Agradezco los halagos, pero debo continuar.
De los alumnos y profesores españoles.
Como ya dije anteriormente, junto al sistema educativo británico, había muchos españoles estudiando BUP y COU, siendo más caro el año académico cuanto mayor el curso. I dunno why, pero es lo que hay.
Entre los españoles había de casi todo. La mayoría, gente normal con padres abogados, pequeños empresarios o cosas por el estilo. Luego, había algún hijo de grandes empresarios hoteleros, alguno cuyo apellido era el mismo de cierta marca de café, algún pariente de esos que viven de la ceja y el cuento desde que Bárbara Rey era virgen hasta nuestros días, etc.
No es el cole, furros. Es pa ambientar.
Al principio de cada curso académico, todos con el subidón de los corticoles en Hoghwarts, reinaba la harmonía y nos mezclábamos todos con todos, bien en los jardines y zonas comunes del colegio, bien en los pubs de Leominster de jueves a sábado. Pinta va, pinta viene en el White Lion poniendo cancioncitas en la jukebox. Todos ofreciendo tabaco y sonrientes. Jajaja. Jajaja.
Como digo, al principio, todo era paz y armonía. Pero según iban pasando las semanas, la cosa se iba estratificando en tribus por afinidades o procedencia.
Por ejemplo, había un núcleo duro de tipejos y tipejas rancios y sanos (solo arkol) que iban de Barbour y que no se mezclaban mucho con los demás. Pendientes de perla ellas, y caracolillos en el pelo ellos. Jóvenes generaciones. Ya digo, iban a su rollo y al final, con la rutina, pasábamos unos junto a otros como si no existiésemos. Curioso.
Te rieh?
Luego, había otra chupipandi de pijos también un poco hermética, pero con algo en común (los porros, las pastillas, la coqueta...). Con ellos coincidíamos en las tres discos que ya mencionaré más adelante. Cada una con un fin y una personalidad muy específica.
En esta última chupipandi, había unos tres con los que sí que hice migas, y nos echábamos buenas risas metiéndonos con los chinos y las japonesas que, como no nos entendían, podíamos poner a parir con alegría o bien hacer proposiciones indecentes como el que pide la hora. Jij
No era raro verlas por el colegio con estas pintas y peluches colgando de la mochila o del teléfono móvil. Aprendí a decir "chúpame la polla" en japonés gracias a señoritas como las de la foto. Pena de no consumar con una de éstas que se parecía a la de la izquierda.
Luego había otro grupo de frikis/pardillos con el que compartía mis aficiones en plan juegos de rol, metal, nuncafollismo premium, etc. Los pringuis no solían pasar de los canutos, aunque aprovechando que los viernes uno de los malosos pasaba lista de quién y cuántas Mitsubishis quería para el finde, pues alguno se puso del revés. Y las niñitas bien mosquita muerta, a veces, también.
Felicitas. Salutem. En Inglaterra pegaban mil veces más que en España. Los holandeses, que son unos putos narcos y unos maestros en el arte de la troja. Era ver una de estas y saber que se avecinaba un finde interesante.
Why not? O lo haces a los diecisiete, o mejor no lo hagas. Pero del tema ocio/tronjas ya hablaré más adelante. Insisto, tengo temática pa enterrarles.
Había catalanes y valencianos hablando en cacalán/valensiáns, andaluces mostrando sobrado retraso, murcianas que eran como jichas pero sin el como; canarios mostrando un profundo retraso, algún vasco más neutro que Suiza, hijos de las baleares bastante pijonautas, trillones de madrileños que luego quedaban en vacaciones en Madric,etc.
Había desde chavales que pillaban platos Technics para pasar el rato después de cocerse a pastillas en la disco a skinheads más oscuros que el ojete de un bereber con banderas nazis en el cuarto de su casa de acogida. Yo flipé. Había uno que tenía el discurso metido a fuego en la puta cabeza. Me partía el ojete cuando miraba a los niños rubios de su familia de acogida jugar en el jardín, y me hablaba de que podía tener sexo con mi novia de Hong Kong, pero no joder la raza. LOL. Se hizo hamijo de los porteros de la disco del pueblo, que pronto le invitaron a un concierto de Screwdriver en Gales. Vi las fotos y poca broma. Años después, le dieron bien de hostias en Madriz, y se le pasó. Me alegro por él. El hodio mata nuestra esencia, salvo que se trate de odiar argentinos. En ese caso, es odio sano y cardioprotector.
Algún sarasilla de Alicante que jugaba solo al baloncesto y que se mesaba sus rubios ricitos de horo y paseaba lánguido e incomprendido entre los árboles. Nadie le entendía. ¿Entienden?
Nadie me entiende. Ni un tricste caracol que llevarme a la boca.
Y luego, pues muchachas y muchachos en flor. 17 años. Jóvenes y privilegiados. Lejos de casa. Surgía el hamor. Internacional o patrio. Yo qué sé. Que yo y muchos nos estrenamos allí. Not bad. De otra manera, a lo mejor seguiría como un Verruga de la vida.
Los profesores aspañoles eran de diversa procedencia. Listos como robocs, excéntricos en el vestir, aunque con ropa cara. Obligatoria corbata para ellos. Eso sí, si querían llevar una de donuts o de pollas sobre mesa de cristal, adelante. Se encargaban de los alumnos españoles y de todos los problemas que pudieran surgir dentro y fuera del colegio: disciplina, peleas, drojas, embarazos no deseados, vandalismo...
Sobre todos ellos, el director. Un gran tipo. Justo y amable, pero que se veía obligado a pegar gritos de vez en cuando por los mil y un problemas que trecientos hijos de puta en plena juventuc podían causar. Se dice pronto. Ahora lo veo con perspectiva y flipo.
Su despacho molaba. Anglosaxon winner de la vida whitebread white collar. Suelo de moqueta y paredes de tela con la flor de lis. Tenía secretaria y si te tenía que dar una charleta breve, te callabas y lo asimilabas, aunque eso no era frecuente, puesto que había una jerarquía dispuesta a tal efecto. Se daba un aire a esos yuppies que salían en las revistas de informática de los noventa anunciando ordenadores.
Además de dirigir y hacer de relaciones públicas, dar clase y tal, el hijoputa se iba de viaje por el mundo a captar alumnos y a vender el colegio por esos mundos de Dios. Sabía dónde vivía. Yo y todo el colegio, así que podríamos haberle hecho putadas mil, pero nadie lo hacía. No daba motivos. Un gran hombre al que recurrí hasta en dos ocasiones para que me hiciera una carta de recomendación en inglés, teniendo en cuenta que en el mundo anglocabrón, para cualquier trabajo suelen pedir dos referencias. A lo mejor los trabajos de paria no. No lo sé.
Y über alles, la hija del dueño. Del dueño del grupo, no solo del colegio. Una señorita de cuarenta y pocos, delgada, melena lisa negra y pálida como la muerte, sencillísima y que vestía ropa que parecía que se la había prestado la muchacha de la curva. Gafas y sonrisa tímida. Se movía rápido por los oscuros pasillos del edificio, en cuya planta baja, tenía su despacho, junto a tesorería, si no me falla la memoria. No intervenía en la vida del colegio. Saludaba amablemente e iba a lo suyo. Curioso que la que más pasta tenía de toda la comarca y parte del extranjero parecía la novia de Sheldon Cooper abandonada el día del baile.
And last, but not least, el bedel. Lol. Era un hombre bajito, de complexión fuerte, mejillas sonrosadas y ojos pequeños. Feo y corpulento. Lo más parecido a un hobbit que he visto en mi vida. De ese cabrón currante como pocos dependía que los jardines del colegio y la hierba de los dos campos de fútbol luciese impecable. Que no se jodiesen desagües con hojarasca, que el edificio funcionase. Un edificio que tenía doscientos años y miles de historias entre sus muros. No hablaba mucho, y a alguna niña tonta llegó a asustarla. Claro, olemos a princesita con nuestras braguitas de corazones y colonia Donna Karan, y luego vemos a un currito y nos cambiamos de acera. Era un cruce entre Willy y Bilbo Bolsón.
Para terminar, hablaré del cocinero. Era un andaluc con su mujer e hijos que curraban en el sótano del edificio, donde preparaban la comida, ya que de lunes a viernes, se comía en el colegio. Y los alumnos de la residencia hacían todas las comidas ahí. Humilde y currelas, como su mujer. Gente muy sencilla y que creo que poco se integraron en Inglaterra. De no ser por él, con la mierda de comida que hay por esas tierras, hubiésemos comido aún peor.
De la comida y de la rutina diaria, en prócsimas entregas.
Stay tuned.
To be continued.
Y ahora, minutos musicales. Siempre con música de la época.