Cuando se insulta a otro, el insulto puede ser de dos clases; premeditado o involuntario. El primero no es terrible: se responde a él con una disputa, una injuria, un golpe, un disparo de revolver y, por grosero que sea, eso ayuda siempre, y el insulto lanzado voluntariamente se lava con facilidad, como la suciedad en el baño. Por el contrario, es horrible el insulto que se inflige sin querer, sin pretenderlo: es horrible precisamente porque al responder a él con una disputa, una injuria o incluso, simplemente, reaccionando con una actitud ofendida, no solo no lo debilitas, sino que, por el contrario, hay que demostrar con todas tus fuerzas (oh, que difícil es!) que uno no se ha dado cuenta de nada.
Cita extraída de «Novela con cocaína» de M Aguèiev