madrid, escena cotidiana
La oferta cultural es lamentable. Lo más selecto es un musical de El Rey León, no te lo pierdas. Han acabado por convertir museos como el Prado o el Reina Sofía en centros comerciales, atestados de muchedumbre que pasea por sus galerías mientras balbucean tontadas como "qué bonito". Argh, qué asco Madrid, relaxing cup. No voy a volver nunca, cada uno de sus ciudadanos parece un puto forero. Y Barcelona está mucho peor.
La Gran Vía en todo su esplendor
El aire es vapor venenoso que provoca a la media hora de estar en esa pérfida Babilonia que tu nariz moquee una sustancia entre el negro muerte y el marrón mierda. Todo el mundo lleva el pelo sucio y grasiento, siendo pocos los que tienen la delicadeza de ocultarlo con un gorro. Todos plebe, eslabones de la cadena productiva, sin más inquietud que la de llegar a mañana será otro día. De los turistas, ni me pronuncio.
Madrid, hoy mismo
Entro a mear en un servicio teóricamente respetable y al cerrar la puerta, encuentro toda la parte posterior llena de grabados solicitando y ofreciendo pollas y anos. Incluso había una firmada por un tal Benito. Por la calle solo ves hombres besando a hombres y mujeres cogidas de las manos. Entonces, ¿de dónde salen los niños? ¿De los turistas? Las cervezas mal tiradas, las tapas de pan con pan y la cocina propia de un Burger King en los supuestos mejores restaurantes. ¿Y el acento madrileño? ¡Qué distinto del recio y noble acento castellano! En Madrid la gente habla como si estuviesen oliendo pedos todo el tiempo.
Madrid, escena cotidiana
La oferta cultural es lamentable. Lo más selecto es un musical de El Rey León, no te lo pierdas. Han acabado por convertir museos como el Prado o el Reina Sofía en centros comerciales, atestados de muchedumbre que pasea por sus galerías mientras balbucean tontadas como "qué bonito". Argh, qué asco Madrid, relaxing cup. No voy a volver nunca, cada uno de sus ciudadanos parece un puto forero. Y Barcelona está mucho peor.