Me enteré de la noticia y pensé, raudo y veloz tengo que entrar al foro, si por algo valía la pena estar adicto a ese sitio era por hilos que se abren en estos momentos. El jeneral saca lo mejor de sí mismo cuando nadie se atreve.
Los tuneos puede que no se prestasen mucho, no es cuestión de forzarlo, pero sangre se podía hacer mucha, ya había manado un cacho.
Y ni un miserable hilillo sobre el tiroteo de Connecticut. Ni un manido pero siempre socorrido "algo harían", ni una alabanza al forero caído en un hilo dedicatoria.
Veinte criaturas inocentes muertas. Qué suceso tan revitalizante. Algo dentro de ti se alegra mucho cuando pasan estas cosas. Un puñado de niños fusilados es tan ilógico para tu subconsciente como el lugar en el que cae un rayo. El rayo puede caer en cualquier sitio. Y cuando ya sólo es el trueno lo que escuchas, cuando ya no hay peligro para ti, al menos no por ese rayo en concreto, tu cuerpo se relaja, se desahoga porque se ha librado.
Los tsunamis y los terremotos no te dan miedo, eso sólo afecta a negros de diversas tonalidades. Pero los colgados no te quedan tan lejos, tienes alguno cerca, hay demasiada gente en este barrio y sobra mucha.
Y aquí estás, pasando horas de los días de los años que podrían ser los mejores de tu vida. O no, quién sabe. Quién sabe si además podrían ser los últimos.
Yo doy gracias a esos toques de atención que son la parte tragicómica de la vida. "Mira, hijo de puta. Mira cómo palmarla es un truño en la acera, hazle una foto". Pero el rayo le ha caído a otro. Mañana amaina la tormenta y yo a lo mío.
Luego viene la parte difícil, la que no siempre puedes afrontar. Algún día el relámpago lo verás en primera persona, no te gustaría que te quedasen los deberes por hacer, y este ha sido un recordatorio de que ya va siendo hora de empezarlos.
Si la vida fuera el foro, podría tener en mi escritorio una foto enmarcada de alguna niñita, rubia, la monada americana de las pelis de familias felices, la que aún no ha empezado a ser una puta; con un tiro en la frente. Qué poético. Como no estaría bien visto, me conformo eventualmente con mirar alguna flor marchita y recordar así que todo se acaba, que lleva mucho más tiempo seca del que conservó el frescor. Ojalá la hubiera olido un poco más.
Si pudiera, haría que cada momento fuera como el de escuchar el trueno, el instante exacto en el que te alegras mucho de estar vivo y de no pasar ni un segundo sin apreciarlo: "Menos mal que los que han muerto son esos 20 niños".