Cómo encender y fumar un puro:
Vaya por delante que con este post no pretendo sentar cátedra en cuanto al proceder en estas dos fases. Fumar cigarros es toda una liturgia muy personal, y que como hemos ido viendo en este hilo va más allá de pegarle fuego a un troncho de hojas secas y meterse el humo en la boca. Es un coleccionismo, es una ceremonia, un deleite de los cinco sentidos, a mi juicio, que va mucho más allá y que, como es natural, es una afición acreedora de la subjetividad más dispar. Así, las pautas que voy a ir desgranando son mi personal procedimiento, eso sí, desde el contraste y constatación con expertos, algunos libros y revistas e internet. Cierto es que algunos fumadores de cigarros y cuñados varios intentan aplicar una pátina de lógica y ortodoxia a lo que no son más que costumbres y manías particulares, por dar empaque a sus afirmaciones. Sin embargo, en lo que voy a ir desgranando a continuación intentaré deslindar claramente lo que son pautas fundamentales y mis propios hábitos.
Empecemos por unificar conceptos echándole un vistazo a la denominación de las partes de un puro y así poder entendernos, aunque el esquema de debajo no recoja todos los términos existentes para cada parte:
1) Encendido.
Un cigarro no se enciende plantándonoslo en la boca y dándole fuego por la
boquilla, y ya está. Lo primero de todo, obviamente, es practicarle un corte a nuestro gusto en la
perilla, por debajo de la parte que sujeta la
capa para que esta no se desenrolle. Ya he comentado que mi cortador favorito es el de guillotina doble, pero independientemente y aunque en condiciones idóneas de humedad no tiene por qué pasar nada raro, suelo chupar ligeramente la
perilla a fin de humedecerla y garantizar un corte limpio que no la resquebraje, por si acaso. Limpiar la superficie cortada de algún resto de tabaco y aquí es donde yo suelo hacer una breve "fumada en frío", es decir, darle unas caladas sin encender y saborear el puro tal cual. Es agradable.
Descartemos encender el puro con cualquier llama que le pueda aportar sabores u olores extraños, lo ideal son cerillas largas o varitas de cedro. La combustión de gas es limpia, pero ahorrémoslo y evitemos recalentar mecheros, porque vamos a necesitar la llama durante algunos minutos.
El primer paso del encendido es "preparar el tiro", esto es, ennegrecer ligera pero completamente la
boquilla con fuego para que la superficie de quemado sea uniforme, o como dicen los cubanos
arda parejo. A veces durante la fumada el tiro se desvía, lo cual no debería suceder en un puro bien construido y conservado, yo lo suelo corregir aplicando fuego, no sé si esto es muy ortodoxo... La forma de realizarlo es situando la llama por debajo de la
boquilla e ir girando el cigarro sobre sí mismo. Yo procuro que la llama no lo toque para no manchar de humo la
capa. Quizá sea una gilipollez, pero me gusta fumarme algo bonito.
Una vez hemos conseguido un "pretiro" uniforme procederemos a encenderlo de igual manera, girando el cigarro sobre sí mismo entre los labios con la llama delante dando varias caladas, que todavía no nos meteremos en la boca, cerciorándonos de que toda la superficie de la
boquilla haya entrado en combustión. Antes de dar la primera calada es conveniente soplar a través del cigarro encendido para eliminar la ceniza que haya podido entrar dentro de la
tripa.
2) Fumada
A estas alturas ya está claro, pero insisto: el humo no se traga porque es muy irritante, unas vías respiratorias irritadas nos estropearían la experiencia. En cada calada y antes de guardarnos el humo en la boca unos instantes se dan dos o tres caladas "en falso" a fin de calentar el humo, y la última se expele lentamente. Ahora, saboreen.
Hay que procurar alimentar la combustión periódicamente, lo ideal es que el cigarro no se apague mientras dure, aunque sin necesidad de fumar, y es muy importante que el tiro no toque el cenicero. De todos modos, no es gran tragedia que se apague, no se arruina ni hay que tirarlo. Si sucediera, se elimina la mayor parte de la ceniza sacudiéndolo un poco y se vuelve a encender. Hay quien vuelve a guillotinarlo procurando no cortar mucho más que la superficie quemada, yo a veces lo hago. No hay que olvidar que el sabor y el aroma evolucionan a medida que fumamos, por lo que es inevitable que vayan cambiando y es parte del disfrute de matices de la experiencia, que fumadores expertos pueden aislar y detallar con gran precisión.
Aconsejan no retirar la ceniza de nuestro cigarro continuamente, conviene mantenerla en la medida de lo posible, ya que así huele y sabe mejor.
Un puro
ardiendo parejo
La duración de un cigarro depende de su
calibre y largura y de la forma en que lo fumemos, pero a este respecto hay que insistir en que fumar es un momento de sosiego apacible, enemigo del ansia. Disfruten con calma. Es recomendable adecuar la duración de nuestro puro al tiempo del que podamos disponer, a poder ser disfrutando de nuestra copa favorita, aunque nuestra sesión puril no debería bajar de una hora, aproximadamente.
"¿Y cuándo se termina de fumar un puro?" La ortodoxia dicta como regla general que la parte fumable de un puro son 2/3 de su longitud, del
pie a la
cabeza, vamos. Más allá, la acumulación de alquitrán y demás sustancias hacen que su sabor se vuelva demasiado intenso, picante o incluso recuerde al amoníaco. Pero la regla de oro es tan sencilla como subjetiva: dejen de fumar justo antes de dejar de disfrutar. Es una lástima estropear un gran velada por apurar (nunca mejor dicho), independientemente de que el trabuco nos haya costado tantos euros o sea un "Fulanítez de Mengánez
espesial edision". El "postpuro" debe ser de buena sensación, y si esta buena sensación nos pide continuar más allá de los mencionados 2/3, adelante. Es nuestra experiencia, nuestro gusto y nuestro momento, que ninguna prescripción lo arruine.
"No tengo tiempo para terminarme el cigarro y lo guardo para otra ocasión". Pecado mortal, cónphorers. Dicen que hasta una o dos horas el cigarro es recuperable "purgándolo" o "desgasificándolo", es decir, acercándole una llama y soplando para limpiarlo de impurezas y gases. En el caso de dejarlo para el día siguiente, definitivamente, es mucho peor, y además la estancia en la que lo guardemos olerá a demonios fritos, no precisamente a buen tabaco. No recomiendo esta práctica, ya que los fluidos internos generados por la combustión y por el enfriamiento y reposo posterior del cigarro apagado atacan la composición del tabaco al impregnarse, destrozando completamente sus cualidades.
Como último apunte, el apagado. Nunca desmenuzar el puro contra el fondo del cenicero, hay que dejarlo morir con dignidad sobre él, sin más; deja de humear enseguida, se apaga sólo y no deja mal olor en el ambiente.
Edito: correcciones mínimas.