Buenos días, gentuzos e hijos de puta a partes iguales. Va ladrillazo.
Vaya, llego tarde al apogeo de este hilo. Me lo acabo de leer del tirón y la verdad es que, aunque me ha gustado leerles, me ha decepcionado. Me explico. En primer lugar, he detectado un frentismo atroz. Los consabidos a favor y en contra. El blanco y el negro dándose de hostias dialécticas con más pasión por llevarse el gato al agua que criterio y, desde luego, nula teorización en una y otra trincheras, lo cual da como resultado un hilo con un tema muy interesante que, como muchos otros, se ha quedado en una superficialidad clamorosa, prejuicios a raudales y hasta cinismo. Todo ello regado con las aventuras del cónphorer
@Henemijo, que algo de salsilla han aportado, al menos.
Ni mucho menos vengo a suplir las carencias que veo. Porque el hilo no es mío y, mayormente, porque no me sale del nardo, pero puedo aportar mi puta mierda de grano de arena al respecto del tema en cuestión porque he tenido varias parejas de este tipo. Quede claro, eso yes, que renuncio a coger un fusil y unirme a ninguna trinchera, así que el que quiera discutir, en el peor sentido de la palabra, que se vaya tomar por culo directamente, sea de la trinchera que sea. Más que nada porque no soy de contar la feria según me va, como es arraigada costumbre en este puto país, ya que tengo tanto crítica como elogio para esta filosofía, por llamarla de alguna manera. No es equidistancia, es matiz, y quizás aporte algo a este debate tan polarizado, además de servirme de saludable ejercicio de higiene mental.
Llegué a estas historias de forma espontánea y sincera, no por moda ni conveniencia. De hecho, en mi entorno próximo he sido prácticamente un pionero. Es más, pasé cierto tiempo sin saber siquiera cuál era el término, digamos, técnico que lo define. No me quiero hacer el interesante ni reclamar para mí autoridad alguna diciendo que ya traía cierto runrún en el cabezo desde jovenzuelo que me llevaría casi inexorablemente por esta senda que he recorrido. Cosas que no encajan, preguntas sin respuesta, dudas, y la sensación de que algo no funcionaba bien en la lógica de las parejas convencionales y que esta práctica, en cierto modo, alivió. Al menos de entrada.
Ninguna de mis parejas "especiales" lo traía de serie. A todas se lo descubrí yo desde el mismo principio de la relación, aunque siempre saliera perdiendo en el conteo de roscos, como he ido viendo después. Conste que uso esta expresión por mera practicidad, no porque esto sea una competición o un balance de cuentas, lo cual es un nefasto punto de partida para iniciarse, y mucho más para un hombre heterosexual; en lides comerrosquistas no se puede competir ni con el más apestoso jopo, ya lo saben ustedes, porque siempre tienen las de ganar por defecto. La naturaleza humana es así. Y punto.
Hubo hipócritas aprovechadas, hubo quienes huyeron despavoridas, hasta hubo aguerridas militantes que continuaron sin mí el camino que les mostré. Pero en todas viví las mieles y las hieles propias de este entramado. Pensar en clave "poli" alivió mis viejos quebraderos de cabeza; la culpabilidad por desear y/o sentir por otras mujeres en medio de una relación, saber que al volver la relación continúa pese a haber mostrado todas las cartas, desprenderse de los remordimientos o que la monogamia es sólo una opción más y no el único plato del menú. Pero, caballeros, y alguna caballera si me lee, sin ambages: duele. Mucho. A todos nos han dejado alguna vez y es un trago amargo, claro. Pero esto, más. Una infidelidad duele, obviamente, a posteriori, pero saber en tiempo real lo que tu pareja está haciendo en ese momento añade aún más dolor, y más intenso. Dice la teoría que el estadio supremo es lo que llaman "compersión", palabro anglosajón de mierda y de ahí las comillas, antónimo de los celos, una suerte de altruismo que implica ser feliz por la felicidad de la persona amada, conmigo o sin mí. O sea, una especie de poliamoroso octavo dan, vamos. Conmigo o sin mí. Uno de los mantras "poli" que he repetido innumerables veces.
Muy manido ya el tópico de la famosa escena de las pastillas en la peli tardonoventera, pero bien sirve de símil para explicarme. No recuerdo qué color corresponde a una u otra opción, pero digamos que la pastilla realista te muestra el mundo tal cual es, crudo, sin atrezzo, desangelado y hasta hostil. Pero es la verdad. Y una red de relaciones poli lo deja bien a las claras, ya lo creo. Y la otra, pues sí, te devuelve a lo que llamo "la vieja escuela", un entorno agradable a la vista, acogedor, la seguridad de lo conocido. Pero es mentira. En una relación convencional todo ese entramado, muchas veces, permanece oculto. Ojos que no ven y tal, ya saben. Pero...
No he ahondado demasiado en los orígenes de este movimiento, pero un mínimo de sentido común apunta al menos a la época hippie, con sus comunas y su "amor" libre, y el
polyamory bien podría ser una evolución de todo aquello, muy probablemente desde la comunidad elegetebeysuputamadre, en especial para quienes le dan a la carne y al pescado, a modo de remedio para dar rienda suelta a ambas sexualidades y afectos, supongo, y que también ha sido adoptado por el mundo heterosexual. Pero me da la impresión de que ninguno de los dos se libra de posible oportunismo, codicia, postureo o toneladas de lujuria camufladas en hipocresía, pero eso sí, con un bonito envoltorio de supuesto vanguardismo rompedor y muy
cool, claro.
En la actualidad estoy en una especie de limbo, quizás más atrapado entre ambos mundos de lo que me gustaría reconocer. Pero no me arrepiento de haber vivido, sinceramente. Eso yes, este invento es para parejas con una relación personal a prueba de balas, abstenerse advenedizos. Pero la contrapartida, ay, al menos en mi caso, es que no me he sentido nunca tan cerca de ninguna mujer en la vieja escuela. Y eso en el punto álgido de una pareja poli es increíble, créanme.
Al fin y al cabo, vivir son cuatro días y, encima, tres hay que trabajar. Así que, l
et the good times roll, qué hostias. En fin.
Cuidado con el poli, eso yes.
Cuidado.