FlorianSotoPeña
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- 16 Ago 2009
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Hay mucha golfa teniendo sueños húmedos con mandingos y marrones, muchas de ellas charos revenidas ya cincuentonas, que luego se meten por los bajos todas las hortalizas con las que preparan las viandas para la propia familia, el nivel de perversión y degeneración de las féminas actuales es considerable. El problema no es ese en sí mismo, sino que la descarga de tanta calentura no sea productivo, y al menos permitan que un compatriota autóctono vierta el grumo sobre ellas y podamos solucionar el problema demográfico.
De todas las tipas con las que he yacido pocas han mostrado ese instinto más allá de la pura pulsión sexual, y lo de estimularse el mejillón con cacharros que vibran está a la orden del día, y no solo jovencitas, también maduras. A estas últimas no las he probado, porque a mi me gustan las tipas que no huelan a orín y amoníaco, de piel tersa y con todas las piezas dentales. Pero sí conozco testimonios de terceros, entre ellos un tarado que me decía que su puta madre, una gorda de las que se visten con túnicas estampadas y tienen pelo corto charil, tenía todos los cajones de la mesita de noche llena de bolas chinas, consoladores y que practicaba incluso sado con un gilipollas que trabajaba de guardia jurado en los juzgados del pueblo, un planchabragas micropénico bastante mierder. Y al parecer era una afición compartida con otras charos de su edad. El sujeto que me lo contó, de su propia madre, cobraba una pequeña paguita por falto. Trabajé con él en un bar-cuchitril un verano de no hace muchos años, y él mismo parecía un pederasta, con una gabardina en pleno verano y tal.
De todas las tipas con las que he yacido pocas han mostrado ese instinto más allá de la pura pulsión sexual, y lo de estimularse el mejillón con cacharros que vibran está a la orden del día, y no solo jovencitas, también maduras. A estas últimas no las he probado, porque a mi me gustan las tipas que no huelan a orín y amoníaco, de piel tersa y con todas las piezas dentales. Pero sí conozco testimonios de terceros, entre ellos un tarado que me decía que su puta madre, una gorda de las que se visten con túnicas estampadas y tienen pelo corto charil, tenía todos los cajones de la mesita de noche llena de bolas chinas, consoladores y que practicaba incluso sado con un gilipollas que trabajaba de guardia jurado en los juzgados del pueblo, un planchabragas micropénico bastante mierder. Y al parecer era una afición compartida con otras charos de su edad. El sujeto que me lo contó, de su propia madre, cobraba una pequeña paguita por falto. Trabajé con él en un bar-cuchitril un verano de no hace muchos años, y él mismo parecía un pederasta, con una gabardina en pleno verano y tal.