Cuando todo empieza de cero

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No, porque hay ambientes más propicios que otros para ello, pero es que él además es portero de discoteca. Yo lo fui ocasionalmente hasta hace unos años y puede llegar a ser cargante.
 
Eso es lo que cuenta el.

La realidad es que es un puto calvo nuncafollista cuarenton en paro que llora en un foro por que lo dejo la novia, por sosaina y calvo de mierda.

Sus historias de ligue en plan brazzers no se las cree ni el que aso la manteca

Mira,

A ti lo que te pasa es que eres un hijo de la gran puta.
 
Bueno, yo probaría un día a estar sin boina y cruzaría resultados, solo por si acaso.
Y que ensaladas le haga el estudio por pares.
Se quita la boina y se pone la mascarilla.
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Uy, vaya un portero guapo, uno así lo quiero yo para que me cubra toda la portería.
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Todo sigue estable, tanto a nivel emocional como laboral. Conversaciones intrascendentes con algunas; la mayoría no van a más [quedar, no quiero decir nada más], porque no me apetece mucho. La ex de mi amigo me escribió este fin de semana y dejé algo de tiempo antes de contestar; ella sola se montó una conversación a base de mensajes durante 2hs. en las que me decía de quedar, luego preguntaba si estaba liado y, para terminar, decía que había quedado para comer y lo dejábamos para otro día. Yo contesté que había estado con la bici [mentira, en esta ocasión] y que no había visto el móvil en un par de horas.

El resultado del experimento es que esta muchacha transmite una ansiedad que no es ni medio normal y paso de que nadie me contagie sus miserias.
La bici deberías cogerla cuando se te acerque para huir a toda la velocidad posible, vaya una tarada.
 
El truco de spawner es ser falsamente humilde. Creo que cada vez que le tiran los tejos se esconde para bailar un baile mientras dice "ay papi, ay papi". Luego pone cara seria como cuando Chicho Terremoto se ponía solemne.

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El truco de spawner era ponerse a leer un libro sobre mujeres arquitectas en el bar de turno, sutil.
 
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El truco de spawner es ser falsamente humilde. Creo que cada vez que le tiran los tejos se esconde para bailar un baile mientras dice "ay papi, ay papi". Luego pone cara seria como cuando Chicho Terremoto se ponía solemne.

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Pues no te falta parte de razón.

Venga, que tengo algo de tiempo, me explayo.

Tras dejarlo definitiavente con la Vegui, tuve un escarceo con una chica. Más joven que yo, madre de dos hijos cuyo padre yo no conocía siendo, además, uno de ellos aún lactante. Es a la que le pegué un bocao en una teta y salió leche disparada dándome asco y morbo a la vez. Esta chica estaba muy intrigada en mi vida y un día, antes de que nos acostáramos y yo saliera por patas de allí cuando metió al crío en la cama entre los dos, me preguntó qué había pasado con mi ex, porque no entendía, o eso decía para dorarme la píldora, que alguien me dejase.

Sacó una idea que me gustó mucho.

Me habló de que, en las infidelidades, el que sufre no es la persona, sino el Ego. Ella, hippy como era, me decía que el Ego es una especie de ser que vive dentro de cada uno de nosotros y nos refuerza; para bien y para mal. Es el que se crece y sonríe cuando nos piropean, cuando ganamos una prueba o cuando ligamos. Y el que se enfada cuando nos dejan, nos despiden o valoran más el trabajo de un compañero que el nuestro.

El Ego, además, no es racional o, mejor dicho, es subjetivamente racional, ya que sí hace cuentas y baremos pero, en ellos, uno siempre está mejor posicionado que los demás.

Esa idea me gustó mucho y empecé a entenderme. Objetivamente, si te han dejado, sobre todo después de una relación tan larga, uno puede plantearse la nueva situación como una oportunidad: estás soltero, con piso propio [aunque sea alquilado], trabajo estable, moto, físicamente en un buen momento, inteligente, inquieto y culto; oye, pues no es mal plan, puede ser el momento de vivir una segunda juventud pero sabiendo, ahora, todo lo que sabe un adulto.

Y, sin embargo, lo normal es deprimirse, entristecerse y volverse mohíno.

¿Por qué? Porque el Ego toma el control de uno mismo. El problema no es que te hayan dejado, no, el problema es que te han dejado por otra persona y, ahí, uno, que presume de racional, compara. Se compara. Se compara con la nueva y se ve vencedor en todas las batallas menos en la que importa. Y le parece injusto que, pese a eso [a ser más bonico, más inteligente, más resuelto, más todo], al final, se quede en la cuneta como un perro abandonao.

Los psicólogos hablan del PAN como los tres estado del ánimo del hombre. El Padre, el Adulto y el Niño. El Padre es esa actitud que tomamos cuando somos excesivamente estrictos con nosotros; cuando nos regañamos y no nos permitimos ni medio despiste en un determinado tema. El Adulto es el sensato, el equilibrado y el maduro. Por último, el Niño es el juego y el descubrimiento, pero también el capricho, el enfado injustificado y las actitudes infantiles.

Obviamente, cuando el Ego es atacado, es el Niño el que toma el control. Y todos sabemos lo complicado que es hacer que un niño enfurruñado entre en vereda.

Ligar, o llamar la atención de alguien, en el fondo, es atacar su Ego. Me refiero, sobre todo, a situaciones cotidianas con gente desconocida de nuestro entorno. Pongamos por caso una situación como la que dicen más arriba. Sábado por la noche, bar de vinos. Un grupo de muchachas arregladas a más no poder, con minifaldas, kilos de maquillaje y sonrisas forzadas hablan, estridentes, pensando en la noche que van a pasar. De repente, entra alguien al bar, alquien que no tiene que ser ni especialmente llamativo, ni atractivo. Alguien que, eso sí, va solo. Y se sienta solo y solo saca un libro y se pone a leer mientras el de la barra, que lo llama por su nombre, le planta una copa de vino sin preguntar cuál quiere. Ese hombre, como digo, totalmente anodino, es una excepción en el ambiente y eso ya genera en alguna de las que se han tirado horas arreglándose una suerte de reclamo. Esa chica, que sale con la intención de coleccionar miradas para, a lo Víctor Zsasz, acumular una nueva marca en honor a la última víctima, no concibe que se prefiera leer un libro a mirarla a ella.

¿Por qué? Porque su Ego toma el control. Ella hoy es una Diosa y como tal quiere veneración. Y qué coño es eso de que uno prefiera leer, qué se yo, la Fundación, amirarla de reojo.

Parece una tontería y, de hecho, lo es, pero es curioso cómo esto ocurre. Y así lo atestiguan las veces que se me han acercado muchachas a preguntarme cómo es que estoy leyendo solo en un bar. Algún chico también, claro, pero menos. Y no es porque les intereses en realidad, ni porque quieran tener algo contigo más allá de sentir que han dejado en ti un anhelo sexual, no, simplemente creen que merecen sentirse observadas porque así se lo dice su Ego.

Muchas veces repetimos que, cuando más ligamos es o bien cuando estamos en pareja o bien cuando lo acabamos de dejar con alguien y, entonces, no estamos por la labor. Ambas situaciones tienen algo en común: mostramos la más absoluta de las indiferencias por el resto de mujeres. No nos apetece, o no está bien tontear, o qué sé yo.

Porque, claro, si mostramos el más mínimo interés por la puerca nocturna de turno, ella hace su muesca en la culata del revólver y a otra cosa.

Los hombres pecamos de lo mismo, pero en mucha menor medida. Entre otras cosas porque sabemos que, en esto de ligar, los que estamos afectados por un coeficiente de minoración somos nosotros. Y, si una tía que, en la escala Ferris no pasa del 5, puede atraer miradas de varios hombres en una disoteca, cualquier hombre, para conseguir lo mismo, debe ser, al menos, un 8. La pasada noche vi a una gorda infame en la puerta del pub despreciar a un hombre apañado físicamente al grito de yo sólo follo con mi marido; a lo que no me pude contener y añadí y gracias a Dios.

Si, además, se da el caso de que uno se encuentra en una situación en la que es alguien distinto de la masa, aunque eso no quiera decir mejor, para la Diosa de pies de barro de turno eso es una muesca doble en la madera de su arma. Ser un portero en un pub es, sin duda, una mierda, pero eres alguien reconocible. Eres el portero del pub noséqué y así se lo puede decir ella a su amiga, tan puta como ella, y presumir de que la ha empotrado en los baños antes del cierre. Lo mismo si eres el profesor de boxeo, el azafato del teatro o el recepcionista del gimnasio. Nada destacable, pero sí identificable y, por lo tanto, precioso y preciado.

Como un pokemon raro que en combate es una castraña pero que, por ser excepción, te pegas horas intentando cazar.

El truco, es que no hay truco.

Porque, de hecho, si lo hubiera, no funcionaría. Es más, más de la mitad de éstas que entablan conversación sólo quiere alimentar su Ego, a su Niña malcriada interior, y pasar página a otra cosa. Esto no es ligar, es coleccionar likes en un mundo real que cada vez se parece más a una Red Social y donde pasar desapercibido parece ser pecado.

En realidad, es una puta mierda, si se piensa mínimamente, y a uno le lleva a concluir que mejor solo y a pajas que acompañado de cualquiera.
 
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Lo que viene a explicar @Spawner, es una verdad, pero no es ninguna novedad. Desde siempre, y más hoy en día, la gran mayoría habla, viste y siente de la misma manera. Vas por la calle y ves a grupos de 12 chavales o 12 chavalas y todos van vestidos iguales, parecen subnormales. Por eso la diferencia asusta y atrae.

No soy ejemplo de nada, pero recuerdo que yo y dos parias más, algunos viernes por la noche nos íbamos a los ambientes pijos de Barcelona (Green y Pipper Mint creo que se llamaban un par de antros por la zona alta de la Diagonal), y con las pintas y la coleta llamábamos la atención de todas las tías que estaban siempre rodeadas de pelaos y subnormales repeinados que nos miraban con recelo y rabia.

No es ni más ni menos que eso. Y la sociedad tiende cada vez más mostrarse bajo unos patrones tan similares propios de Fuenteovejuna. Un tío leyendo un libro en un local de putas y borrachos es evidente que llamará la atención.

Supongo que tiene mucho que ver con el estigma de los solitarios. Esa diferencia puede ser una virtud, pero normalmente es una condena.
 
Supongo que tiene mucho que ver con el estigma de los solitarios. Esa diferencia puede ser una virtud, pero normalmente es una condena.
Qué puta verdad, lo otro también, pero esto es impepinable. Una puta condena que unos llevan bien y saben sacarle algún rédito, y otros no, sólo la oscuridad.
 
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Pues no te falta parte de razón.

Venga, que tengo algo de tiempo, me explayo.

Tras dejarlo definitiavente con la Vegui, tuve un escarceo con una chica. Más joven que yo, madre de dos hijos cuyo padre yo no conocía siendo, además, uno de ellos aún lactante. Es a la que le pegué un bocao en una teta y salió leche disparada dándome asco y morbo a la vez. Esta chica estaba muy intrigada en mi vida y un día, antes de que nos acostáramos y yo saliera por patas de allí cuando metió al crío en la cama entre los dos, me preguntó qué había pasado con mi ex, porque no entendía, o eso decía para dorarme la píldora, que alguien me dejase.

Sacó una idea que me gustó mucho.

Me habló de que, en las infidelidades, el que sufre no es la persona, sino el Ego. Ella, hippy como era, me decía que el Ego es una especie de ser que vive dentro de cada uno de nosotros y nos refuerza; para bien y para mal. Es el que se crece y sonríe cuando nos piropean, cuando ganamos una prueba o cuando ligamos. Y el que se enfada cuando nos dejan, nos despiden o valoran más el trabajo de un compañero que el nuestro.

El Ego, además, no es racional o, mejor dicho, es subjetivamente racional, ya que sí hace cuentas y baremos pero, en ellos, uno siempre está mejor posicionado que los demás.

Esa idea me gustó mucho y empecé a entenderme. Objetivamente, si te han dejado, sobre todo después de una relación tan larga, uno puede plantearse la nueva situación como una oportunidad: estás soltero, con piso propio [aunque sea alquilado], trabajo estable, moto, físicamente en un buen momento, inteligente, inquieto y culto; oye, pues no es mal plan, puede ser el momento de vivir una segunda juventud pero sabiendo, ahora, todo lo que sabe un adulto.

Y, sin embargo, lo normal es deprimirse, entristecerse y volverse mohíno.

¿Por qué? Porque el Ego toma el control de uno mismo. El problema no es que te hayan dejado, no, el problema es que te han dejado por otra persona y, ahí, uno, que presume de racional, compara. Se compara. Se compara con la nueva y se ve vencedor en todas las batallas menos en la que importa. Y le parece injusto que, pese a eso [a ser más bonico, más inteligente, más resuelto, más todo], al final, se quede en la cuneta como un perro abandonao.

Los psicólogos hablan del PAN como los tres estado del ánimo del hombre. El Padre, el Adulto y el Niño. El Padre es esa actitud que tomamos cuando somos excesivamente estrictos con nosotros; cuando nos regañamos y no nos permitimos ni medio despiste en un determinado tema. El Adulto es el sensato, el equilibrado y el maduro. Por último, el Niño es el juego y el descubrimiento, pero también el capricho, el enfado injustificado y las actitudes infantiles.

Obviamente, cuando el Ego es atacado, es el Niño el que toma el control. Y todos sabemos lo complicado que es hacer que un niño enfurruñado entre en vereda.

Ligar, o llamar la atención de alguien, en el fondo, es atacar su Ego. Me refiero, sobre todo, a situaciones cotidianas con gente desconocida de nuestro entorno. Pongamos por caso una situación como la que dicen más arriba. Sábado por la noche, bar de vinos. Un grupo de muchachas arregladas a más no poder, con minifaldas, kilos de maquillaje y sonrisas forzadas hablan, estridentes, pensando en la noche que van a pasar. De repente, entra alguien al bar, alquien que no tiene que ser ni especialmente llamativo, ni atractivo. Alguien que, eso sí, va solo. Y se sienta solo y solo saca un libro y se pone a leer mientras el de la barra, que lo llama por su nombre, le planta una copa de vino sin preguntar cuál quiere. Ese hombre, como digo, totalmente anodino, es una excepción en el ambiente y eso ya genera en alguna de las que se han tirado horas arreglándose una suerte de reclamo. Esa chica, que sale con la intención de coleccionar miradas para, a lo Víctor Zsasz, acumular una nueva marca en honor a la última víctima, no concibe que se prefiera leer un libro a mirarla a ella.

¿Por qué? Porque su Ego toma el control. Ella hoy es una Diosa y como tal quiere veneración. Y qué coño es eso de que uno prefiera leer, qué se yo, la Fundación, amirarla de reojo.

Parece una tontería y, de hecho, lo es, pero es curioso cómo esto ocurre. Y así lo atestiguan las veces que se me han acercado muchachas a preguntarme cómo es que estoy leyendo solo en un bar. Algún chico también, claro, pero menos. Y no es porque les intereses en realidad, ni porque quieran tener algo contigo más allá de sentir que han dejado en ti un anhelo sexual, no, simplemente creen que merecen sentirse observadas porque así se lo dice su Ego.

Muchas veces repetimos que, cuando más ligamos es o bien cuando estamos en pareja o bien cuando lo acabamos de dejar con alguien y, entonces, no estamos por la labor. Ambas situaciones tienen algo en común: mostramos la más absoluta de las indiferencias por el resto de mujeres. No nos apetece, o no está bien tontear, o qué sé yo.

Porque, claro, si mostramos el más mínimo interés por la puerca nocturna de turno, ella hace su muesca en la culata del revólver y a otra cosa.

Los hombres pecamos de lo mismo, pero en mucha menor medida. Entre otras cosas porque sabemos que, en esto de ligar, los que estamos afectados por un coeficiente de minoración somos nosotros. Y, si una tía que, en la escala Ferris no pasa del 5, puede atraer miradas de varios hombres en una disoteca, cualquier hombre, para conseguir lo mismo, debe ser, al menos, un 8. La pasada noche vi a una gorda infame en la puerta del pub despreciar a un hombre apañado físicamente al grito de yo sólo follo con mi marido; a lo que no me pude contener y añadí y gracias a Dios.

Si, además, se da el caso de que uno se encuentra en una situación en la que es alguien distinto de la masa, aunque eso no quiera decir mejor, para la Diosa de pies de barro de turno eso es una muesca doble en la madera de su arma. Ser un portero en un pub es, sin duda, una mierda, pero eres alguien reconocible. Eres el portero del pub noséqué y así se lo puede decir ella a su amiga, tan puta como ella, y presumir de que la ha empotrado en los baños antes del cierre. Lo mismo si eres el profesor de boxeo, el azafato del teatro o el recepcionista del gimnasio. Nada destacable, pero sí identificable y, por lo tanto, precioso y preciado.

Como un pokemon raro que en combate es una castraña pero que, por ser excepción, te pegas horas intentando cazar.

El truco, es que no hay truco.

Porque, de hecho, si lo hubiera, no funcionaría. Es más, más de la mitad de éstas que entablan conversación sólo quiere alimentar su Ego, a su Niña malcriada interior, y pasar página a otra cosa. Esto no es ligar, es coleccionar likes en un mundo real que cada vez se parece más a una Red Social y donde pasar desapercibido parece ser pecado.

En realidad, es una puta mierda, si se piensa mínimamente, y a uno le lleva a concluir que mejor solo y a pajas que acompañado de cualquiera.
Curiosamente en un capítulo del podcast del que te puse enlace recientemente se habla de algo casi idéntico pero sustituyendo el ego por la testosterona. Se comenta que algunas ideas comunes sobre esta hormona están sobrevaloradas frente a su rol primordial de empujarnos para medrar en la escala social. Si lo escuchas creo que te va a reafirmar en lo que has escrito porque hace un análisis químico de algo que podría parecer místico o jipi.
 
Curiosamente en un capítulo del podcast del que te puse enlace recientemente se habla de algo casi idéntico pero sustituyendo el ego por la testosterona. Se comenta que algunas ideas comunes sobre esta hormona están sobrevaloradas frente a su rol primordial de empujarnos para medrar en la escala social. Si lo escuchas creo que te va a reafirmar en lo que has escrito porque hace un análisis químico de algo que podría parecer místico o jipi.
Pues mira, esta noche tengo 4 horas de puerta y frío, así que caerá. Voy a ver si lo localizo por aquí.
 
A mí me parece estúpido ir a un bar a leer teniendo silencio y sillón en casa. Postureo puro y duro.
A ver, no. Hay veces, ayer por ejemplo, en que salgo de trabajar después de casi 12 horas sin pisar casa. Y me apetece tomar algo en la calle; un vino que seguramente no tendré en casa y que me cocinen algo porque yo no tengo ganas de hacerlo. Y me voy a un bar. Y, como estás solo, pues algo harás para pasar el rato mientras, así que te pones a leer. No es que me vaya a un bar a leer como si fuera un biblioteca, que tampoco pasaría nada, es que es algo que hago porque no me apetece irme a casa tan pronto.
 
Hay gente a la que estar un rato en casa tranquilos les da una ansiedad de la hostia. No digo que sea el caso.
Efectivamente, si, después de 12 horas de trabajo, mi perspectiva es encerrarme en casa, es posible que no le vea demasiado sentido al asunto.
 
Pero si uno tiene ganas de salir es por interactuar con el entorno: hablar con alguien, mirar a la gente, pasear por la calle.
Para enfrascarte en un libro mejor te vas a casa, que no hay ruido y los asientos son más cómodos.
Insisto, postureo.
 
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