Ahí va otra, pero esta tiene un final menos glorioso que el anterior.
Un domingo de Mayo, hará unos díez años, insté a dos féminas (por una de ellas estaba coladito) y a un amigo a ir de jornada gastronómica y cultural a Segovia. El viaje tenía dos propósitos, uno enseñar mi flamante coche nuevo (apenas un mes) y dos, seguir con la labor de demolición para intentar asaltar de una vez a la chavala, que se estaba haciendo de rogar.
Todo el día transcurrió sin incidencias destacables, hasta que emprendimos el viaje de vuelta. La cosa empezó a pintar mal nada más ponerme al volante, un retortijón me puso sobreaviso. Como en esos tiempos era un jodido retarded, no caí en la cuenta que la A-6 a la altura de Guadarrama se montaba un pifostio de horas los domingos por la tarde.
Entre los nervios de la caravana, donde no avanzábamos ni para atrás, y el cochinillo regado seguramente por una mierda de vinaco de la casa, se empezó a desatar la tortura más hijoputesca que yo haya sufrido. Los retortijones iban y venían en bandadas, yo apretaba el culo como si me fuese la vida. Las escapatorias eran nulas o poco recomendables, coches por todos los lados, las chicas en el asiento de atrás, el compi más cabrón de copiloto, era un escenario mortal para escupir fuego por el culo delante de tal anfiteatro.
Encima la chica se percató de que algo me pasaba.
Estás muy serio ¿ Qué te pasa ? Tienes mala cara
Y yo: " Nada es que los atascos me ponen enfermo" Aunque uno se queda con las ganas de decirla, mira hija, es que soy gilipollas, provengo de una familia de artistas y no monto más que espectáculos grotescos con la sana intención de echarte un polvo.
Ni que decir tiene que todo se fue agravando, llegando al punto álgido a la entrada del túnel donde el atasco terminaba. No sé si por la emoción de coger velocidad o por las prisas, se escapó un güesco. Esos pedos con la mierda tan cerca, son entes independientes, aniquilan cualquier olor previo por fuerte que sea (el coche atufaba a nuevo ) y se impregnan en la pituitaria del ser humano durante horas.
El escenario se tornó dantesco, mi compi sacando medio cuerpo por la ventanilla y haciendo aspavientos como un hereje, las chicas gritando qué asco, yo avergonzado, humillado a la vez que enfurecido, acelerando y adelantando como Carlos Sainz enfarlopao.
Ya con todas las batallas perdidas, decidí tomar una vía de servicio por Villalba para buscar un sitio donde descargar. Como siempre en estos casos, caes en el peor agujero, nunca mejor dicho. LLegué a un bareto lúgubre, pasé delante de la barra como un morlaco que sale de los toriles, y fui directamente al baño. Si hijos, el de la placa en el suelo, ahí me ví, como si fuera un portero de fútbol en una tanda de penalties, soltando gotelé como la lolita de "Benito".
Después de dejar eso como la playa Omaha, una verdadera matanza, llegué aliviado a mi querido coche, donde me estaban esperando con el cigarrillo en la mano. Y en esto que me suelta la niña:
"Mira que eres guarro, te podías haber aguantado hasta llegar a un bar como has hecho ahora." Las carcajadas de mi compi todavía resuenan en mis recuerdos. Ante tal afirmación se me pasaron mil cosas por la cabeza, 999 eran delitos penados severamente por la ley, y sólo pude dedicarle una mirada de esas que matan, de unos 5 segundos, que debió captar la retarded porque durante 3 semanas me evitó y apenas me dirigió la palabra.
De aquí se extraen varias enseñanzas:
Primera, después de una comilona, antes de coger el coche, cagar. Ante el leve síntoma de apretón parar.
Segundo, no volver de Segovia a Madrid un domingo por la tarde.
Tercero, urdir planes para tirarse una tía suelen terminar como el rosario del Aurora
Cuarto, beber agua o en su defecto un buen caldo, un reserva Ribera del Duero a poder ser.