Niandra rebuznó:
Pero aqui todos hemos pillado trenes, buses o incluso aviones para ver a alguien, no veo que tiene de vergonzoso.
¿No? ¿En serio?
Claro. La gente conduce 8 horas hasta Suiza para ver un concierto, QUIÉN NO LO HA HECHO ALGUNA VEZ. Yo por ejemplo... yo... claro.
La gente va a vivir a Londres para enriquecerse a nivel personal. La gente se matriencula en la universidad para aprender. La gente hace tareas de voluntariado para sentir que aún hay gente más desgraciada que ellos. La gente conserva amistades para tener alguien a su lado que les apoye cuando lleguen tiempos peores. Todo esto es inútil, la gente malgasta esfuerzos en estas y otras actividades, envalentonados por la vana ilusión de que algún día las cosas les iran bien y dejaran de preocuparse. Esta
ilusión es la que provoca que os mováis, que os impliquéis en cosas absurdas, en definitiva, que viváis. No sabéis que esta ilusión es vuestra vida. NUNCA la conseguiréis ni viviréis dentro de ella. Como mucho, toda vuestra vida se podrá definir como todas esas cutreactividades que emprendéis para abastarla.
Y de todas estas ilusiones, la más patética es la de VIAJAR POR AMOR. Nadie lo ha encontrado ni lo encontrará, y aquellos que dicen que sí mienten como unos hijos de puta. El amor verdadero sólo existe en los libros de autoayuda y en las comedias románticas, pero ¿sabes qué? En la vida real Jorge Bucay es un gordo que se masturba mirando xhamster y Julia Roberts una pedazoputa que se desvive por las recetas de analgésicos.
Pero esta mierda del amor mueve a las masas. Los ejecutivos publicitarios, auténticos traficantes de ilusiones, lo saben bastante bien. Por eso existe la industria del amor verdadero. La comedia y la novela romántica, la puta nouvelle vague, el cine francés en general, el día de San Valentín y también el de Sant Jordi, y esa chorrada de viajar 300 km para ver a alguien, sin descuidar los bodorrios y los viajes de luna de miel. Pero de toda esa estafa sentimental me inquieta especialmente ese sistema de enviar tu nombre y el de tu pareja vía SMS a una empresa que los procesa y te retorna otro SMS donde sale calibrada, del 0 al 100, vuestra compatibilidad como pareja. No hace falta ser un stephenhawking para darse cuenta de la magnitud de este ENGAÑO, pero parece ser que las empresas que ofrecen este servicio se están forrando a dos manos. Y aquí es donde yo me doy cuenta de que el ser humano no vive gracias a sus ilusiones, sino gracias a que es, sencillamente, muy subnormal.
Parad atención porque yo he desarrollado un
sistema mucho mejor para comprobar la compatibilidad mutua entre los miembros de una pareja y que os AHORRARÁ ABSURDOS VIAJES DE 300 KM que no hace falta emprender para darse cuenta de lo estúpido que resulta todo esto. No tienen nada que ver los nombres, ni tampoco asegura que acabéis vuestros días envejeciendo juntos delante de la tele. En todo caso verifica inequívocamente si vuestra unión tiene los días contados, el secreto está en saber DÓNDE conocisteis a vuestra pareja. Hay un conjunto de sitios y eventos que embriagan vuestro cerebro de retrasados, situaciones en las que pensamos que somos los putos amos de la barraca o, por el contrario, que somos la escoria a la espera de un pograma de higiene racial en condiciones. En esas situaciones surge espontáneamente el hamor, para salvarnos de la miseria o para catapultar nuestro ego, no importa, porque el mecanismo es el mismo, pero es cuestión de tiempo que os deis cuenta de la magnitud de la estafa. Por lo tanto, si habéis conocido a vuestra pareja en alguna de las siguientes situaciones, tarde o temprano se revelará la trampa. Puede ser dentro de un mes, el día de la boda o con vuestro primer hijo entre los brazos, es indiferente, así que empezad a preparar una buena excusa si reconocéis que el hamor entre vosotros surgió:
-Apostando en un canódromo
-Chateando en Badoo
-En la proa del Titanic
-El día que vuestra madre os dijo "te presento a tu hermanito"
-En el ejército
-Compartiendo una jeringuilla
-Foreando en PL
-En la primera fila de un concierto de Coldplay en Suiza (:pringui)
De nada.