Te pongo en situación: Viernes por la noche. Tú, que llevas haciendo la base con cervezas desde el miércoles, te vas a la ducha. Te vistes, te arreglas, buscas algo que esté medianamente planchado (el tema de la armadura es importante) y quedas con tus amigos para beber. Aquí estamos en la fase preparatoria de la batalla. Entre todos los guerreros se dividen los flancos, las posiciones y estrategias de ataque. Se dejan apalabradas las coberturas, las tácticas y los “qué hace una chica como tú en un lugar como este” y demás frases deplorables que hacen que no tengáis cabida en este mundo pero que, aunque no os acordéis al día siguiente, decís. Tras cuatro horas bebiendo como si lo fuesen a prohibir, llega el momento de partir a la guerra. Llegáis a la discoteca y cada uno empieza a ocupar su posición. Dos a la barra, dos al reservado, dos al cuarto de baño, otro que se ocupe del postureo con el dueño del local, otros dos a la puerta a fumar y luego siempre está el guerrero del sofá. Pero esa es otra batalla que ya contaremos otro día.
Al cabo de una hora, con el territorio controlado, llega el momento de sacar la
artillería pesada. En caballerías (y sin ser necesariamente un caballero) os vais acercando a los diferentes grupos de chicas. Os creéis que estáis en la cresta de la ola, partiéndolo, pero no. Con catorce copas en el cuerpo la mejor estrategia es encontrar un punto de apoyo, echar el ancla, y limitarse al movimiento de cabeza básico. Tras unas cuantas derrotas (y unas muchas cobras), llega el típico amigo (porque todos lo tenemos) que suelta la típica frase de apoyo al equipo: “Que hayamos perdido una batalla (ja, ojalá fuese solo una) no significa que vayamos a perder la guerra”. ¡Y vuelta a la carga!
Y es entonces cuando, sobre las 5:30 de la mañana y en la oscuridad de la noche (de la noche y de las quince copas que te has metido ya entre pecho y espalda) entran por la puerta las valquirias. Y digo entran por la puerta porque suelen ser de esas chicas que aparecen en una discoteca a altas horas para hacer la última parada. De hecho esto es así porque cualquier fémina que haya visto el espectáculo que habéis dado ya os digo yo que no se acerca. Y empiezan a cumplir su misión. Se acercan a la barra, piden una copa a la cual por supuesto les invitan, no vayáis a pensar que no conocen el terreno en el que están operando. Ahora, dependiendo de la suerte que tengas, puedes llamar su atención o no. Si les pareces mono no te preocupes, te has librado. Y explico lo de mono:
“Pobre, va tan borracho…le daría un abrazo”. Esto no vale. Ningún guerrero digno de mención busca abrazos a las seis de la mañana en una discoteca. Entonces escogen al mejor. O al menos malo. El perfil de guerrero muerto seleccionado suele ser el que está lo suficientemente consciente como para acordarse de cómo se llama, dónde vive y cuál es su pin de la tarjeta de crédito pero también lo suficientemente ebrio como para ser manejado con facilidad…Si, tu destino se acaba de depositar en manos del camarero y de si ha hecho caso a tus
“dale dale que yo te digo” mientras te servía las copas. Si cumples con los requisitos, esto no ha hecho más que empezar. Es inútil que intentes resistirte, el hombre podrá ganar la batalla vertical, pero nunca la horizontal. Por taras de la naturaleza, a una valquiria le basta y le sobra con mantener la mirada fija en el mismo individuo durante unos cinco minutos (hay que darle un par de minutos de margen para que se dé cuenta) para que éste se apresure a acercarse a ella como si la fuerza de la gravedad hubiese cambiado de punto.
Cadera a la derecha, cadera a la izquierda, y para qué te voy a decir más. Y tú, que no te estás enterando ni del nodo, empiezas a considerar oportuno sacar a pasear a tu fiel y siempre servil espada, la visa.
Tarjetazo por aquí, tarjetazo por allá. Estás pletórico, regalando cigarros a diestro y siniestro. Te da exactamente igual si el resto del pelotón sigue vivo, muerto o está bailando la macarena sobre la barra. Porque tú, en tu mundo paralelo, crees que eres el que ha pillado algo. Y no, en todo caso un resfriado. Siento decirte que es al revés, te han cazado a ti.
Lo que tú ves:
La realidad:
Entonces la valquiria te propone ir al famoso palacio.
“¡Si, si, si, toma, toma, toma, vamos, vamos, vamos!”, piensas. Porque crees que sabes dónde te estás metiendo. Pero otra vez, NO ES ASÍ. Compruebas dónde has dejado las llaves de tu caballo y emprendéis el camino. No me pongas caras raras porque a esas horas te dicen que tu coche es una nave espacial y te lo crees. Y tu encantado de la vida. Creo que no es necesario que te diga que no te hacen falta las quinientas puertas del palacio porque a esas horas de la madrugada y con la melopea que has cogido si hace falta llamas a tus colegas para que te ayuden a trepar y entrar por la ventana. Y ahora sí, disfruta mientras puedas, que de aquí al banquete previo al fin del mundo hay un paso. Aunque tú no lo sepas.
Dedicado a todos los caídos en combate