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Los generales no se manchan sus manos con subordinados, pero parece ser que aquí la guerra la hace cada uno por su cuenta. Es una pena, pensé que nos hermanaríamos todos contra el enemigo común.
Bueno, también es la primera vez que me tomo un Myolastan y estoy algo drogado.
Debería irme a la cama porque el último vacile se lo he dejado demasiado fácil al oso maricón.
Que crea que te odio. A todo oso le llega su San Martín.