CARTAS, EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

De Julio Cortazar a Alejandra Pizarnik


París, 9 de septiembre de 1971

Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estás ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra.
Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo.


Julio


Pd// Lamentablemente no la convenció....
 
Lamento haber llegado tarde a este hilo.

Aporto la letra de una canción cuyas estrofas son cartas, siempre me ha conmovido.

Recomiendo leer la letra a la vez que se escucha la canción. Está en inglés, pero es muy facilita.

Para ver este contenido, necesitaremos su consentimiento para configurar cookies de terceros.
Para obtener información más detallada, consulte nuestra página de cookies.


Kilkelly, Ireland, 18 and 60, my dear and loving son John
Your good friend the schoolmaster Pat McNamara's so good
As to write these words down.
Your brothers have all gone to find work in England,
The house is so empty and sad
The crop of potatoes is sorely infected,
A third to a half of them bad.
And your sister Brigid and Patrick O'Donnell
Are going to be married in June.
Your mother says not to work on the railroad
And be sure to come on home soon.

Kilkelly, Ireland, 18 and 70, dear and loving son John
Hello to your Mrs and to your 4 children,
May they grow healthy and strong.
Michael has got in a wee bit of trouble,
I guess that he never will learn.
Because of the dampness there's no turf to speak of
And now we have nothing to burn.
And Brigid is happy, you named a child for her
And now she's got six of her own.
You say you found work, but you don't say
What kind or when you will be coming home.

Kilkelly, Ireland, 18 and 80, dear Michael and John, my sons
I'm sorry to give you the very sad news
That your dear old mother has gone.
We buried her down at the church in Kilkelly,
Your brothers and Brigid were there.
You don't have to worry, she died very quickly,
Remember her in your prayers.
And it's so good to hear that Michael's returning,
With money he's sure to buy land
For the crop has been poor and the people
Are selling at any price that they can.

Kilkelly, Ireland, 18 and 90, my dear and loving son John
I guess that I must be close on to eighty,
It's thirty years since you're gone.
Because of all of the money you send me,
I'm still living out on my own.
Michael has built himself a fine house
And Brigid's daughters have grown.
Thank you for sending your family picture,
They're lovely young women and men.
You say that you might even come for a visit,
What joy to see you again.

Kilkelly, Ireland, 18 and 92, my dear brother John
I'm sorry that I didn't write sooner to tell you that father passed on.
He was living with Brigid, she says he was cheerful
And healthy right down to the end.
Ah, you should have seen him play with
The grandchildren of Pat McNamara, your friend.
And we buried him alongside of mother,
Down at the Kilkelly churchyard.
He was a strong and a feisty old man,
Considering his life was so hard.
And it's funny the way he kept talking about you,
He called for you in the end.
Oh, why don't you think about coming to visit,
We'd all love to see you again.


Para ver este contenido, necesitaremos su consentimiento para configurar cookies de terceros.
Para obtener información más detallada, consulte nuestra página de cookies.
 
Misógino Empedernido rebuznó:
Lamento haber llegado tarde a este hilo.

Nunca es tarde si la dicha es buena. Espero que se animen más del foro rapiñas.

Y dejo otra: Bioy Casares a Silvina...


París, 6 de octubre de 1967


Mis queridas: Ayer, increíblemente, visité el Louvre (una entrada por salida, que me dejó anímicamente arrodillado de respeto; qué maravilloso el retrato del hombre con el guante, del Tiziano). Las cours interiores, con estatuas en la cornisa, con caballos en frisos, con unas escaleras complicadas, más amplias y serenas que las de Fontainebleau, me dieron particulares nostalgias de estar mirándolas y comentándolas con ustedes...

Comí en Fouquet's y, muerto de sueño, vaya uno a saber por qué, tras dos calzoncillos lavados, me dormí. Hoy llueve.

Las extraño. A.
 
Misógino Empedernido rebuznó:
Lamento haber llegado tarde a este hilo.
Aporto la letra de una canción cuyas estrofas son cartas, siempre me ha conmovido.
Recomiendo leer la letra a la vez que se escucha la canción. Está en inglés, pero es muy facilita.
Para ver este contenido, necesitaremos su consentimiento para configurar cookies de terceros.
Para obtener información más detallada, consulte nuestra página de cookies.


Esta canción es lo más triste que he oido/leido en mucho tiempo. Se me han saltado las lágrimas... :shock:
 
CARTA SIN DESPEDIDA, de Ángel González

A veces,
mi egoísmo
me llena de maldad,
y te odio casi
hasta hacerme daño
a mí mismo:
son los celos, la envidia,
el asco
al hombre, mi semejante
aborrecible, como yo
corrompido y sin
remedio,
mi querido
hermano y parigual en la
desgracia.

A veces -o mejor dicho:
casi nunca-,
te odio tanto que te veo
distinta.
Ni en corazón ni en alma
te pareces
a la que amaba sólo
hace un instante,
y hasta tu cuerpo cambia
y es más bello
-quizá por imposible
y por lejano-.
Pero el odio también me
modifica
a mí mismo,
y cuando quiero darme
cuenta
soy otro
que no odia, que ama
a esa desconocida cuyo
nombre es el tuyo,
que lleva tu apellido,
y tiene,
igual que tú,
el cabello largo.
Cuando sonríes,
yo te reconozco,
identifico tu perfil
primero,
y vuelvo a verte,
al fin,
tal como eras, como
sigues
siendo,
como serás ya siempre,
mientras te ame.
 
Carta de Ana Bolena a Enrique VIII

Señor,

Corresponde solamente a la augusta mente de un gran rey, a quien la naturaleza ha dado un corazón lleno de generosidad hacia mi sexo, compensar con favores tan extraordinarios una conversación ingenua y corta con una muchacha. Inagotable como es el tesoro de generosidad de su majestad, le ruego considerar que pueda no ser suficiente para su generosidad; porque, si usted recompensa tan leve conversación por regalos tan grandes, ¿qué podrá usted hacer por los que están listos consagrar su obediencia entera a sus deseos? Cuán grandes pueden ser las obsequios que he recibido, la alegría que siento por ser amada por un rey a quien adoro, y a quien con placer sacrificaría mi corazón. Si la fortuna lo ha hecho digno de ofrecerlo, estaré infinitamente agradecida. El mandato de dama de honor de la reina me induce a pensar que su majestad tiene cierta estima por mí, y puesto que mi ocupación me da medios de verle frecuentemente, podré asegurarle por mis propios labios (lo cual haré en la primera oportunidad) que soy la más atenta y obediente sierva de su majestad, sin ninguna reserva

Ana Bolena.



Fue la segunda esposa del rey Enrique VIII, hasta que fue ejecutada el 19 de mayo de 1536 en la Torre de Londres....

Ana le envió una carta a Enrique pidiéndole piedad aún antes de la ejecución, la cual fue interceptada por Cromwell y destruida. Ana, como toda una reina, como siempre había sido, altiva y con una gran dignidad, se presentó el día de su ejecución con el cabello levantado y demostrando una gran entereza.

Fue ejecutada en la Torre de Londres con una espada, por un verdugo francés, ambos especialmente traídos de Calais para su muerte, el 19 de mayo de 1536, antes de ello sus últimas palabras fueron para su verdugo: "No te daré mucho trabajo, tengo el cuello muy fino".
 
Carta de Beethoven a su "amada inmortal"

Incluso cuando estoy en cama mis pensamientos van a hacia ti, mi eternamente querida, ahora y entonces alegremente, después otra vez tristemente, esperando para saber si el Destino oirá nuestra plegaria, para hacer frente a vida que debo vivir en conjunto contigo o nunca verte. Sí, estoy resuelto a ser un extranjero vagabundo hasta que pueda volar a tus brazos y decir que he encontrado mi hogar verdadero con usted y envuelto en tus brazos puedo dejar que mi alma flote hasta el reino de almas bendecidos. Ay!, desafortunadamente debe ser así. Debes estar tranquila, tanto más pues sabes que te soy fiel; ninguna otra mujer podrá nunca poseer mi corazón, nunca, nunca. Oh Dios, por qué debe uno ser separado de aquella que le es tan querida. Para más, mi vida en Viena es actualmente desgraciada.Tu amor me ha hecho el más feliz y el más infeliz de los mortales. A mi edad necesito estabilidad y regularidad en mi vida, puede esto coexistir con nuestra relación Ángel, acabo de oír que va el correo cada día, y por lo tanto debo cerrar ésta, de modo que puedas recibirla la inmediatamente. Mantente tranquila; solamente al considerar tranquilamente nuestras vidas podremos alcanzar nuestro propósito de vivir juntos. Mantente tranquila, amame, hoy, ayer. Qué nostalgia llena de lágrimas por tí, por tí, por tí, mi vida, mi todo. Todos los buenos deseos a tí. Oh, continúa amándome, nunca juzgues mal el corazón fiel de tu amado.
Siempre tuyo
Siempre mía
Siempre de ambos
 
Carta escrita por Rimbaud a Verlaine tras una de sus numerosas discusiones. Verlaine acababa de tomar un barco para huir de Londres y reunirse con su esposa. Como si de una película romántica se tratase, el despechado llegó al muelle justo en el momento en el que su amado partía, teniendo tiempo aún de ver cómo éste le giraba la cara al cruzar sus miradas. Se supone que Rimbaud le gritaba desaforadamente para evitar su marcha.

A Paul Verlaine
Londres, julio de 1873
Regresa, regresa, mi querido amigo, mi único amigo, regresa. Te juro que seré bueno. Si me he mostrado desagradable contigo, fue tan sólo una broma; me cegué, y me arrepiento de ello más de lo que puedes imaginar. Vuelve, porque cuando regreses todo estará totalmente olvidado. ¡Qué desgracia que hayas tomado en serio esta broma!
No paro de llorar desde hace dos días. Vuelve. Sé valiente, querido amigo. Nada esta perdido todavía. Sólo tienes que emprender el viaje de vuelta. Viviremos aquí nuevamente, valientemente, pacientemente.
Te lo suplico. Además, es por tu bien. Vuelve, encontrarás aquí todas tus cosas. Espero que no tengas duda alguna, ahora, de que no discutía en serio. Que suceso y situacion más desagradable.
Porqué, cuando te hacía señas para que bajaras del barco, ¿por qué no lo hiciste?
¿Hemos vivido juntos durante dos años para llegar a esto? ¿Qué vas a hacer? Si no quieres volver aquí ¿quieres que vaya yo a tu encuentro, dónde tú estés?
Se que yo tengo la culpa. No me olvidarás ¿verdad?
No, tú no puedes olvidarme.
Yo te tengo aquí siempre.
Di, contesta a tu amigo ¿acaso no volveremos a vivir juntos los dos?
Contéstame pronto.
No puedo quedarme aquí por más tiempo.
Escucha únicamente lo que te dicte tu corazón.
Dime pronto si tengo que reunirme contigo.
A ti, para toda la vida.
Rimbaud
P.D.
Si no puedo volver a verte, me alistaré en el ejército o en la marina.
Regresa; no paro de llorar a cada momento. Dime que vaya a tu encuentro, iré, dímelo, ponme un telegrama - tengo que irme el lunes por la tarde ¿dónde irás? ¿qué quieres hacer?

Voy a ver si encuentro la réplica.
 
Me encanta esa carta de Rimbaud,la leí hace un montón de años y me faltó tiempo para comprarme toda su obra.

Es una de las relaciones tormentosas mas apasionadas que he visto/leído jamás.
 
Carta de Julio Cortázar a Roberto Fernández Retamar sobre la muerte del Che


París, 29 de octubre de 1967

Roberto, Adelaida, mis muy queridos: Anoche volví a París desde Argel. Solo ahora, en mi casa, soy capaz de escribirles coherentemente; allá, metido en un mundo donde sólo contaba el trabajo, dejé irse los días como en una pesadilla, comprando periódico tras periódico, sin querer convencerme, mirando esas fotos que todos hemos mirado, leyendo los mismos cables y entrando hora a hora en la más dura de las aceptaciones. Entonces me llegó telefónicamente tu mensaje, Roberto, y entregué ese texto que debiste recibir y que vuelvo a enviarte aquí por si hay tiempo de que lo veas otra vez antes de que se imprima, pues sé lo que son los mecanismos del télex y lo que pasa con las palabras y las frases. Quiero decirte esto: no sé escribir cuando algo me duele tanto, no soy, no seré nunca el escritor profesional listo a producir lo que se espera de él, lo que le piden o lo que él mismo se pide desesperadamente. La verdad es que la escritura, hoy y frente a esto, me parece la más banal de las artes, una especie de refugio, de disimulo casi, la sustitución de lo insustituible. El Che ha muerto y a mí no me queda más que silencio, hasta quién sabe cuándo; si te envié este texto fue porque eras tú quien me lo pedía, y porque sé cuánto querías al Che y lo que él significaba para ti. Aquí en París encontré un cable de Lisandro Otero pidiéndome ciento cincuenta palabras para Cuba. Así, ciento cincuenta palabras, como si uno pudiera sacarse las palabras del bolsillo como monedas. No creo que pueda escribirlas, estoy vacío y seco, y caería en la retórica. Y eso no, sobre todo eso no. Lisandro me perdonará mi silencio, o lo entenderá mal, no me importa; en todo caso tu sabrás lo que siento. Mira, allá en Argel, rodeado de imbéciles burócratas, en una oficina donde se seguía con la rutina de siempre, me encerré una y otra vez en el baño para llorar; había que estar en un baño, comprendes, para estar solo, para poder desahogarse sin violar las sacrosantas reglas del buen vivir en una organización internacional. Y todo esto que te cuento también me averguenza porque hablo de mí, la eterna primera persona del singular, y en cambio me siento incapaz de decir nada de él. Me callo entonces. Recibiste, espero, el cable que te envié antes de tu mensaje. Era mi única manera de abrazarte, a ti y a Adelaida, a todos los amigos de la Casa. Y para ti también es esto, lo único que fui capaz de hacer en esas primeras horas, esto que nació como un poema y que quiero que tengas y que guardes para que estemos más juntos.



Che

Yo tuve un hermano.
No nos vimos nunca

pero no importaba.
Yo tuve un hermano

que iba por los montes

mientras yo dormía.

Lo quise a mi modo,

le tomé su voz

libre como el agua,

caminé de a ratos

cerca de su sombra.


No nos vimos nunca

pero no importaba,

mi hermano despierto

mientras yo dormía,

mi hermano mostrándome

detrás de la noche

su estrella elegida.


Ya nos escribiremos. Abraza mucho a Adelaida. Hasta siempre,
Julio


Extraída del libro "Fervor de la Argentina"
 
De Emilia Pardo Bazán a Pérez Galdós/Pánfilo de mi corazón:rabio también por echarte encima la vista y los brazos y el cuerpote todo.Te aplastaré.Después hablaremos tan dulcemente de literatura y de Academia y de tonterías.¡Pero antes te morderé un carrillito/
 
Dos cartas más de Charles Bukowski:

A John William Corrington
Enero 17,1961


Hola, Sr. Corrington:

Bien, a veces ayuda recibir cartas como la tuya.Ya son dos. Un joven de San Francisco esccribió diciendome que algún día habrá quien escriba libros acerca de mi, si esto podra aydar en algo. Bueno, no estoy en busca de ayuda, o praise tampoco,y no estoy trattando de ser pesado. Pero yo solía jugar un juego conmigo mismo un juego llamado isla desierta, y mientras estava tirado en la carcel, en la clase de arte o caminando hacia la ventanilla de diez dolares en las carreras, me preguntaba, Bukowsky, si tú estuvieras en una isla desierta, tú solo, y nunca ser encontrado exepto por pájarros y gusanos,tomarías una vara y rascarías palabras sobre la arena? Yo tenía que decir no, y por un rato esto resolvía un montón de cosas, y me dejaba seguir adelante y hacer un montón de cosas que yo no quería hacer,y me alejaba de la máquina de escribir y me ponía en el pabellón de caridad del hospital municipal,la sangre corriendo fuera de mis oidos, de mi boca y de mi culo, y ellos ahí esperando a que yo muriese, pero nada pasaba. Y cuado salía me preguntaba otra vez,?Bukowsky, si estuviertas en una isla desierta y etc; y sabes pienso que era que la sangre había abandonado mi cerebro, o algo, y yo decía ,sí, sí,yo tomaría una vara yrascaría palabras sobre la arena. Bueno, esto solucionaba un montón de cosas porque me permitía seguir adelante y hacer las cosas, todas las cosas que no quería hacer,y me dejaba tener la máquina de escribir también; y desde que ellos me dijerosn qu un trago más me mataría,ahora le he bajado a dos galones de cerveza al día.

Pero la escritura,por supuesto. cómo el matrimonio, la caída de la nieve o las llantas de los autos,no siempre perdura. Tú puedes ir a la cama el miercoles en la noche siendo un escritor y despertar el jueves por la mañana y ser otra cosa totalmente diferente. O puedes irte a la cama el miercoles por la noche siendo un plomero y despertar el jueves por la mañana siendo un escritor. Este es el mejor tipo de escritores. ...Muchoes de ellos mueren. claro. por sus arduos intentos; o por otro lado, porque se vuelven famosos y todo lo que escriben es publicado y ya no tienen que buscar más. La muerte tiene muchas avenidas. y si a pesar de todo tú dices que mi material te gusta ,quiero que sepas que si se vuelve rot, no sera porque trate demasiado duro o muy poco, sera porque me quedado, o sin cervezas o sin sanagre. Para lo que sirva, puedo permitirme esperar: Tengo mi vara y tengo mi arena.

Carta A Jon Webb, 4 de Septiembre de 1962.

A Jon Webb, 4 de Septiembre de 1962.

Con respecto a la muerte de mi mujer el 22 de enero último, no hay mucho que decir, excepto que yo ya no seré el mismo. Quizá intente escribir sobre eso, pero está todavía demasiado cerca. Puede que siempre esté demasiado cerca. Pero aquella vez en el pabellón de caridad, años atrás,una chica mejicana que cambiaba las sábanas me dijo que se iba a acostar conmigo si yo mejoraba, e inmediatamente empecé a sentirme bien.

Tenía una sola visita: la mujer borracha de cara redonda y roja, una amante del pasado que a veces se bamboleaba contra la cama, y se iba sin decir nada. Seis días despues yo estaba manejando un camión, levantando paquetes de 20 kilos y preguntandome si la sangre vendría otra vez. Un par de días más tarde tomé el primer trago, ése que dijeron me mataría. Una semana más tarde conseguí una máquina de escribir y, despues de una pausa de diez años y de haberle vendido mis cosas a la revista "Story" y a otras, mis dedos se pusieron a construir un poema. O mejor dicho, una charla de bar. Esa cosa que no es lírica, que no canta. Los rechazos llegaron bastante pronto. Pero no me afectaron, porque yo sentía que en cada línea estaba diciendo algo. No para ellos, sino para mí mismo. ahora puedo leer muy poca poesía o muy poco de cualquier otra cosa. Bueno, la dama borracha que se bamboleaba contra mi cama, la enterré el último 22 de enero. Y nunca vi a mi chica mejicana. Vi a otras, pero ella hubiera estado bien. Hoy estoy solo, casi afuera de todas ellas: de los glúteos, los pechos, los vestidos limpios como trapos nuevos en la cocina. No me tomes a mal -todavía tengo 1,80 y 90 kilos de posibilidad, pero yo podía mejor con la que ya no está.

charles bukowski

FUENTE: https://www.charlesbukowski.cjb.net/
 
Peazo, gay, je

Carta de Oscar Wide a Lord Alfred Douglas


Querido muchacho mío:

Tu soneto es completamente adorable y es una maravilla que esos labios de pétalo de rosa roja que tienes hayan sido creados no tanto para el canto musical como para la locura de besarse. Tu dorada y delgada alma deambula entre la pasión y la poesía. Yo se que Hyacinthus, a quien Apolo amó tan locamente, has sido tú en aquellos griegos días. Por qué estás solo en Londres, y cuándo vas a Salisbury? Vé allí y refresca tus manos en la grisácea luz de las cosas góticas, y ven aqui cuando así lo quieras. Este es un lugar adorable; sólo faltas tú, pero vé a Salisbury primero.
Con imperecedero amor,
siempre tuyo
Oscar
 
1870


fines de enero-15 de febrero, en Basilea, a Erwin Rhode:

No puedes imaginarte como te hecho de menos... Aquí no tengo a nadie a quien confiar el lado bueno y el malo de mi vida, y esto es para mí una sensación nueva. Por si fuera poco, tampoco simpatizo con ninguno de mis colegas... Acabo de obtener el doctorado, y este hecho supones para mí la confesión más vergonzosa de ignorancia. La profesión de filólogo cada vez se aleja más de cualquier aspiración crítica, fuera de los horizontes del helenismo. Dudo incluso si devendré algún día un auténtico filólogo. Si la casualidad no me ayuda, no lo lograré de ninguna forma. El motivo es que, por desgracia, carezco de modelos, y me veo a mí mismo acercándome a pasos agigantados al abismo de la pedantería... ¡Que no daría yo por vivir juntos los dos!... He dado una conferencia sobre Sócrates y la tragedia que ha provocado un gran revuelo, amén de interpretaciones equivocadas, pero me ha servido para estrechar aún más si cabe los lazos con mis amigos de Tribschen. Espero que mi suerte cambie: hasta Richard Wagner me ha sugerido de la forma más enternecedora el destino que considera más apropiado para mí... Ciencia, arte y filosofía forman un amasijo tan informe en mi interior que puede que algún día engendre monstruos.
 
Extracto del 21 de noviembre de 1933



"...nunca he creído en una restauración efectiva del espíritu tradicional en Occidente sobre la base del Catolicismo; debéis pensar que no soy tan ingenuo como para eso; pero, por razones que desgraciadamente no me es posible explicar por carta, era necesario decir lo que he dicho y considerar esta posibilidad, aunque no fuese más que para establecer una situación clara; y eso ha tenido plenamente el resultado (negativo) que esperaba"



En Julius Evola, Révolte contre le monde moderne, Éditions de l´Homme, 1972, p. 489, nota 2.
 
A ti

Cristián Warnken


A ti que lees estas líneas, que estás bajando por una de las tantas autopistas de la ciudad en esta mañana de marzo o, tal vez, estás en un vagón del Metro -con la mirada extraviada, como todos los que viajan a esta hora-, o paladeas el primer café y recorres distraído las páginas de este diario, buscando algo que no sabes qué es. A ti, que llevas a tus hijos al colegio y que acabas de no escuchar una pregunta que te hizo tu hija más pequeña, porque estabas pensando en otra cosa. A ti, que acabas de salir de la ducha y te ves un instante en el espejo. A ti, que pasas rápido a mi lado y casi me empujas y no me ves. A ti, que -con apenas 18 años- te levantas con el tedio pegado en el alma y te enchufas al computador para no abrir la ventana de tu pieza que da al jardín. A ti, que miras a tu marido todavía dormir a tu lado, y ves su nuca y su piel gastada, y sientes en el centro de tu pecho un hueco, la sensación de un cansancio del que quisieras huir a miles de kilómetros de ahí. A ti, que estás comprando el pan sin emocionarte con su olor y su temperatura. A ti, que entraste al cajero automático y descubriste que el saldo de tu cuenta era negativo, y sientes miedo, rabia, angustia. A ti, que acabas de dejar a tu niño en la sala cuna y te fuiste sin cantarle esa canción "que a él tanto le gusta". A ti, que acabas de entrar en la oficina y te dispones a iniciar un día igual a todos los días, trabajando sin amor por lo que haces, como pieza de un engranaje que te devora.

A ti quiero agarrarte de la solapa, del brazo -con respeto, pero con fuerza-, a ti quiero detenerte en tu carrera loca y decirte lo que tal vez nadie te ha dicho nunca, porque no se enseña en los colegios ni aparece en los diarios. Yo no soy nadie para quitarte cinco minutos de tu atiborrada y desesperada agenda, soy uno más entre los millones que bajan esta mañana a comenzar un día más en la ciudad. Entonces, ¿por qué habrías de desconectarte de tu "iPod" o apagar tu celular para escucharme? Pensarás acaso que soy un predicador más, un vendedor de seguros, o alguien que quiere robarte a plena luz del día. Sé que me mirarás con recelo, con molestia, con desconfianza.

A ti, que me oyes pendiente de tu reloj, quiero decirte, antes de que desaparezcas devorado por la multitud: "El hombre es desgraciado porque no sabe que es feliz. ¡Eso es todo! Si cualquiera llega a descubrirlo, será feliz de inmediato, en ese mismo minuto. Todo es bueno".

¿Y eso era todo? -me dirás-. Sí, y te digo: todo lo demás, fuera de eso, es nada.

Si te he agarrado de la solapa y te he abordado a esta hora de la mañana de este jueves que escribo es para decirte que eres feliz y no lo sabes. Y que eso que te dije lo dijo una vez un hombre como tú, que se llamó Dostoyevski. Y yo, ¿quién soy para hablarte así, para entrar en tu privacidad y leerte la cita de un ruso que no conoces? Yo soy el muerto. Yo estoy muerto, tú estás vivo.

¿Muerto tú? -me dirás-. ¡Pero si puedo tocarte y verte y oírte!

Sí, pero estoy muerto. Yo me levantaba en las mañanas como tú, prendía la radio como tú, paladeaba un café como tú, miraba distraído las primeras nubes en el cielo, y llevaba a mi hijo al jardín, y no sabía que era feliz, que estaba vivo. No lo sabía, como tú no lo sabes, como no lo saben tantos que no pisan con placer las primeras hojas del otoño, que no se detienen a ver los primeros rayos de luz colarse por la ventana para entibiar la piel del o la que duerme todavía a tu lado.

Pero esto, en realidad, no me lo enseñó Dostoyevksi, sino mi pequeño hijo Clemente, un niño como millones de niños que en este momento son llevados al colegio, un niño que me hizo una pregunta que no escuché una mañana de un jueves como hoy. ¡Eres feliz y no lo sabes! Eso es lo que enseñan los niños que mueren, eso lo aprendemos de un golpe los que morimos con ellos, eso es lo que los vivos como tú no pueden escuchar.

El día 24 de diciembre de 2007, su hijo Clemente, de tres años, cayó a la piscina de su casa. El menor fue trasladado a la Clínica Las Condes, donde falleció... El 27 del mismo mes Warnken publicó esta carta.
 
Unas palabras de Flaubert que me gustaron mucho. Las mandaba en una carta a Louise Collet y decían así:
"sigo sin comprender cómo se puede existir siendo notario, cómo puede uno ser empleado de un despacho, cómo alguien puede levantarse antes de las diez y acostarse antes de medianoche y me cuestiono seriamente que haya seres en la tierra que se dediquen a algo que no sea alinear frases y buscar adjetivos".
 
Gracias, cuellopavo. Estas dos últimas cartas, una por una cosa y otra por otra, me han gustado sobremanera. Gracias por darlas a conocer aquí.
 
Gayo Mentula rebuznó:
Ahora mismito yo estoy terminando de leer la correspondencia general de Baudelaire.

Carta a la Madre - De Cartas a la Madre [Editorial Grijalbo-Mondadori/ Traducción de Roberto Monsberger, 1993, España (Barcelona).]
Por CHARLES BAUDELAIRE

6 de mayo de 1861

Mi querida madre, si posees realmente un alma maternal y si todavía no estás harta, ven a París, ven a verme, e incluso ven por mí. Yo, por mil razones terribles, no puedo ir a Honfleur en busca de lo que tanto desearía, un poco de ánimo y unas caricias. A fines de marzo te escribía: ¿Volveremos a vernos algún día? Me encontraba en una de esas crisis en que uno contempla la terrible verdad. No sé lo que daría por pasar unos días a tu lado, tú, el único ser de quien pende mi vida, ocho días, tres días, unas horas.

No lees mis cartas con atención; tú crees que miento, o al menos que exagero, cuando hablo de mis desesperaciones, de mi salud, de mi horror a la vida. Te digo que querría verte y que no puedo correr a Honfleur. Tus cartas contienen numerosos errores e ideas equivocadas que la conversación podría rectificar y que volúmenes de escritura no bastarían para destruir.

Cada vez que tomo la pluma para exponerte mi situación, tengo miedo de matarte, de destruir tu débil cuerpo. Y yo estoy sin cesar, sin que tú lo sepas, al borde del suicidio. Yo creo que tú me quieres apasionadamente; ¡está tan ciego tu entendimiento, pero tienes tanta grandeza de carácter! Yo, de niño, te he querido apasionadamente; más tarde, obligado por tus injusticias te he faltado al respeto, como si una injusticia materna pudiese autorizar una falta de respeto filial; y con frecuencia me he arrepentido, aunque, según mi costumbre, nada haya dicho. Ya no soy aquel niño ingrato y violento. Largas meditaciones sobre mi destino y sobre tu carácter me han ayudado a comprender todas mis faltas y toda tu generosidad. Pero, en resumidas cuentas, el mal ya está hecho, hecho por tus imprudencias y por mis faltas.

Es evidente que estamos destinados a queremos, a vivir el uno para el otro, a acabar nuestra vida lo más decorosa y lo más tranquilamente que sea posible. Y no obstante, en las circunstancias terribles en que me encuentro, estoy convencido de que uno de nosotros matará al otro y de que terminaremos por matarnos mutuamente. Después de mi muerte, tú no podrás seguir viviendo, eso está claro. Yo soy el único motivo que te hace vivir. Después de tu muerte, sobre todo si murieses a consecuencia de un choque causado por mí, me mataría, eso es indudable. Tu muerte, de la que hablas a menudo con demasiada resignación, no modificaría en nada mi situación; el tutor seguiría (¿por qué no iba a seguir?), todo se quedaría sin pagar, y yo tendría, además de la pena, la horrible sensación de un aislamiento absoluto. Matarme yo, es absurdo ¿no es cierto? «Entonces, piensas dejar a tu anciana madre completamente sola», dirás. A fe mía que si no tengo estrictamente derecho, creo que la cantidad de pesares que he soportado casi treinta años me haría digno de disculpa: « i Y Dios! » dirás. Deseo de todo corazón (¡y nadie mejor que yo puede saber con qué sinceridad!) creer que un ser exterior e invisible se interesa por mi destino; pero ¿qué hacer para creerlo?

(La idea de Dios me hace pensar en ese maldito cura. En medio de la penosa impresión que va a causarte mi carta, no quiero que le consultes. Ese cura es mi enemigo, tal vez por pura estupidez.)

Volviendo al suicidio, que no es una idea fija pero que reaparece en épocas periódicas, hay algo que debe tranquilizarte. No puedo matarme sin dejar en orden todas mis cosas. Todos los papeles que tengo en Honfleur están en una enorme confusión. Por lo tanto, tendría que trabajar duro en Honfleur, y una vez allí ya no podría irme de tu lado. Pues debes suponer que de ninguna manera iba a querer mancillar tu casa con una acción tan detestable. Además tú te volverías loca. Y ¿por qué el suicidio? ¿Es a causa de las deudas? Sí, y sin embargo, las deudas se pueden superar. Es, sobre todo, a causa de un cansancio espantoso resultado de una situación insostenible, demasiado prolongada. Cada minuto me demuestra que he perdido las ganas de vivir. Una gran imprudencia cometiste tú en mi juventud. Tu imprudencia y mis viejas faltas pesan sobre mí envolviéndome. Mi situación es atroz. Hay gente que me saluda, hay gente que me busca. Quizá la haya que me envidie. Mi situación literaria es mejor que buena. Podría hacer lo que quisiera. Me publicarán todo. Como tengo una clase de talento impopular, ganaré poco dinero, pero dejaré tras de mí una gran fama, lo sé, —siempre que tenga el valor de vivir. Pero mi salud espiritual, —detestable; tal vez perdida. Todavía tengo proyectos: Mi corazón al desnudo, novelas, dos dramas, de los cuales uno para el Teatro Francés ¿los haré algún día? Ya no lo creo. Mi situación en relación con la honorabilidad, espantosa, —eso es lo peor. Ni un momento de reposo, insultos, ultrajes, afrentas como no puedes hacerte idea y que corrompen la imaginación, la paralizan. Gano un poco de dinero, es verdad; si no tuviese deudas, y si ya no me quedase patrimonio alguno, SERIA RICO, fíjate en lo que te digo; podría darte dinero, podría sin peligro ejercer mi caridad con Jeanne. Volveremos a hablar luego de ella. Eres tú quien ha provocado estas explicaciones. Todo ese dinero se va en una existencia manirrota y malsana (pues vivo muy mal) y en el pago, o más bien en la amortización insuficiente, de antiguas deudas, en gastos de tribunales, en papel timbrado, etc...

Enseguida pasaré a las cosas reales, es decir actuales; pues, en verdad, necesito que alguien me salve y sólo tú puedes hacerlo. Quiero hoy decirlo todo. Estoy solo, sin amigos, sin amante, sin perro y sin gato ¿a quién contarle mis penas? No tengo más que el retrato de mi padre, siempre mudo.

Me encuentro en el mismo terrible estado de ánimo que experimenté en el otoño de 1844. Una resignación peor que la indignación.

Pero mi salud física, que necesito para ti, para mí, para mis obligaciones ¡esa sigue siendo la cuestión! Tengo que hablarte de ella por más que tú le prestes tan poca atención. No hablaré de esas afecciones nerviosas que me destruyen día a día y que anulan el ánimo, vómitos, insomnios, pesadillas, desmayos. Con demasiada frecuencia te he hablado de ellas. Pero es inútil usar de pudor contigo. Ya sabes que siendo muy joven tuve una afección virulenta, que más tarde creí totalmente curada. En Dijon, después de 1848, tuve un rebrote. De nuevo se pudo paliar. Ahora vuelve en forma distinta, de manchas en la piel y de una extraordinaria fatiga en todas las articulaciones. Puedes creerme, sé de lo que hablo. Puede ser que dentro de la tristeza en que estoy sumido, el terror me haga creer mayor el mal. Pero necesito un régimen severo, y no es con la vida que llevo como podré librarme de aquello.

Hubo en mi infancia una época de un cariño apasionado hacia ti; escucha y lee sin temor. Nunca te habré dicho tanto. Recuerdo un paseo en simón; acababas de salir de un sanatorio en donde habías estado recluida, y me enseñaste, para demostrarme que habías pensado en tu hijo, unos dibujos a pluma que habías hecho para mí. No dirás que no tengo una memoria tremenda. Más tarde, la plaza de Saint-André-des-Arts y Neuilly. ¡Largos paseos y mimos continuos! Recuerdo aquellos muelles tan tristes en el atardecer. ¡Ah!

Para mí fue la época feliz de las caricias maternales. Perdóname si llamo época feliz la que sin duda para ti fue tan mala. Pero estaba siempre presente en ti; tú eras únicamente mía. Eras a la vez un ídolo y un compañero. Quizá te sorprenda que pueda hablar con tal pasión de un tiempo tan lejano. Yo mismo estoy sorprendido. Tal vez porque una vez más he acariciado el deseo de morir, cosas tan alejadas se recorten tan nítidamente en mi espíritu.

Más tarde, sabes qué atroz educación quiso tu marido que se me diera; tengo cuarenta años y no puedo pensar sin dolor en los colegios, lo mismo que en el temor que me inspiraba mi padrastro. No obstante le quise y hoy, por lo demás, tengo la suficiente sensatez como para hacerle justicia. Pero es verdad que fue poco hábil hasta la obstinación. No quiero insistir, porque veo lágrimas en tus ojos.

Finalmente, pude hacer mi vida y desde ese momento se me dejó caer del todo. Sólo me atraía el placer, una excitación permanente; los viajes, los muebles preciosos, los cuadros, las mujeres, etc. Hoy recibo cruelmente el castigo por ello. En cuanto al tutor judicial, sólo una palabra: hoy sé del inmenso valor del dinero, y comprendo la trascendencia de todo lo que se relaciona con él; concibo que hayas podido creer que lo hacías con acierto, que trabajabas por mi bien; pero con todo una pregunta, una pregunta que siempre me ha obsesionado. ¿Cómo es que jamás no te planteaste en tu fuero interno la siguiente idea: «Es posible que mi hijo no llegue a tener nunca el sentido de lo que es comportarse en el "sino grado que yo; pero también puede ocurrir que llegue a ser un hombre notable en otros aspectos. En ese caso ¿qué haré yo? ¿Lo condenaré a una doble existencia contradictoria; por una parte a una existencia digna de respeto, odiosa y despreciada, por otra? ¿Lo condenaré a tener que llevar hasta la vejez una marca lamentable, una marca perjudicial, un motivo de impotencia y tristeza?». Es evidente que si no hubiera habido tutor, todo se lo habría llevado la trampa, no habría habido más remedio que tomarle el gusto al trabajo. Ha habido tutor, todo se lo ha llevado la trampa y soy viejo y me siento desgraciado.

Rejuvenecer ¿es posible? En eso radica la cuestión. Toda esta vuelta hacia el pasado no tenía otra finalidad que mostrar que puedo hacer valer ciertas disculpas, cuando no una completa justificación. Si notas algún reproche en lo que escribo, que sepas bien al menos que lo anterior en nada altera mi admiración por tu gran corazón, mi agradecimiento por tu abnegación. Siempre te has sacrificado. Lo tuyo es sólo el sacrificio. Menos razón que caridad. Yo te pido más, te pido, a la vez, consejo, apoyo, que nos entendamos completamente bien tú y yo, para salir de esto. Te suplico que vengas, que vengas, tengo los nervios al final de mis fuerzas, estoy a punto de que me falle el valor, a punto de perder la esperanza. Veo una continuidad en el horror. Veo mi vida literaria obstaculizada para" siempre. Veo una catástrofe. Por ocho días, podrías sin duda pedir hospitalidad a algún amigo, a Ancelle, por ejemplo. No sé lo que daría por verte, por abrazarte. Presiento una catástrofe y ahora no puedo irme contigo. París me es dañino. Ya por dos veces he cometido una imprudencia grave que tú calificarás más severamente; voy a acabar por perder la cabeza.

Te pido la felicidad tuya y te pido la mía, mientras todavía seamos capaces de conocerla.

Me has permitido que te confiase un proyecto, es el siguiente: Pido un término medio. Enajenación de una fuerte suma limitada a diez mil, por ejemplo, dos mil para liberarme ya; dos mil en poder tuyo para hacer frente a necesidades imprevistas o previstas, gastos en vivir, en ropa, etc., durante un año (Jeanne estará en una casa donde se le pagará lo estrictamente necesario). Por otra parte, luego te hablaré de ella. Una vez más eres tú la que lo ha provocado. Por último seis mil en poder de Ancelle o de Marin, y que se irán gastando poco a poco, sucesivamente, prudentemente, de manera que se puedan pagar tal vez más de diez mil y se evite toda conmoción y todo escándalo en Honfleur.

Ya tenemos un año de tranquilidad. Por mi parte sería un tonto de remate y un pillo redomado si no lo aprovechase en renovar fuerzas. Todo el dinero ganado durante ese tiempo (diez mil, a lo mejor sólo cinco mil) se depositará en tus manos. No te ocultaré el menor asunto, la menor ganancia. En lugar de tapar huecos, el dinero se seguirá aplicando a las deudas y así sucesivamente en los años venideros. De este modo, tal vez pueda, gracias al rejuvenecimiento operado ante tus ojos, pagarlo todo, sin que mi capital disminuyese en más de diez mil sin contar, es verdad, los cuatro mil seiscientos de los años anteriores. Y así se salvará la casa, que es una de las consideraciones que tengo siempre presente.

Si adoptases este proyecto de beatitud, me gustaría haberme mudado ahí de nuevo a fines de mes, quizás ahora mismo. Te autorizo a que vengas por mí. Sin duda comprendes que hay una multitud de detalles que no incluye una carta. En una palabra, quisiera que no se pagase ninguna suma hasta que tú no dieses tu consentimiento, hasta no haberlo debatido a fondo entre tú y yo, en una palabra, que tú te convirtieses en mi verdadero tutor. ¿Es posible que llegue uno a verse obligado a asociar una idea tan horrorosa a otra tan dulce como la de una madre?

En este caso, desgraciadamente, habrá que decirle adiós a las pequeñas sumas, a las pequeñas ganancias, cien por aquí, doscientos por allá, que supone la rutina de la vida parisiense. Entonces sería el turno de las grandes especulaciones, de los grandes libros, cuyo pago se haría esperar más tiempo. No consultes más que contigo misma, con tu conciencia y con tu Dios, ya que tienes la suerte de creer. No hagas partícipe de tus pensamientos a Ancelle a no ser con reservas.

Es una buena persona; pero tiene la mente estrecha. No puede creer que un mal sujeto por voluntad propia, que ha tenido que llamar al orden, sea un hombre importante. Me dejará reventar por cabezonería. En vez de pensar únicamente en el dinero, piensa un poco en la gloria, en el descanso y en mi vida.

En este caso, digo, no iría a pasar temporadas de quince días y de uno o dos meses. Sería una estancia permanente exceptuados los casos en que vendríamos juntos a París.

El trabajo de las pruebas de imprenta puede hacerse por correo.

Otra idea tuya equivocada que debes rectificar y que reaparece una y otra vez en tu pluma. No me aburro nunca en soledad, no me aburro nunca a tu lado. Lo único es que sé que lo pasaré mal a causa de tus amigos, pero lo acepto.

Alguna vez se me ha pasado por el pensamiento convocar un consejo de familia o presentarme ante un tribunal. Bien sabes que tendría cosas muy sabrosas que decir, aunque sólo fuera esto: He producido ocho volúmenes en condiciones horribles. Puedo ganarme la vida. ¡Se me está asesinando con deudas de juventud!

No lo he hecho por respeto a ti, por consideración hacia tu horrible sensibilidad. Dígnate agradecérmelo. Te lo repito; me he obligado a no recurrir a nadie más que a ti.

A partir del año próximo, dedicaré a Jeanne la renta del capital restante y ella se irá a algún sitio en que no esté en una soledad absoluta. Esto es lo que le ha sucedido: su hermano la metió en un hospital para quitársela de encima y cuando ha salido ha descubierto que le había vendido una parte de su mobiliario y de su ropa. Desde hace cuatro meses, desde mi huida de Neuilly, le he dado siete francos.

Te lo suplico, paz, dame paz, dame el trabajo y un poco de ternura.

Es evidente que entre mis cosas actuales hay algunas horriblemente urgentes; así, he cometido de nuevo la falta, en medio de esos tejemanejes inevitables de los bancos, de apropiarme para mis deudas personales de varias centenas de francos que no me pertenecían. Me he visto absolutamente obligado a ello; ni que decir tiene que esperaba reparar el mal inmediatamente. Una persona, en Londres, me niega los cuatrocientos francos que me debe. Otra, que había de remitinne trescientos, está de viaje. Siempre lo imprevisible. - Hoy he tenido el terrible valor de escribir a la persona concernida confesándole mi falta. ¿Cuál va a ser la reacción? No tengo idea. Pero he querido quitarme un peso de la conciencia. Confío en que, por consideración a mi nombre y a mi talento, no se armará un escándalo y se querrá esperar.

Adiós. Estoy extenuado. Entrando en detalles de salud, no he dormido ni comido desde hace casi tres días; tengo un nudo en la garganta, - y hay que trabajar.

No, no te diré adiós, pues espero verte.

Por lo que más quieras léeme con mucha atención y trata de comprender.

Sé que esta carta te afectará dolorosamente, pero en ella hallarás a buen seguro un tono de dulzura, de ternura e incluso de esperanza que muy rara vez has oído.

Y te quiero.

CHARLES
 
Si duda el mejor libro del género epistolar que he tenido el placer de leer es la maravillosa locura romántica de Wertherr. Su deseperación, su sensibilidad, el abismo que siempre se prevee y se anticipa, su entrega fatal al amor imposible..todo pertenece a un mundo y a unos hombres que yo existen. Han trascurrido algo más de dos siglos que pero ya nadie entenderia una amor asi, con este fatalismo, con esta enajenación que sufre el personaje, con esa descomposición interna tan precisa y preciosamente narrada. Las cartas, si, han muerto, igual que murieron los romances y los cantares de gesta. La selección natural no siempre funciona con inteligencia.
 
Me ocurre como a la mayoría de ustedes, hace ya muchos años que no escribo o recibo carta alguna. Antes sí mantenía correspondencia con amigos que vivían en otras ciudades, pero hará unos 9 años de la última que no recuerdo si fue escrita por mí o por la otra persona. Las cartas tenían (y tienen) mucho encanto, siempre recuerdo la frase

Nadie es más solitario que aquél que nunca ha recibido una carta.

Elías Canetti

Hoy día las únicas cartas que recibo son las del banco :137


Un saludo
 
Atrás
Arriba Pie