Animalistas: Los yihadistas de la Madre Tierra

en serio tienes un puto chihuahua?

Sí. Y estoy encantado con él. Los ignorantes sois incapaces de daros cuenta de que hasta punto son cariñosos, fieles, leales y agradecidos los chihuahuas con su dueño, por el que sienten auténtica devoción y empatía. Aparte de eso caga, mea y ladra como cualquier otro perro, solo les diferencia el tamaño.

Y en un piso pequeño hay que tener un perro pequeño, de los que se cansan solo dar dos vueltas al comedor. Y teniendo en cuenta que las razas pequeñas son todas feas de cojones me cogí este chihuahua, que no de esos minúsculos con la nariz chafada. Es un ejemplar de raza, con cara de alce, que a las niñas les hace el coño pepsicola cuando me lo ven por la calle.

¿He dicho ya que le reventaré la cabeza al próximo que se meta con mi chiquitín?
 
Foreros que ven a wismichu en el programa de Risto, otro que dice que va a Zaragoza a que Bunbury le firme no sé qué, ahora este reconociendo que tiene una rata de agua de esas. Joder, qué tropa.
 
Última edición por un moderador:
si, yo tambien le regalo el "bichon" siempre que puedo a mi piva.

pero un chihuahua?
Bichón maltés, no bichón vallecano. No me refiero a tu cacahuete sino a esto:

bichon-maltes-cachorro.jpg


Bichon_Maltes_3270.jpg
 
Sí. Y estoy encantado con él. Los ignorantes sois incapaces de daros cuenta de que hasta punto son cariñosos, fieles, leales y agradecidos los chihuahuas con su dueño, por el que sienten auténtica devoción y empatía. Aparte de eso caga, mea y ladra como cualquier otro perro, solo les diferencia el tamaño.

Y en un piso pequeño hay que tener un perro pequeño, de los que se cansan solo dar dos vueltas al comedor. Y teniendo en cuenta que las razas pequeñas son todas feas de cojones me cogí este chihuahua, que no de esos minúsculos con la nariz chafada. Es un ejemplar de raza, con cara de alce, que a las niñas les hace el coño pepsicola cuando me lo ven por la calle.

¿He dicho ya que le reventaré la cabeza al próximo que se meta con mi chiquitín?

pues ya puedes pillar un bulldozer porque yo tengo cabeza para cuatro cuellos :lol:

en otro orden de cosas, reconozco que no soy quien para meterme con nadie en cuestion de mascotas, porque tuve no uno, sino dos conejos.

aunque eso si, el ultimo, vader, era un hijoputa insufrible, cuando tenia gusa se liaba a hacer ruido y cuando le miraba se me quedaba mirando de frente en plan "que me es papeo, tronco"
 
Tenía un conejo llamado Vader y se ríe de mí porque tengo un chihuahua. Todo correcto.
 
Después de sus comentarios en el subforo tías buenas, y de ésta sorprendente noticia canina, ya no quedan dudas :lol: :lol:
 
Bichón maltés, chihuahua.... falta el orgulloso poseedor del puto caniche toy para completar la colección de homophorers.
 
Última edición:
Cuando trabajé en una granja de cerdos y había que cambiar a las cerdas preñadas de las jaulas de monta a unas parideras, no siempre iban todo lo rápido que se deseaba y entretenían mucho. Había un rumano que después de doblarles una barra de hierro en el lomo y romperles los hocicos a hierrazo limpio, como se empeñaban en no avanzar, recurría a una práctica que a mí me dejó helado, y eso que soy de campo. Les metía el hierro en los ojos y se los reventaba, decía que ciegas se podían guiar mejor. Incluso me confesó que alguna vez se los había reventado con sus propios dedos.
Recuerdo perfectamente el sonido a hueso hecho añicos cada vez que se llevaba el golpe y el estruendoso gruñido que emitían.

Las cerdas iban chorreando una baba espumosa y sanguinolenta por la boca, del hocico les salía sangre a chorro continuo, ciegas, con chorretones de sangre que manaban de sus cuencas reventadas y con paso resignado iban como buenamente podían acoplándose torpemente en la batería de jaulas parideras. Gruñían con insistencia y a veces apretaban con todas sus fuerzas contra cualquier obstáculo, ya a la desesperada.

Bueno, esto sólo se lo hacía a las cerdas que ya estaban es su última gestación, las que eran viejas y después de que pariesen por última vez y amamantasen a las crías por unos días, irían directas al corral donde esperaban los animales desechados para ir al matadero. Animales tan viejos y con una carne tan mala que sólo servían para hacer salchichas y hamburguesas.

Pude empatizar con aquellas viejas guarras desgarbadas, de andares cansados y torpes, con miradas vacías y vientres y ubres que arrastraban por el suelo lleno de excrementos. Estaban a punto de parir, seguramente esa misma noche, por última vez y como agradecimiento a todo el beneficio que habían dado a la granja se les molía a hierrazos y se les sacaba los ojos.

No estoy seguro si aquellos animales eran consciente de su miserable existencia, pero a mí me provocaban lástima.
 
Cuando trabajé en una granja de cerdos y había que cambiar a las cerdas preñadas de las jaulas de monta a unas parideras, no siempre iban todo lo rápido que se deseaba y entretenían mucho. Había un rumano que después de doblarles una barra de hierro en el lomo y romperles los hocicos a hierrazo limpio, como se empeñaban en no avanzar, recurría a una práctica que a mí me dejó helado, y eso que soy de campo. Les metía el hierro en los ojos y se los reventaba, decía que ciegas se podían guiar mejor. Incluso me confesó que alguna vez se los había reventado con sus propios dedos.
Recuerdo perfectamente el sonido a hueso hecho añicos cada vez que se llevaba el golpe y el estruendoso gruñido que emitían.

Las cerdas iban chorreando una baba espumosa y sanguinolenta por la boca, del hocico les salía sangre a chorro continuo, ciegas, con chorretones de sangre que manaban de sus cuencas reventadas y con paso resignado iban como buenamente podían acoplándose torpemente en la batería de jaulas parideras. Gruñían con insistencia y a veces apretaban con todas sus fuerzas contra cualquier obstáculo, ya a la desesperada.

Bueno, esto sólo se lo hacía a las cerdas que ya estaban es su última gestación, las que eran viejas y después de que pariesen por última vez y amamantasen a las crías por unos días, irían directas al corral donde esperaban los animales desechados para ir al matadero. Animales tan viejos y con una carne tan mala que sólo servían para hacer salchichas y hamburguesas.

Pude empatizar con aquellas viejas guarras desgarbadas, de andares cansados y torpes, con miradas vacías y vientres y ubres que arrastraban por el suelo lleno de excrementos. Estaban a punto de parir, seguramente esa misma noche, por última vez y como agradecimiento a todo el beneficio que habían dado a la granja se les molía a hierrazos y se les sacaba los ojos.

No estoy seguro si aquellos animales eran consciente de su miserable existencia, pero a mí me provocaban lástima.


a mi lo que me puso malo fue la primera vez que estuve en la casa del pueblo de un colega, que hicieron matanza y poco menos que nos obligaron a ver el rollo.

encima el matarife no le atino a la primera al cochino bien y se armo un belen guapo.

obviamente mi abuela se me reia en la cara cuando se lo conte.
 
Aquellas cerdas tenían 16 pezones, a veces parían más de 16 crías y otras veces menos. A las que tenía de más se le quitaban y se les ponían a las que habían parido de menos, para que las amamantase. La mayoría de las veces sobraban crías, había más crías que pezones lactantes y de forma artificial no era rentable amamantarlas por lo que mi amigo Constantin mediaba. Cogía a las crías que sobraban después del reparto y agarrándoles de las patas traseras les daba un testarazo contra la pared, rara vez con el primer golpe morían, había que darles un segundo golpetazo para acabar de reventarles la cabeza.
Yo tenía la tarea de ir recogiendo los animales que Constantin dejaba en los pasillos después de haberlos reventado la cabeza, los acarreaba con una carretilla de mano fuera de las naves. Todos los días llenaba varias carretillas.

En la granja había un mastín al que Constantin alimentaba con las crías sobrantes. El puto perro comía por ansia, sin hambre, y vomitaba nada más engullir al lechón. Luego tenía que ir yo a limpiar el vómito del puto perro.
Inocentemente pregunté que si en vez de matar a aquellos pobres animales no podría yo quedarme con alguno, más que nada porque me parecía un desperdicio tirar a un puto perro los lechones mientras yo estaba a base de latas de sardinas y fideos de sobre, ya se me hacía la boca agua de pensar que todas las semanas iba a comer cochinillo frito. Pero me dijeron que no, normas de la empresa.

Había un tanque enterrado donde se echaban las crías sobrantes, cuando este gigantesco tanque se llenaba venía un camión cisterna y con una manguera succionaba el contenido del tanque. Al parecer, como aún los animales allí depositados no tenían los huesos muy bien formados no era problema para que una bomba succionadora recogiese una especie de gelatina macerada formada por los cuerpos de los lechones medio descompuestos. Supongo que con aquellas gelatina es con la que hacen los cosméticos.
 
Inocentemente pregunté que si en vez de matar a aquellos pobres animales no podría yo quedarme con alguno, más que nada porque me parecía un desperdicio tirar a un puto perro los lechones mientras yo estaba a base de latas de sardinas y fideos de sobre, ya se me hacía la boca agua de pensar que todas las semanas iba a comer cochinillo frito. Pero me dijeron que no, normas de la empresa.

pero como le van a dar al mastin los lechones y no te van a dejar a ti llevarte uno para hacertelo al horno, estaras de coña, mas cuando les sobran los bichos, la gente de pueblo normalmente prefiere que te lo manduques que tirarlo.
 
No era en mi pueblo, era en una puta granja de esas que pertenecen a una macro empresa agroalimentaria catalana.
 
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