Atasco en el Everest

No es phoro para hazañas...


Jean-Christophe LaFaille. Alpinista francés nacido en 1965.


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nos situamos en el Annapurna, en octubre de 1992. Lafaille y su amigo Pierre Beghin se propusieron abrir una nueva vía en la cara sur del ocho mil.

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Tras tres días de dura escalada, se les hizo de noche a 7.300 metros mientras buscaban una repisa que se veía en las fotos. En su lugar encontraron una placa de hielo negro de 70 grados. No pudieron tallar una repisa para la carpa y tuvieron que vivaquear colgados de los arneses. Incapaces de encender la cocinilla por el viento, pasaron una noche larga, amarga y en ayunas.

A la mañana siguiente escalaron hasta quedarse a 150 metros del terreno fácil, pero se desarrolló una tormenta y la ventisca no les permitió seguir avanzando. Empezaron a bajar.

Agotados y ligeramente fuera de control, ambos arriesgaron muchísimo en cada rápel.

Pierre metió un anclaje que les permitiría alcanzar terreno con menos pendiente y se coloco el material en bandolera. Colgarse en el mismo portamaterial el martillo piolet y el piolet era demasiado complicado y, de mal humor, le pasó el piolet a Jean-Christophe que estaba más abajo, en una repisita, alejado del seguro. La fatiga, la confusión de la tormenta y la necesidad de bajarse de allí rápidamente, nublaron temporalmente sus años de experiencia y Pierre se echó hacia atrás sobre un solo anclaje sin seguros de refuerzo. El seguro saltó y Pierre cayó 1.500 metros y se mató. Llevándose las dos cuerdas y el material.

LaFaille se encontró de pronto solo, en una de las paredes de montaña más grandes del mundo, sin nada más que una mochila casi vacía, la ropa y un par de piolets, dos mosquetones y una anilla.

Vio claro que salir por arriba era imposible y destrepó por terreno mixto relativamente difícil hasta su último vivac y hasta 20 metros de cuerda que habían dejado a 7.000 metros. Pasó 48 horas acurrucado mientras amainaba la tormenta. Fue descendiendo durante claros intermitentes, destrepando y haciendo rápeles cortos. Con los 20 metros de cuerda, rapeló con todos los anclajes que pudo apañar. Lo primero que usó fueron los parantes de la carpa, usando trozos de dos en dos y clavando hasta donde entraban.

Las fijaciones de sus crampones se habían ido aflojando poco a poco, pero estaba demasiado cansado para ocuparse de ellas. Se le salió un crampón y desapareció pared abajo. Siguió bajando, dando saltos con la bota en la que le quedaba el crampón. Ciento cincuenta metros más abajo, recuperó milagrosamente el crampón que se le había caído y se había acabado parando en nieve blanda. A 6.600 metros llegó a lo alto de 150 metros de cuerda fija. Sólo cien metros más abajo había un depósito de comida y combustible. Antes de alcanzarlo, le cayó una piedra que le rompió el brazo derecho.

Vivaqueando a 6.500 metros se le pasó por la cabeza rodar dentro del saco de dormir y acabar con ese suplicio de una vez dejándose caer. Prevaleció el hombre primitivo. “Aún me quedaba un poquito, y pensé que lo menos que podía hacer era darlo todo”.

Desde 6.500 metros rapeló 200 metros y luego dejó las cuerdas porque había que tirar de ellas demasiado fuerte para hacerlo con sólo un brazo y la boca. Bajó un tramo de hielo de 55 grados con un único piolet. La cuerda que habían dejado para pasar la rimaya estaba helada y por mucho que tirara, golpeara o mordiera, no se aflojaba.

La mañana del quinto día después del accidente, su octavo día en pared, Jean Christophe destrepó la rimaya. Protegido de las caídas de piedras por el borde desplomado de la rimaya y no lejos del campo base.

https://www.chileclimbers.cl/2013/12...sobrevivencia/

Llegó completamente exhausto hasta el campo base de una expedición eslovena que intentaba otra ruta en la pared.

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Estando en la pared de la montaña se prometió no volver a practicar la escalada, pero lo incumplió, un año más tarde ascendió el Cho Oyu, uno de los 14 ochomiles.
Escribió el libro Prisionero del Annapurna, donde narra las vivencias del caso que os estoy contando.

Siguió escalando hasta octubre de 2006, momento en el que emprendió el ascenso al Makalu (8462metros). No regresó nunca
 
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