Que cosas me pasan, soy la monda. El caso es que durante muchos años he rozado la ilegalidad pajeándome con modelos adolescentes que bordeaban y superaban, aunque su apariencia era equívoca, la mayoría de edad. Me gustaban las adolescentes tiernecitas, con esos pechos recién salidos del horno hormonal en los que han ido cocinando durante la etapa prepubescente. Siempre he sido un viejete picarón con una clara querencia hacia las jovencitas, hacías los rostros añiñados llenos de cuajarones de semen, hacia esos cuerpecitos de gimnastas. Todo era perfectamente anormal en mi sexualidad y me bastaba con poner el buscador de google barely legal para darme al goce y al entretenimiento.
El caso es que mi gusto se ha ido corrompiendo y ahora me gustan las mujeres cuajadas, hembras que se superan con holgura la treintena y se acercan hacia los cuarenta o los superan sin enojo. Hablo de Jose Toledo, Judith Mascó, la Kidman, la Bellucci, Cate Blanchett, Naomi Watts o Jennifer Connelly. Vale, ninguna es fea, de hecho están más ricas que los huevos con chorizo, pero estoy convencido de que voy contra las leyes naturales dedicándolas el fruto de mi onanismo. Su fertilidad no es tan espléndida como la de las jovencitas y por lo tanto debería desecharlas como candidatas a introducirlas mi grueso y feraz pene. Una solución quiero.
Por cierto, Cancer, te he escrito un poema.
Cancer, cabrón
pídeme, perdón
pero si lo haces
que sea de corazón.