Una vez traía un catarro que me dolía hasta respirar. Todo el día estuve con las molestias. Ese mismo día nos dejaron salir temprano de la escuela, pero por la edad que tenía (10 años), el carácter estricto de mis padres, y la distancia a la que quedaba mi escuela; no me dejaban irme a casa solo, sino que iban a recogerme a la hora de salida.
Decidí ir a la casa de un amigo para pedirle el teléfono prestado -en la escuela cobraban la llamada muy cara- para llamar a mi papá y que fuera por mí. después de avisarme que salía para allá, nos quedamos jugando un rato el, mis primos -que en aquel entonces parecían unas marujas de lo chismosos- y yo; de pronto me agarró un estornudo fuerte y en ese momento salió el tapón de moco verdoso que tenía acumulado. Me quedó una barbita verde colgando y la mano llena, como tacita de gelatina. Mientras los demás corrían, aproveché para untar lo que tenía en la mano en una hielera de nieve seca donde mi amigo guardaba sus juguetes.
De pronto cuando me vieron, les extrañó que tuviera las dos manos sobre la nariz y la boca, y me preguntaron que tenía, "Do tego dada", les contesté; con la voz nasal le pregunté a mi amigo que me diera papel para limpiarme. "¿Qué te vas a limpiar?", me quité las manos y ahí tuvo su respuesta. Fue corriendo con su mamá y entre arcadas le pidió papel para mí. No tenían ni un miserable Kleenex que darme. Así que tuve que esperar a que fueran a comprarlo a la tienda, mientras mis primos se reían, mi amigo y su mamá contenían el asco, y la abuelita iba con paso de caracol a comprar a la tienda el papel.
Cuando llegó el papel me limpié desesperado, mientras la mamá le dijo al niño que guardara sus juguetes, mi amigo abrió la hielera y al voltearla de lado se encontró con un regalote verde y fluido que le dejé. No es necesario decir que su madre se enojó y lo pusó a limpiar a él. Cuando llegó mi papá, me regañó POR NO HABERLE HABLADO ANTES!!!, encima de que se tardó, me regañó, me hubiera ahorrado el show; mientras me despedí de mi amigo, se subieron mis primos al auto y alcancé a oir a la mamá que le decía "ven, quiero hablar contigo". Tardó un mes en invitarme a su casa a jugar.
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