Bueno, panda de micos. Voy a ponerme a mis queridisísimos Strokes a ver si bajan las musas.
The staff, alumnos y sistema educativo.
El colegio del demonio ofrecía dos sistemas educativos, en función del origen de los estudiantes. Secundaria británica
(GCE y A-LEVELS, aunque no estoy muy seguro de cómo iba, pero creo que A-levels era para los de 16 a 18 años, y GCE pa los renacuajos 14-16) para los alumnos llamados internacionales, y BUP y COU para los españoles.
A los alumnos internacionales (international students) les daban clase profesores británicos y algún ruski, pero siempre en inglés. A los españoles en español, como si estuvieran en Talaverga de la Reina, cuna del ínclito.
Tanto a los internacionales como a los españoles nos daban veinte horas de inglés a la semana; dos de gramática por la mañana y dos de práctica más amena por la tarde. De lunes a viernes. Cinco. Por dos. Por dos. Veinte. Do the math. Jiji Y luego a practicar en el pub o en casa con la host family, asunto que tocaré en próximas entregas. Como ya he dicho, hay pa rato.
Whassup, nigga?
En las clases de inglés eran los únicos momentos de clase para mezclarnos con los del sistema internacional. ¿Cómo nos arrejuntaban? Según nivel. Desde nivel pardillo a nivel semidiós. Nivel éste que no era frecuente en alumnos, aunque sí en algunos profesores, que ya puestos a currar en Inglaterra, aprovechaban para sacarse el Proficiency de Cambridge, que viene a ser el primer ecsamen global para demostrar sobradamente el bilingüismo, así como para presentarse en el despacho de admisiones de ciertas universidades británicas caso de querer estudiar en ellas.
Blood, sweat and tears.
Los profesores internacionales solían ser gente de letras, británicos en su mayoría, afables y listos como robocs. La mayoría sabían algo de español, por si se nos ocurría insultar o tramar algo. Había un cabrón en concreto, que sabía hasta el idioma molón del momento,
català, aprendido en sus años mozos en Barcelona. Tenían bastante mano izquierda y adaptaban su nivel al de los pardillos de los que hablaré a continuación, siempre con impecable dicción y florido vocabulario. Era como tener al puto Vaughan tocándote los cojones pero sin ser tan chapas.
¡Gensanta!, que ese hijo de puta no descansa. Creo que se inyecta gingseng en el pene antes de cada clase o algo.
Los alumnos internacionales procedían de los siguientes países, que citaré por número de alumnos de mayor a menor:
- Hong Kong:
Pa serles sincero, a mis dieciséis años, y con más troja en el celebro que Maradona en Nochebuena, no sabía muy bien de qué iba Hong Kong. Pronto lo averiguaría.
Nada más comenzar el curso, empiezo a ver chinos con uniforme feos como demonios, con pelos teñidos de naranja, algunos rozando el julandronismo más extremo, con mucha pasta en efectivo, buenas bandoleras, llamativas cazadoras de Mitsubishi y curiosos gadgets. Para la época, tener una agenda digital con traductor de 14 idiomas que hablaba era como brujería, hijos del Iphone. Los españoles, íbamos con diccionario. Efectivo, pero decimonónico.
Algo así. Master and julanders 24/7.
Eran bastante numerosos, gritones y al comer, hacían ruido sorbiendo los güevos fritos como putos gochos. Era su cultura. Años después, en Japón, descubriría que lo que está bien aquí, no lo está allí y viceversa. El rollo de viajar, la multiculturalidaz y esas gilipolleces para cosmopolitas que tanto nos enriquecen y que sirven para saber que los humanos son tan distintos como iguales en heterogénea igualdac. Salir de casa pa darse cuenta de que todo es lo mismo.
I know, I know for sure, the life is beautiful around the world, que cantaba el jambo de los RHCP.
Daba gusto verles gastar. Hiperconsumistas, hipermarquistas, consumidores obey natos, conformistas, callados e irreflexivos. Consumían modas y merchandising de todos los sitios que visitaban, así que si el finde se habían ido a Mánchester a ver el fúmbol, venían de la cabeza a los pies con la equipación del United.
Y si no molo, me uno a algo más grande y hago piña con miles o millones de subnormales para sentir algo muy grande y llorar en público sin que se me tache de sissy (marica).
- Japón.
Seguimos con la segunda comunidad internacional más numerosa: japs. Buena gente, educada, igual de manfloritas, aunque con bellas damas con un punto picaruelo. Soy fan de las japos, qué quieren que les diga.
Seiko, Mayumi, Megumi... Si es que el nombre ya incita a grabarlas upskirt.
Creo que eso y estrenarme allí con una de Hong Kong, ayudó a mi pedrada. Algo como lo del ínclito de Talavera, pero sin oscuras transacciones con billetes manchados con óxido de hierro ni trazas fecales en el hocico.
Los japos iban a su bola, y a veces se hacían hamijitos de los chinorris. Y de los españoles, porsupu. Los hongkoneses eran más herméticos, si bien a la mía, le metí el pene bien adentro, pero eso es otra historia, y debe ser contada en otra ocasión.
Y ya, de lejos, otras nacionalidades, con extraños personajes.
- Rusos: había dos. De Moscú. Ricos. Yonkis. Reyonkis. De jaco, vodka y querer comprar espiz y de todo a todas horas. Unos genios del mal.
Siempre fumando. Espero que se hayan retirado, bien en la Costa del Sol, bien en un piso con desconchones a la orilla del Volga. También había algunas rusas, modositas y cultas. No daban guerra. Una era estudiante y otra profesora de intercambio y tutora de los ruskis, para cualquier eventualidac o problema que les surgiera.
- Mejicanos: pues como buen país desigual, los mejicanos del cole manejaban varo, lana, parné, Geld, cash, argent, okane... Había una que abría la cartera y caía una funda de plástico con ocho tarjetas de crédito. Manejaba pasta y se juntaba con los rancios de Madric, de los que hablaré más adelante.
Luego había otro que era buena onda. Chaparrito y se apuntaba a todos los botellones con los aspañoles.
- Brasil: Había dos brasileñas.
No sé. Era verlas y pensar en irme de putas. Bueno, no. Es que de aquella no conocía ese mundo. Pero el recuerdo y los sesgos del tiempo encajan las piezas de este puto Tetris que tengo en la cabeza como les sale de los cojones. No a la droga, chicos.
- Italia: alguna mocetilla rubia de ojos azules y ese acento tan molón hablando inglés que te teletransportaba a Little Italy y a todas las pelis de italoespaguetis habidas y por haber. Gracias a Dios, no había italianos ni su marca blanca: los hargentinos.
- Kazajistán: Patria de Borat. Había un muchacho con cara de hijo de la estepa que le daba a las artes marciales, cuya hermana parecía una puta princesa. Alta, espigada, larga melena lisa, buena genética, con clase.
Los ruskis yonkos que antes mencioné solían tratar con el personaje, quien cuando iba borracho, comenzaba a hacer exhibiciones de flexibilidad y patadas giratorias perfectamente ejecutadas. Una jodida máquina de matar. Ahora él es militar y su hermana, diplomática.
- Georgia: Ése vino en mi segundo año. Siempre solo. Iba con el uniforme reglamentario y botas militares blancas. Trataba con el kazajo y poco más.
Huraño. Un día, le pregunté que de dónde era. Me dijo Georgia, y le dije Tibilisi, y se le hizo el culo jariguay. Supongo que cuando eres un hijo de un país de esos de LoL bajo las faldas de Mother Russia, que sepan de dónde eres, te alegra el día.
Así, a bote pronto, son las nacionalidades que me vienen a la memoria. De los españoles, en la siguiente entrega.
To be continued.