Estimados foreros, ¿cuál es la explicación física al placer tan inmenso que sentimos cuando liberamos un hijo del eolo satánico? ¿No sienten como que liberan su alma y ésta va al cielo? ¿Como que se abren los diques de mierda del Rey Augías? El placer del momento en el que se liberan 5 segundos de metano a una concentración del 99% sin emitir sonido alguno se acerca peligrosamente a la relajación posteyaculatoria.
Para enriquecer este sublime post, permítanme narrar dos pequeñas anécdotas, ambas relacionadas con la fuga de capitales pero, para su desgracia, las dos con final feliz.
Hallábame en un atasco en la M-40, diría que legendario, pero el normal de todos los días, donde las mujeres-hombre ejecutivas aprovechan para retocarse la máscara en el retrovisor (he visto ponerse medias, incluso) y los currelas de la vida aprovechamos para sacarnos mocos, hacerlos pelotillas y tirarlos al suelo del asiento del copiloto. Y sin perder la cuerda de radio Marca. Retortijón. Va, llego. Dos minutos y retortijón. Va, ¿llego?. Como todos sabemos, la frecuencia e intensidad entre retortijones nos permiten adelantar, cuales preñadas pariendo, el plazo real del que disponemos para evacuar el mal de nuestro cuerpo. Para no enrollarme, ni que decir tiene que durante largos y angustiosos momentos, la idea de cagarme encima rondó peligrosamente mi mente. Tampoco hace falta decir que fue uno de los dos momentos más angustiosos de mi vida de cagador, y que desde entonces mi esfínter tiene la misma potencia de retención que un imán industrial. Mientras me debatía entre la vida y la muerte, el lamentable atasco que me tuvo cerca de una hora con sudores más fríos que el coño de las Koplowitz, se movió lo suficiente para que me allegase, entre pitidos e insultos, a la gasolinera y, por ende, a mi salvación. Nunca un retrete fue tan bendecido como aquél, sucio y repugnante a más no poder, por mi culo agradecido.
En cierta ocasión, y sí, es mi segundo momento, noté al cagar (mejor dicho, intentarlo), una especie de masa dura, seca y no completamente esférica, obstruía el feliz discurrir de mis evacuaciones por los conductos habituales. Ignoro el motivo (falta de agua, sobredosis de Toseína, poca fruta de esa...vaya usted a saber), pero ahí estaba, varada entre el cielo y la tierra, ni salía ni entraba ni dejaba pasar. La puta esfera, de tamaño aproximado (o eso me lo parecía) a una pelota de baloncesto, bloqueada en el esfínter, impidiendo a éste anterior héroe de mi anterior aventura relajarse, contraerse, cortar, expulsar o, simplemente, desaparecer. ¿Cómo podría relatar el sufrimiento que padecí durante la cerca de la hora que estuve postrado, pensando en suicidarme, en regalar uno de mis pies al demonio a cambio de la salvación de mi ojete, llamar a una ambulancia o anadear hasta urgencias a que me salvasen la puta vida? Los cabrones de urgencias han visto de todo, se ríen de todo, pero te salvan el culo y para eso pagamos impuestos. Amigos, tras el rato de sufrimiento inenarrable, viene internet y su sabiduría infinita. Póngase de cuclillas y un periódico en el suelo. Grite. Apriete. Grite. Apriete. Y las puertas del paraíso se abrieron ante mi. Y lo que salió de mi recto no tiene nombre en el mundo de los hombres. Y lloré de felicidad. Y un poco de dolor.
Saludos.