Interesante articulo de Shere Hite en EPS de esta semana.
Se lee rápido
Espero que a los misóginos que pueblen este articulo les guste.
"¡Qué bruja! ¡Qué zorra!". ¿Han oído alguna vez estas expresiones? Suelen utilizarse cuando una mujer no se atiene al papel presuntamente positivo, amable y atractivo de la hembra. Cuando una mujer dice lo que piensa, o cuando es de mediana edad, o cuando se muestra agresiva.
Como escribe una lectora, seguramente en el límite de su paciencia: "Cuando nos preparábamos para acostarnos, y seguramente para hacer el amor, empezó a decirme que debería perder peso, así que le contesté que no tenía por qué criticar mi figura porque la suya también se estaba desmoronando y tenía ya un estómago enorme. Me sentí fatal cuando me dijo que debía adelgazar, con los sentimientos heridos; en ese momento estaba desnuda delante de él y esperaba que me abrazase y me dijera que me quería. En cambio, cuando le solté eso, exclamó: `¡Eres una bruja!'. Nos pusimos a discutir en serio (a propósito de nada) y acabé llorando. Al día siguiente me sentía horrible, pero no pude decirles nada a mi mejor amiga ni a mi madre porque tenía la sensación de que había sido culpa mía y no debía quejarme. ¡Pero no soy una bruja!". • ¿Quién no simpatiza con ella?
Las mujeres, a menudo, se sienten brujas cuando se quejan de que la relación con un hombre no les satisface (sea en el plano emocional o en el físico), pero esa actitud les perjudica. Asumir la culpa de una situación puede ser perjudicial.
El estereotipo de la mujer bruja no es más que un ejemplo de cómo ha cultivado la cultura sus tópicos sobre las mujeres, y cómo los ha desarrollado, a lo largo de los siglos, hasta convertirlos en una interpretación negativa de cualquier atisbo de nuevas ideas, reafirmación o (Dios no lo quiera) rebelión. Es decir, una mujer es una bruja si no se atiene de forma sumisa a estereotipos como los de la buena madre, la provocadora sexual o el ratón discreto.
Históricamente, la lengua y la cultura han empleado determinadas palabras y expresiones (y complejas teorías psicológicas, repetidas hasta la saciedad) para explicar la supuesta neurosis femenina y otras cosas, sin emplear jamás el prisma de la justicia y la igualdad para ver lo que ocurre realmente en las relaciones o respecto a la condición general de las mujeres en el mundo. La necesidad de transformar ese panorama psicológico a partir de la investigación, con testimonios de las propias mujeres (3.500 mujeres), fue el objetivo de mis ocho años dedicados al libro Women and love, el tercer Informe Hite (que hace poco fue publicado por primera vez en árabe, en una editorial siria).
Por supuesto, la palabra bruja (strega en italiano, hexen en alemán) no significa nada, aunque empezara a utilizarse en Europa durante la Edad Media para ocultar el asesinato de millones de mujeres. Como sabemos, durante más de tres siglos, en muchas partes de Europa se interrogaba y mataba a mujeres, muchas veces quemadas vivas en un poste de madera. La mayoría de ellas, según han demostrado investigaciones recientes, eran inconformistas en algún aspecto; muchas eran solteras y, especialmente, ya no tan jóvenes. Por ejemplo, una de las últimas mujeres que fue quemada en la hoguera murió en Colonia (Alemania); era la viuda del jefe de Correos local, y tras la muerte de su marido había ocupado su puesto, en el que lo hizo muy bien y prosperó. Ahora bien, eso le supuso un conflicto con las autoridades locales, porque quizá era demasiado independiente para sus gustos, así que la condenaron a muerte y la ejecutaron. Después, un obispo de la zona se pronunció para decir que el asesinato de las mujeres declaradas brujas estaba mal y debía terminar.
Hoy nos ha llegado la palabra, que todavía es de uso corriente, para designar no a una mujer que vaya a morir quemada en la hoguera, sino a una mujer mala, a una fiera, a la que no se comporta bien. El peso del legado psicológico que consiste en usar a las mujeres de chivos expiatorios recae por igual sobre hombres y mujeres. Hace que ellas tengan miedo de alzar la voz y que ellos teman parecer débiles si dejan que la mujer hable con libertad.
La autora de la carta tiene razón cuando dice: ";No soy una bruja!".
Shere Hite es autora del Informe Hite' (Suma de Letras) y de El orgasmo femenino: las teorías de la sexualidad humana' (Ediciones B). Su último libro es `Todo lo que preguntaría a Shere Hite sobre sexo (conversaciones con P. Barraud)' (Espasa Calpe).
Ale y ahora opinad!
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Espero que a los misóginos que pueblen este articulo les guste.
"¡Qué bruja! ¡Qué zorra!". ¿Han oído alguna vez estas expresiones? Suelen utilizarse cuando una mujer no se atiene al papel presuntamente positivo, amable y atractivo de la hembra. Cuando una mujer dice lo que piensa, o cuando es de mediana edad, o cuando se muestra agresiva.
Como escribe una lectora, seguramente en el límite de su paciencia: "Cuando nos preparábamos para acostarnos, y seguramente para hacer el amor, empezó a decirme que debería perder peso, así que le contesté que no tenía por qué criticar mi figura porque la suya también se estaba desmoronando y tenía ya un estómago enorme. Me sentí fatal cuando me dijo que debía adelgazar, con los sentimientos heridos; en ese momento estaba desnuda delante de él y esperaba que me abrazase y me dijera que me quería. En cambio, cuando le solté eso, exclamó: `¡Eres una bruja!'. Nos pusimos a discutir en serio (a propósito de nada) y acabé llorando. Al día siguiente me sentía horrible, pero no pude decirles nada a mi mejor amiga ni a mi madre porque tenía la sensación de que había sido culpa mía y no debía quejarme. ¡Pero no soy una bruja!". • ¿Quién no simpatiza con ella?
Las mujeres, a menudo, se sienten brujas cuando se quejan de que la relación con un hombre no les satisface (sea en el plano emocional o en el físico), pero esa actitud les perjudica. Asumir la culpa de una situación puede ser perjudicial.
El estereotipo de la mujer bruja no es más que un ejemplo de cómo ha cultivado la cultura sus tópicos sobre las mujeres, y cómo los ha desarrollado, a lo largo de los siglos, hasta convertirlos en una interpretación negativa de cualquier atisbo de nuevas ideas, reafirmación o (Dios no lo quiera) rebelión. Es decir, una mujer es una bruja si no se atiene de forma sumisa a estereotipos como los de la buena madre, la provocadora sexual o el ratón discreto.
Históricamente, la lengua y la cultura han empleado determinadas palabras y expresiones (y complejas teorías psicológicas, repetidas hasta la saciedad) para explicar la supuesta neurosis femenina y otras cosas, sin emplear jamás el prisma de la justicia y la igualdad para ver lo que ocurre realmente en las relaciones o respecto a la condición general de las mujeres en el mundo. La necesidad de transformar ese panorama psicológico a partir de la investigación, con testimonios de las propias mujeres (3.500 mujeres), fue el objetivo de mis ocho años dedicados al libro Women and love, el tercer Informe Hite (que hace poco fue publicado por primera vez en árabe, en una editorial siria).
Por supuesto, la palabra bruja (strega en italiano, hexen en alemán) no significa nada, aunque empezara a utilizarse en Europa durante la Edad Media para ocultar el asesinato de millones de mujeres. Como sabemos, durante más de tres siglos, en muchas partes de Europa se interrogaba y mataba a mujeres, muchas veces quemadas vivas en un poste de madera. La mayoría de ellas, según han demostrado investigaciones recientes, eran inconformistas en algún aspecto; muchas eran solteras y, especialmente, ya no tan jóvenes. Por ejemplo, una de las últimas mujeres que fue quemada en la hoguera murió en Colonia (Alemania); era la viuda del jefe de Correos local, y tras la muerte de su marido había ocupado su puesto, en el que lo hizo muy bien y prosperó. Ahora bien, eso le supuso un conflicto con las autoridades locales, porque quizá era demasiado independiente para sus gustos, así que la condenaron a muerte y la ejecutaron. Después, un obispo de la zona se pronunció para decir que el asesinato de las mujeres declaradas brujas estaba mal y debía terminar.
Hoy nos ha llegado la palabra, que todavía es de uso corriente, para designar no a una mujer que vaya a morir quemada en la hoguera, sino a una mujer mala, a una fiera, a la que no se comporta bien. El peso del legado psicológico que consiste en usar a las mujeres de chivos expiatorios recae por igual sobre hombres y mujeres. Hace que ellas tengan miedo de alzar la voz y que ellos teman parecer débiles si dejan que la mujer hable con libertad.
La autora de la carta tiene razón cuando dice: ";No soy una bruja!".
Shere Hite es autora del Informe Hite' (Suma de Letras) y de El orgasmo femenino: las teorías de la sexualidad humana' (Ediciones B). Su último libro es `Todo lo que preguntaría a Shere Hite sobre sexo (conversaciones con P. Barraud)' (Espasa Calpe).
Ale y ahora opinad!